Ya van de salida. Y lo único que hace falta es el voto masivo de la gente, el próximo 5 de junio.
Desde la elección federal del 2018, hemos sido testigos de que el poder económico de la clase conservadora, tiene límites y no alcanza para ganar elecciones.
López Obrador llega a la presidencia del país, enfrentado al poderoso núcleo conservador, que domina ampliamente tres de los cuatros grandes poderes que se dan al interior de toda sociedad.
Cuentan con los recursos suficientes para apuntalar sus campañas electorales.
Tienen a su servicio el aparato de gobierno y la fuerza de los partidos políticos que respaldan a la derecha.
Por último, la maquinaria del poder mediático juega a su favor, dando trato privilegiado a las figuras conservadoras que compiten en la elección.
Y a pesar de estar fuertemente armados, pierden esa elección por un margen de votación bastante amplio.
¿Cuál fue la falla que cambió el rumbo del país y dejó sumamente debilitado a un conservadurismo que no acaba de entender lo ocurrido?
Se trata del cuarto factor de poder, que por la experiencia que nos deja la elección del 2018, tiene más peso que los tres anteriores.
Ese cuarto factor, es la decisión del Pueblo. El voto de la gente. El valor de cada ciudadano para salir a definir su futuro y brindar seguridad de los suyos.
Contra esa fuerza que no puede ser contenida por el dinero, el engaño de los políticos corruptos y las mentiras que difunde la prensa pagada con dinero del pueblo, nada puede hacer una oposición que vemos hoy debilitada en extremo y con escaso poder político.
Tienen una entendible preocupación hacia el voto masivo este 5 de junio. Y al no contar con la fortaleza de años anteriores, apuestan sus últimas monedas a la propagación de noticias falsas. A la campaña del miedo, dirigida hacia la ciudadanía en su conjunto, para que el día de las elecciones, poca gente asista a votar.
El fraude electoral necesita forzosamente de un número bajo de votos emitidos. Los partidos políticos de la derecha y los empresarios que los patrocinan, pueden convencer, o comprar a un determinado número de votantes, pero no a la gran mayoría.
Ellos saben de sus limitaciones y por lo mismo impulsan esta campaña de incertidumbre y miedo, como la finalidad de alejar al votante de las casillas electorales.
En los seis estados del país, donde se verificarán procesos electorales el 5 de junio, hay voces que anuncian violencia desatada, durante la jornada electoral. Se han dado eventos de agresiones a simpatizantes de Morena, que pueden entenderse como advertencia a quienes tengan la intención de emitir su voto en favor de ese partido político. La derecha está jugando sus últimos espacios de poder en el país. Si pierden esas seis gubernaturas, las campanas sonaran a duelo, por el descanso eterno de los partidos políticos de oposición.
En el 2018, esa misma campaña de miedo no funcionó.
Cansada de soportar a una clase conservadora saqueadora, corrupta y violenta en extremo, la sociedad mexicana expulsó al neoliberalismo de Palacio Nacional, y de varios palacios de gobierno en distintos Estados de la república.
La intención de provocar miedo, despertó el valor de los mexicanos, que llenaron las urnas electorales de votos. Fue contraproducente dicha campaña.
Este 5 de junio se espera lo mismo. Los actuales gobernantes estatales en Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas y Oaxaca, son políticos de filiación panista y priista.
Su trabajo al frente de sus respectivos gobiernos, deja mucho que desear. Los índices de violencia son altos en esas entidades. El uso de los recursos públicos es bastante cuestionable. La contratación de nueva deuda, dejará sin recursos a las nuevas administraciones. El lujo en que los gobernadores viven, resulta insultante.
La gente está harta de políticos que llegan pobres y salen millonarios, después de su periodo de gobierno.
Hay una clara inclinación hacia un cambio sano, que permita reencontrar el rumbo perdido y brinde al mismo tiempo, la oportunidad de desarrollo y bienestar, que ya está en marcha en otros Estados gobernados por Morena.
No habrá muchos votos a favor de la oposición, por los motivos señalados. Y lo que la derecha pretende en este momento, no es conseguir esos votos de última hora. No.
Su estrategia desesperada, se reduce a evitar que la gente vote por Morena.
Es como si PAN, PRI y PRD, apostaran el poco resto que les queda, a una veladora encendida, con una plegaria donde se ruega porque las condiciones para el fraude que los salva, puedan hacerse realidad.
La última palabra en el asunto la tiene el pueblo.
“El pueblo pone y el pueblo quita”, ha dicho reiteradamente el presidente López Obrador.
Y este es el momento histórico que por décadas se estuvo esperando, para dejar atrás y para siempre, una historia nacional donde los protagonistas principales fueron los promotores de la corrupción.
2018 marca el año en que se dio el golpe seco, que debilita la estructura política de la derecha. Ahí comienza la caída en picada, del proyecto político neoliberal.
En las elecciones del 2021, el pueblo de México reafirmó que, no obstante la guerra sucia y la campaña de desprestigio emprendida en contra del gobierno del presidente López Obrador, la confianza de la gente en él, se mantenía inquebrantable.
En la consulta para la revocación de mandato y a pesar de la conducta del INE, para sabotear un evento inédito en el país, el respaldo al presidente fue enorme.
Todo esto ha ido mermando la fuerza de la oposición al grado de colocarla a un paso de la desaparición, en cuanto a sus partidos políticos.
Solo falta el empujón final y éste puede darse con una votación masiva en esos seis Estados, el próximo 5 de junio
El PRD ya es un cadáver ambulante, sin presencia alguna. PRI y PAN están a punto de perder el registro como partidos.
Hay que salir a votar el día de la elección, sin hacer caso de la campaña de miedo que impulsan los partidos opositores.
Porque si no tuvimos temor hacia ellos cuando eran fuertes leones, menos se lo vamos a tener hoy, cuando son pobres ratones.
Malthus Gamba