¡Vaya tiempos que nos tocó vivir!
El pasado 2018 los mexicanos decidimos por abrumadora mayoría que el país inevitablemente debía cambiar de rumbo, exigimos mediante nuestro voto una profunda transformación política y económica, pues la llevada a cabo hasta ese momento era un evidente y rotundo fracaso. De esa manera, tal como lo dicta la democracia, se impuso el imperio de la mayoría para apoyar un nuevo proyecto de nación más humanista y justo, donde se da la mano a quien quedó atrás para caminar juntos hacia un mejor futuro.
Los eternos beneficiados por el neoliberalismo, los empresarios coyotes que corretean contratos gubernamentales utilizando el compadrazgo y la corrupción, los políticos parásitos que utilizan el puesto para servirse y no para servir al pueblo, los comunicadores, analistas y periodistas acostumbrados a vivir de las dádivas del gobierno que recibían como pago a sus indignos y rastreros elogios; todos ellos pensaron en aquel julio de 2018 que sucedería el ya acostumbrado gatopardismo y que, en unos meses, cuando Andrés Manuel se diera cuenta cómo deben funcionar las cosas, se regresaría al status quo y todo el mundo estaría en orden y contento.
Nunca imaginaron que existiera quien, habiendo luchado por tantos años para acceder por la vía pacífica a la presidencia, no lo hiciera por un hambre desmedida de poder, sino por un auténtico deseo de cambio hacia un mejor país; ellos sinceramente no comprenden a una persona que no es movida por la ambición, pues no conocen otra cosa.
De esta manera, conforme se han sucedido los cambios y las decisiones y avanza la transformación, ven con profundo temor el fin de sus privilegios, pero sobre todo cómo termina su poder, ya que han comprobado que ya no pueden dictar políticas ni ordenar el rumbo de la economía.
¡Vaya tiempos que nos tocó vivir!
Vemos como se suceden decisiones trascendentales, que pueden o no gustar a muchos, pero que marcan una enorme diferencia en el rumbo del país para beneficio de las mayorías; atestiguamos la cancelación del pozo sin fondo y negocio de unos cuantos que era el aeropuerto de Texcoco, siendo sustituido por un desarrollo más sensato en Santa Lucía. Se revierte la política de abandono a la mayor industria mexicana y nuestra empresa más exitosa, por lo que en un futuro muy próximo seremos capaces de refinar la mayor parte del petróleo que extraemos, lo que nos permitirá no sólo la autosuficiencia energética sino el desarrollo formal de una verdadera industria de derivados del petróleo netamente mexicana.
Se detiene la pauperización del campo con agresivas políticas de impulso agrario que, principalmente durante la época neoliberal, se estaba dejando morir en pos de la importación alimentaria y favoreciendo exclusivamente a los grandes capitales nacionales y extranjeros.
Los grandes cambios legislativos y en políticas, estructura y espíritu de gobierno permiten aspirar a una vida pública transparente, de cara al pueblo y con reglas claras para la rendición de cuentas. Por primera vez la corrupción es delito grave y se persigue activamente, pero no por mandato y tutela presidencial como estábamos acostumbrados, sino por las instancias y los poderes a quienes corresponde en un auténtico estado de derecho. Contrario a lo argumentado por la autodenominada oposición, quedaron atrás los mal armados expedientes generados con la prisa de agradar al presidente y asegurar la impunidad como se hacían en gobiernos anteriores.
¡Vaya tiempos que nos tocó vivir!
¡Y llega la pandemia! Prueba de fuego, donde verdaderamente se templa el acero, pues exige el mayor esfuerzo y capacidad del estado en su conjunto para salir lo mejor librados posible, a pesar de las previas experiencias dantescas como la italiana, la española y la norteamericana aún en curso.
Y surgió un gobierno sólido, congruente y firme. Se toma la trascendental decisión de dejar la guía y coordinación de la estrategia contra la epidemia a los científicos del ramo, con todos los recursos necesarios para dicha tarea, en las más que capaces manos del Dr. Hugo López Gatell y apoyado para todas las tareas no científicas por quien ha demostrado una innegable talla de estadista, el Canciller Marcelo Ebrard.
Esta mancuerna ha logrado hasta hoy que no se disparen los casos graves, que no se tengan decesos a los niveles de otros países y que seamos el segundo país que ha tardado más en llegar a mil fallecidos después de Suecia; que la aún en expansión capacidad hospitalaria no corra inminente peligro de ser rebasada; que se haya desmovilizado el 60% de la población, lo que evitará un contagio generalizado, y que se esté dotando al país de los insumos necesarios para combatir la pandemia. En fin, que estemos preparados lo mejor posible para enfrentar esta emergencia.
¡Vaya tiempos que nos tocó vivir!
Pero en nuestro querido México nos ha tocado en suerte una oposición mezquina, traicionera, apátrida, de muy poca visión, sin ideología ni liderazgo, que se dedica a boicotear los esfuerzos que tanto necesitamos ante el peligro que la epidemia representa.
Así vemos a un Consejo Coordinador Empresarial amagando justo en estos tiempos a convocar a un frente para destituir al presidente, a una Coparmex descalificando los esfuerzos de lucha contra la pandemia, y ambos haciéndolo porque en esta ocasión, como solía suceder, no saldrán de esta emergencia favorecidos con los recursos del estado. Estaban acostumbrados a que en estas ocasiones no solo no perdían, sino que salían ganando, tal como sucedió en la anterior epidemia.
Tenemos también a políticos opositores de todos los niveles denostando y descalificando el trabajo del gobierno, pero sin una propuesta sensata y racional. Su capacidad solamente les alcanza para exigir que el gobierno se endeude para salvar a las grandes empresas y que se adquieran y realicen pruebas para detectar el coronavirus, las cuales la Organización Mundial de la Salud ha establecido como altamente desaconsejables.
Y no olvidemos la infame y mal intencionada participación de la comentocracia y la intelectualidad orgánica mexicana, que difunden noticas falsas engendradas en la mente perversa de enemigos declarados de todos los mexicanos y que llegan a extremos francamente criminales que potencialmente pueden costar vidas.
Por ultimo mencionaremos a un grupo de ineptos e ignorantes gobernadores, cuyo líder es tan aldeano y primitivo que se atrevió a proponer la mutilación como política de gobierno, y quienes ahora quieren aprovechar miserablemente esta crisis para intentar forzar a la federación a postrarse y entregar más recursos a quienes han demostrado gran ineficacia en su administración, por decir lo menos, si no es que una enorme deshonestidad.
Estos gobernadores engañan a sus pueblos con falsas cifras sobre su participación fiscal, infundiendo una equivocada percepción de superioridad, creyendo que con esto lograrán su objetivo.
Pero la gran falla en la estrategia de todos los anteriores radica en que se dirigen a un grupo cada vez menor de odiadores, pues conforme las políticas emprendidas por el actual gobierno federal van consolidándose, más personas empiezan a ver los beneficios, de tal forma que su mensaje llega a menos gente.
Por ello invito a que, pasada la emergencia, no olvidemos a quienes trabajaron por México y quienes lo hicieron en contra.
¡Vaya tiempos que nos tocó vivir!