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Por Rafael Redondo

La objetividad en el periodismo es una aspiración no una realidad; es intangible como las 4 virtudes de que hablaba Platón, ellas inalcanzables, nosotros destinados a su persecución. Las circunstancias individuales, las pasiones, los intereses personales juegan en contra del oficio periodístico. Sin embargo, para lograr el objetivo de construir conocimiento el periodismo está obligado a asirse a tal aspiración. Desafortunadamente, en este momento los tótems de la comunicación en México son víctimas no de un simple extravío en su ávido intento por perseguir la objetividad no, están atrapados en una crisis de pérdida del oficio periodístico y además, una reticencia a aceptar que los modelos de comunicación a los que están asidos están entrando en proceso de caducidad.

Cuando vi el video de pío López Obrador recibiendo dinero de David León mi reacción fue, ¿Dónde está aquí el escándalo? David León quería “quedar bien” con López Obrador. Fin.

Mi conclusión se debió a varios factores; el cuestionable historial “profesional” de Loret de Mola, lo burdo que resulta el que un periodista haga lo mismo que cualquier twittero, postear un vídeo sin proporcionarle un contexto. La historia sui géneris del liderazgo de López Obrador que efectivamente -y está documentado- su movimiento sobrevivió no del erario como alardean algunos pues tardó años en convertirse en partido político y es irracional creer que Fox, Calderón o Peña tuvieran algún interés en subvencionarlo. Además, por conversaciones con personas cercanas al López Obrador militante sé que es un político genuinamente cercano a la gente común pero extremadamente riguroso para formar sus equipos de trabajo. Es muy difícil pertenecer a su círculo cercano. El video fechado en el preámbulo de las elecciones intermedias de 2015 donde la ley electoral autoriza aceptar aportaciones limitadas por parte de privados en este caso $1, 400, 000 pesos, monto menor al precio de los relojes de pulsera de Peña Nieto.

En el “reportaje” no aparece un seguimiento de origen y destino del dinero, si fue reportado o no al INE, ni cómo llegó David León a la periferia de López Obrador; en fin nada sustancial, no hay trabajo periodístico.

Lo que pretendió ser una bomba nuclear contra el Presidente tuvo un efecto bumerang afectando no sólo a Loret de Mola sino a los comunicadores (me cuesta trabajo llamarlos periodistas) que compraron un argumento tan hueco, lo avalaron, lo reprodujeron y hasta lo analizaron. Tal parece están empeñados en la autodestrucción. Están atravesando una severa crisis y prefieren voltear hacia otro lado. A continuación algunas reflexiones:
A) Los grandes nombres del periodismo llegan a la transición política con un estigma (a veces es cierto, a veces sólo es percepción) de su estrecha relación e incluso alianzas con regímenes anteriores.

B) El único activo de un periodista es su credibilidad y tal parece que entraron a una crisis suicida; ejemplos:
*Primeras planas y editoriales donde sin pudor alguno lanzan mentiras esperando que sus consumidores de contenido se traguen una píldora a leguas sucia y maloliente.

*La crisis de salud los ha puesto todos los días en evidencia: Mientras la comunidad científica internacional vive en la incertidumbre cotidiana desde la aparición de la Covid 19, nuestros comunicadores viven en la certeza lanzando juicios (un juicio implica certeza) de si los muertos son muchos o no, contabilizando las veces que tal o cual usa o no cubrebocas, dedicados a difundir desde información distorsionada (como aquella que Gatell dijo que la Covid 19 no infecta a los pobres expresión por demás ridícula y sobre todo falsa) hasta opiniones lerdas sobre un tema para todos desconocido, estamos en el descubrimiento de una enfermedad nueva.

Sumergidos en la arrogancia creen que el esnobismo intelectual alcanza para analizar un asunto estrictamente técnico, entonces ¿cómo hacen para querer colocarse por sobre los científicos del mundo?, ¿no les produce un poco de pudor opinar sobre un tema del que todos los días se descubre algo nuevo?, ¿no temen poner en riesgo su ética al distorsionar información poniendo en riesgo a la ciudadanía?

C) La transición tecnológica para muchos de estos personajes significa solamente postear en las redes sociales pero no se han percatado que el cambio producido por la tecnología en los modelos de transmitir y recibir información es muy profundo; tanto, que convirtió al modelo de comunicación señor feudal-lacayo en obsoleto, modelo al que siguen aferrados mientras los youtubers pese a todas sus carencias, falta de experiencia y hasta candidez tienen lo más importante para iniciar procesos comunicantes, la discusión de los temas de interés público.

D) Los comunicadores tradicionales pese a contar con infraestructura, experiencia acumulada por décadas y exposición a una audiencia robusta están dejando de lado lo más importante en nuestros días para defender el oficio, el rigor metodológico. Hoy por hoy, un argumento mata todo pues es muy sencillo desmentir una nota falsa o tendenciosa. Todo se sabe, todo queda registrado y el señor Google se convierte en un juez implacable.
E) Instalados sobre la premisa de criticar al poder se olvidan que la información es también poder y por tanto sujeto de crítica. Sin embargo, ante la crítica de inmediato surge el argumento de libertad de expresión que se ha convertido más en un escudo que en práctica cotidiana. No les gusta la crítica.

F) Lo más lamentable, ya no se esfuerzan en camuflar sus agendas y se muestran como agentes propagandísticos de intereses personales. Los intereses propios o los del mejor postor. La propaganda les recuerdo, es la antítesis del periodismo.

Para quienes creen que exagero con esta dura crítica respóndanse esta pregunta, ¿Cuántos de los estos comunicadores trataron de analizar aunque sea superficialmente el lánguido “petardo” de Loret de Mola? Un trabajo pedestre, que no dice gran cosa, con el timing equivocado (un día antes habíamos conocido en la declaración de Lozoya los miles de millones de dólares que iban y venían en medio de un sinnúmero de actos ilícitos y lo más deplorable, la cruda descripción de la perversidad en un régimen putrefacto. Atrapados en esta vorágine aparece Loret con su ingenuidad adornando con producción un video de $1, 400, 000 pesos), evidentemente propagandístico y pese a ello, los comunicadores lo presentan como nota de ocho.

En conclusión, ese periodismo sin metodología seria, que considera a su audiencia como un “populacho ignorante”, que no tiene autocrítica y que evidencia su propósito propagandístico tiene los días contados y en su epitafio se leerá, “Aquí yace la prensa balín”.

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