Por: Pablo Meléndez
@jpms1500
Han pasado poco más de 3 años cuando por YouTube pudimos ver a un trailero mexicano transmitir en vivo insultos a hondureños que portaban su bandera “aquí en México, nada más mi bandera ondea” les dijo mientras pasaba a su lado.
Hace unos días en Nigeria un grupo de estudiantes apedrearon y asesinaron a una mujer por haber expresado una opinión sobre Mahoma en redes sociales.
En Europa del Éste, desde antes de la guerra, grupos neonazis circulaban por las calles realizando actos violentos contra todo el que sea al menos un poco menos blanco, signo de no ser eslavo.
Españoles caminaban por calles de Cuba para criticar filas de abasto de pan denigrando el estilo de vida del país anfitrión (30 de abril), mientras que en su nación familias no cuentan con energía eléctrica por los altos costos y su estructura inmobiliaria ha estado rota desde el 2008, sin mencionar que son considerados la peor clase de europeos entre las naciones vecinas.
El odio es odio sin importar el color con el que se pinte; es una lección que se creyó haber entendido tras la Segunda Guerra Mundial, pero las naciones se inundan de violencia y odio xenófobo.
Europa se ha convertido en un centro de difusión de odio, su nomenclatura como “primer mundo” no ha sido relevante para que un nicho de población empobrecida sienta recelo contra el otro.
Existe un fenómeno mundial atizado por la pandemia en el que la gente trabaja más, gana menos y los costos se inflan en comparación con lo que vivieron sus padres; así gobernadores y grupos de política de ultraderecha han usado el discurso xenofóbico para destacar la culpabilidad de alguien por la crisis (como hizo Hitler contra los judíos).
En México esta actitud se había quedado oculta tras una cortina de gobernanza saqueadora pero despertó cuando los tres partidos, que hoy sabemos que siempre actuaron juntos (PAN, PRI, PRD), perdieron el poder tanto federal como en diferentes Estados, fue ahí donde explotaron y hoy los vemos despotricar todo el tiempo con insultos, rostros enrojecidos y voces llenas de frustración.
Los hemos visto perder toda la clase que tanto simularon tener cuando gobernaban con lujo de opacidad, han formulado frases como: anciano, gorda, codos negros, naco, chairo, etc. dejándonos ver lo que siempre quisieron decir con Nini (su insulto para aquel que no lograba insertarse en la corriente de corrupción). Los vemos soñar con la corona francesa regresando a México en una tercera intervención y toman a este “primer mundo” como la base de su política.
El mexicano no debería de caer tan bajo como los Europeos señalando a un culpable externo como responsable de nuestras desgracias, aunque irónicamente son las empresas extranjeras, aquellas en las que inocentemente hemos confiado para que traigan empleo y lo único que hicieron fue saquear hasta el punto de haber perdido en el periodo neoliberal, la mayoría de nuestros derechos laborales.
Pero claro, el miedo infundado contra el migrante sólo se aplica a los que vienen de condiciones de pobreza y no para el blanco que prácticamente ha desalojado a familias originarias de ciudades, como la gentrificación de Santa Fe.