Como se hizo en el porfiriato, desde el gobierno de Zedillo se vendieron las concesiones de trenes a empresas privadas y se abandonó en México la comunicación por esta vía, que en el resto del mundo es la más eficiente para trasladar mercancías y personas.
La falta de atención hacia este medio de comunicación, barato y eficaz, nos llevó a que hoy exista una infraestructura moribunda de 3,525 kilómetros de vías férreas que se encuentran sin operación o en desuso, porque no fueron concesionadas y los gobiernos anteriores simplemente estaban ocupados en hacer negocios sucios sin preocuparse de su existencia, o bien, algunos tramos fueron abandonados por los concesionarios sin que hubiera consecuencias al respecto.
El afán del actual gobierno por crear infraestructura de comunicación rápidamente y a un costo bajo, está rehabilitando el sistema ferroviario nacional como no se había visto en más de 100 años, sin necesidad de concesionarlo a oligarcas saqueadores o a empresas extranjeras.
Con una inversión de 261 mil millones de pesos, el gobierno federal realizará cinco proyectos, con la finalidad de rehabilitar el sistema ferroviario mexicano que se encontraba completamente olvidado.
Esta rehabilitación del transporte ferroviario, abarca la construcción del Tren Maya, la ampliación del Tren suburbano hasta el AIFA, un tren de pasajeros en el Istmo de Tehuantepec, el Colima-Manzanillo, el tren ligero Naucalpan-Buenavista y la conclusión del Tren Interurbano México-Toluca, entre otras obras.
Con el desarrollo de todos estos proyectos, se busca promover el 40% de la carga terrestre para mover 123 mil millones de toneladas entre 2020 y 2030. De acuerdo con las proyecciones del gobierno, esta infraestructura beneficiaría a mil 200 millones de pasajeros que se transportarían por el tren para el mismo periodo.
Esta mega inversión, incluye la obra insignia de esta administración del Tren Maya, que está próximo a inaugurarse en 2023, que conectará a las principales ciudades y zonas turísticas de la Península de Yucatán en 5 estados del país; la ampliación del Tren Suburbano hasta el aeropuerto de Santa Lucía y una vía para conectar la refinería Dos Bocas con el sistema nacional ferroviario.
Los trenes Manzanillo-Colima, el Tren Ligero de Naucalpan, el Metropolitano de la Región Capital-Banderilla-Velódromo, el Xalapa-Coatepec-Xico, así como un tren de pasajeros en el Istmo de Tehuantepec en el Corredor Transístmico, que complementará los servicios de transportación de contenedores entre el océano pacífico y el atlántico y que será uno de los centros neurálgicos más importantes del comercio mundial.
Aquí tendríamos que recordar los grandes proyectos de infraestructura ferroviaria anunciados en el gobierno de Peña Nieto, que eran dos trenes de pasajeros; uno de México a Querétaro, cancelado un día antes de que se publicara la investigación sobre la Casa Blanca de La Gaviota, que estaba asignado a una empresa china en consorcio con la de su amigo Higareda, cuyo resultado fue que México tuviera que pagar 500 millones de dólares de multa a la compañía china por cancelar la obra.
El otro, el Tren México-Toluca, que fue proyectado para terminarse con un costo de 25 mil millones de pesos, cuya obra se quedó tirada después de que los corruptos del gobierno anterior se repartieron los moches por la firma de contratos, y que el gobierno actual está terminando a un enorme costo de 90 mil millones para no dejar el tiradero así como la inversión perdida en el inicio de los trabajos.
De esta magnitud es la diferencia entre lo que pudieron hacer los gobiernos de saqueadores y lo que se puede llevar a cabo aplicando una administración austera y eficiente, que además no se endeuda con la excusa de realizar grandes proyectos de humo que solo sirven para robar.
Como dijo el escritor inglés Gilbert K Chesterton: “Se dice que los ladrones respetan la propiedad. Sólo desean que la ajena se convierta en propia para respetarla mejor”.