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¿No quieres refinería? Probablemente eres un Fifí-fake.
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¿No quieres refinería? Probablemente eres un Fifí-fake.

Por: Rafael Redondo
@redondo_rafa

Con la compra de la refinería Deer Park en Houston se desató (otra vez) la reacción de los mismos de siempre cuya única palabra en su vocabulario parece ser, no: el fifí-fake.

Sé que es inútil ponerle un poco de lógica a argumentos viscerales; sin embargo, siempre es pertinente tratar de mantenernos con la cabeza fría.

Una transición de fuentes fósiles de energía a energías cero emisión de carbono es un proceso que tiene que asegurar tres pilares:
1) sustentabilidad ambiental, 2) acceso y seguridad de estas nuevas formas de abastecimiento energético a la población en su totalidad y 3) asegurar crecimiento y desarrollo económico.

Casi el 50% de esta energía con emisiones de carbono se utiliza en: generación de energía (para que puedas cargar la batería de tu celular) y automóviles ligeros (13%). La otra mitad, es el llamado “hard to abate” (difícil de abatir): automotores pesados, hierro y acero, aviones y buques para quienes hoy, no existe sustituto.
Juega un papel fundamental en esta transición la situación económica de cada país; Estados Unidos no contamina de la misma forma que México y la adaptación y acceso a tecnologías para la sustitución tampoco es la misma.
El panorama no muestra una factibilidad a corto plazo.

Hoy, tenemos una refinería pagada al contado, funcionando y con inventario (no es una chatarra en absoluto como Agronitrogenados). Para Estados Unidos pese a ser una de sus refinerías más grandes, no tiene el mismo valor que para México. Para nosotros significa seguridad energética (la energía es un rubro de seguridad nacional) y por tanto su rentabilidad se incrementa. Sólo recuerden lo que padecieron los estados fronterizos luego de la nevada en Texas el pasado invierno.

Su adquisición no es cualquier cosa para México, es un acierto y no tiene nada que ver con un discurso ambientalista, significa asegurar que el país se siga moviendo.

Vuelvo al punto de inicio. Sé que cualquier argumento no hace mella en la mente del Fifí-fake así que mejor te invito Fifí a que antes de conflictuarnos por el problema ecológico, atendamos un problema aún mayor, con un origen más antiguo que AMLO, más antiguo incluso que nuestros pininos en la industrialización. Hablo de un clasismo clavado como un tumor que tiene origen en la génesis misma de nuestro país.

México es una nación cuya fundación fue resultado de una conquista mestiza. Llevamos en genes y/o cultura una dualidad enfrentada, la del vencedor y el vencido. El blanco, europeo, exitoso, fuerte, rico por un lado; en el extremo opuesto está el indio, moreno, débil, perdedor, pobre. Estoy utilizando generalidades pero es con generalidades que funciona nuestro nivel emocional.

Este paradigma es desde luego, la visión del vencedor, imagen que nos persigue cada vez que nos miramos al espejo. En otros procesos de conquista el conquistador aísla o hace desaparecer al conquistado pero no es nuestro caso. En nosotros ambas conviven, nadie quiere ser parte de los vencidos pero tampoco podemos alcanzar del todo el lugar del vencedor. Nos tocó experimentar la confusión y el conflicto de la realidad y la aspiración. Esta visión provoca un sentimiento de inferioridad (Octavio Paz lo describe y escudriña magistralmente en El Laberinto de la Soledad).

Todos los mexicanos hemos experimentado esta confusión de identidad, hemos rechazado nuestro yo vencido y nos hemos frustrado por no parecernos a quien se nos impuso como modelo a seguir. Hemos visto como inferior al más moreno y nos teñimos de rubio el pelo, frustrados por no ser del todo blancos. Para los estados del norte chilangos y demás sureños son prietos, chaparros y feos; los guapos están en Guadalajara o Monterrey (¿Sí?). Queremos caucásicos en la tele, la mercadotecnia nos vende imágenes de personas diferentes a nosotros porque de lo contrario, sus productos no se venden. El problema no es de las televisoras, es sólo nuestro. Hemos visto hermoso al miembro más “blanquito” de la familia y mostrado desdén hacia el moreno. Quien lo niegue, o no es mexicano o miente.

La diferencia o escape de ese lastre sucede cuando logramos trasladar esa frustración, de la emoción al consciente. Aceptar que lo sentimos y entonces, podremos darnos cuenta del nivel de estupidez que envuelve a esta forma de relacionarnos, no sólo con los demás sino con nosotros mismos.

Este odio al perdedor, esa etapa no superada de la sociedad de castas experimentada durante tres siglos de vida colonial en un país con un desequilibrio insultante en la distribución del ingreso, se convierte en terreno fértil para que el racismo se disfrace de clasismo. La aspiración es entonces la vida de lujos del blanco (nos es difícil concebir en nuestro prototipo imaginario del millonario a un indígena) y el repudio es ahora hacia esa pobreza tan intensa, que con toda razón no queremos para nosotros ni para nadie. La batalla por palpar siquiera ese nivel de riqueza y lujos inalcanzable para la mayoría es tan feroz, que los más temerarios son capaces de todo (tranza o lo que sea necesario) para lograrlo.

El panorama mexicano: Ricos muy ricos que mientras sigan haciendo lo suyo, se les aseguren sus inversiones y crecimiento económico sin estallidos sociales no tendrán mayor problema (salvo algunas excepciones) en sentido estricto son ellos los Fifi. Los pobres que seguirán también en lo suyo, trabajando y buscando mejorar su calidad de vida y muchos hoy se sienten representados. Pero está la clase media y media alta. Es en este segmento donde la confusión y frustración se intensifica (yo estudié, viajé, busqué un marido o mujer “blanquita” para pertenecer a ese círculo alto y no lo logro. ¿Soy Fifí o sólo Fifi a medias, chafa, fake?). Es en este segmento del “no soy rico ni pobre” donde anida el odio (sí, odio) hacia el Presidente.

Aquí algunas frases de las miles que leo o escucho todos los días entre los Fifí-fake (costó trabajo hacer la selección porque el nivel de disparates es amplio; pero en la cuenta de Twitter de Denisse Dresser, epítome del clasismo mexicano puedes encontrar un compendio de frases Fifí-fake):

1) “Habla horrible el “pendejo” (con papa en la boca y arrastrando las frases porque eso, es “chic”)”. ¿Pendejo y papa en la boca es hablar bien?

2) “México necesita un Presidente que sea elegante y vista bien como Justin Trudeau”. ¿Los líderes se eligen por casting? ¿Trudeau tiene el nivel de Ghandi?

3) “Pinche naco, le hace falta clase”. Supongo que decir pinche y naco sí es lenguaje nivel aristocracia.

4) “No habla Inglés (no porque le vean utilidad al bilingüismo, sino porque creen que hablar Inglés es “chic” aunque en orden de realidades el Inglés hoy, es un idioma popular. En cualquier lugar del mundo donde te pares alguien lo habla)”. ¿Biden habla Español o Francés o Chino?

5) “Se salta todas las leyes”. Ojalá me mencionaran una ley que violó de manera arbitraria.

6) “Se pelea con las instituciones”. Todas las democracias tienen una vida interinstitucional intensa. ¿Cuántas veces en Estados Unidos se han enfrentado la CIA con el FBI, el Ejecutivo con el Congreso, el Congreso con la Suprema Corte? ¿Ahora también somos mojigatos y preferimos tragarnos nuestro vómito para guardar las buenas maneras?

7) “Es un dictador”. En un régimen dictatorial es muy probable que si le llamas “Kks” al dictador, tus días estén contados.

8) “Somos socialistas como Venezuela”. No veo que los capitales sean expropiados o huyan del país. Por el contrario, pese a la pandemia estamos en el Top Ten de captación de inversión extranjera. ¿Los capitales invertirían en un país inestable? ¿Ya pueden dar una definición concisa de Socialismo o todavía no? ¿Cómo te conviertes en Venezuela con el compromiso que representa el T-MEC?

9) “No invierte en salud”. ¿La reconversión hospitalaria y las vacunas (negociación, transporte y logística de aplicación) las ganamos en la catafixia con Chabelo?

10) “Votaron por él los ignorantes”. La gente con menos recursos vive al país de frente. Siempre es el sector al que cualquier acontecimiento le pega recio, se la rifa todos los días y es quien conoce mejor el camino porque diario lo recorre. Por tanto, conocen mejor al país real no al país de las ilusiones Fifí-fake que se parece más a Suiza. ¿De qué ignorancia me hablan?

11) Y toda una retahíla de descalificaciones: Gatell es un imbécil (¿Neta?), nos quiere quitar nuestra religión (¿Les molestó tanto la estampita que una vez sacó en una mañanera pero quiere acabar con la religión? ¿Por fin?), AMLO odia a las mujeres (nunca ha habido tantas mujeres en un gabinete), no es ecologista (¿No es el medio ambiente el origen del enfrentamiento con las mineras canadienses?), bla-bla-bla. Ni un sólo argumento racional. Si existiera ese país que describen, simplemente no habría país. Lo único que hay en esos argumentos es emoción sin raciocinio: delirio.

El conflicto real de esta gente contra AMLO es uno, que tanto él como su base representan su peor pesadilla: el moreno, el ignorante, el indio, el pobre. Este grupo quiere al indio sólo como adorno, folklore, turismo pero no lo quieren cerca a menos que sea quien les sirva. Ya vimos carteles en sus marchas diciendo claramente: “No quiero que mi sirvienta me gobierne”.

Este grupo y su mentalidad impide que el moreno tenga herramientas y desarrolle sus capacidades, esta mentalidad abona a la disparidad social, esta mentalidad es un lastre para el país porque estamos perdiendo capital humano repudiando a todo aquél que no haga juego con El Palacio de Hierro Polanco. Ese es el conflicto real contra AMLO: la frustración de no estar en el nivel anhelado y descargo mi furia contra quien consideran inferior.

Mientras miembros de este estrato social no se asuman como clasistas sin hipocresía y lleven al plano consciente su verdadero conflicto, nunca verán los errores reales de AMLO. AMLO no dividió al país, sólo evidenció esa división cuando los acostumbrados a la fanfarronería y a no permitir que un indio entrara al antro o restaurant de moda de pronto, ven empoderado a ese sector hundido por siglos en una injusta pobreza por carecer de los medios para potenciar sus capacidades.

Espero que esta gente logre elevar la discusión de las tripas al cerebro porque al final, AMLO terminará su sexenio y se irá, pero ese odio hacia el país de verdad, al México moreno permanecerá dañando nuestra sociedad. De nosotros depende no de AMLO, que esta mentalidad retrógrada desaparezca o que nos siga obstaculizando no sólo como país, sino que continúe haciendo daño a nuestra identidad personal.

FUENTE: World Economic Forum

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