La revolución de las conciencias
El reciente arresto en los Estados Unidos del General Cienfuegos, ex secretario de la defensa en el sexenio de Peña y oficial mayor en el de Calderón, si bien es extraordinariamente relevante, representa el capítulo más reciente que comprueba el profundo deterioro y podredumbre del período neoliberal y especialmente de los dos últimos gobiernos.
La penetración de la cultura aspirancionista que tanto fomentaba la política tecnócrata, que medía el éxito en función de cuanto se tiene, alabando los logros académicos, pero separándonos por completo de la conducta de las personas, provocó que los personajes públicos como periodistas, comentaristas, empresarios y políticos rindieran culto al dinero sin importar cómo se obtiene, pervirtiendo por completo todas las áreas de la convivencia social.
De ahí la enorme lista de periodistas que abandonaron a sus lectores o audiencias para enfocarse en rendir tributo y desvivirse en alabanzas hacia el poder político y del dinero, siendo profusamente agradecidos económicamente por los beneficiarios de tan efusiva lisonja, creando con ello una élite de la información sesgada y tergiversada pero muy bien pagada.
Unos comentaristas e intelectuales capaces de llegar a la infamia de la indignidad con tal de halagar a sus mecenas, externando opiniones que sonrojarían a cualquier persona con un poco de amor propio y atacando sin piedad con mensajes abiertamente falsos e inventando conspiraciones fantasmales en un vergonzoso intento de descalificación a quien ponga en peligro su deleznable fuente de ingresos.
Empresarios que dejaron de serlo, o que nunca lo fueron, convirtiéndose en viles “coyotes”, traficantes de influencias, que jamás han conocido el honor de un negocio bien cimentado pues basan sus fortunas en la tranza y el cochupo, en la evasión o elusión de impuestos y en los negocios al amparo del poder, y que ahora que se les exige competir bajo las reglas del libre comercio ya no saben cómo hacerlo y vuelcan su frustración hacia un gobierno que tan sólo les pide un mínimo de iniciativa, ingenio y espíritu emprendedor.
Y los políticos se rindieron ante la corrupción y el dinero fácil, olvidando por completo que estaban ahí para ejercer un mandato y no para asumir un puesto, negaron la esencia misma de la política y se convirtieron en mercaderes de la miseria y el engaño, enriqueciéndose obscenamente en el proceso y ahora derraman su dolor por las calles, torpemente pretenden recuperar su oprobiosa posición oponiéndose a todo lo que dicte el nuevo gobierno, faltándoles siquiera un poco de sentido común ofreciendo alternativas reales.
Todo lo anterior penetró como un cáncer en la sociedad en su conjunto que, después de cuarenta años de acondicionamiento neoliberal, ahora le cuesta mucho trabajo dejar los vicios inculcados en muchos casos desde la niñez. Así se perpetúa el rompimiento del tejido y el pacto sociales, continuando con conductas nocivas que van desde la falta de respeto por las leyes y los derechos de los demás, hasta acciones evidentemente delictivas como corromper servidores públicos para “facilitar” trámites, pues recordemos que no existe un corrupto sin un corruptor.
Tampoco hemos dejado atrás el paternalismo gubernamental que trata a la sociedad como si fueran infantes desobligados e irresponsables, asumiéndonos nosotros mismos como tales, quejándonos de que “el gobierno no hace nada”, mientras nosotros seguimos pasándonos los altos, indignándonos porque “el presidente no usa cubre bocas” como si la protección individual no dependiera de cada uno de nosotros mismos y sólo decidiéramos a proteger nuestra salud si “nos dan el ejemplo”.
Sí, el gobierno de la cuarta transformación está haciendo lo suyo, cumpliendo lo prometido en el “Proyecto de Nación 2018” y por lo cual votamos. Ya no más empresarios enriqueciéndose ilegal e ilegítimamente, ya no más pagar noticias y opiniones, ya no más políticos ricos con pueblo pobre, ya no más compra de voluntades… ya no más
Ahora queridos lectores, el balón está en nuestra cancha y nos toca hacer nuestra parte. Dejemos ya todas las conductas que sabemos perfectamente que son ilegales, inmorales y antisociales, porque esto es nada menos que una
¡REVOLUCIÓN DE LAS CONCIENCIAS!