En una democracia el concepto de buen gobierno, se interpreta en función de que los beneficios alcanzados a través del desempeño de la administración pública se distribuyan entre la mayoría de los ciudadanos de un país. Por esta razón, la realización de un buen gobierno resulta ser un mandato de la mayoría para quien ocupe y dirija las estructuras del poder público.
En México salvo por períodos muy cortos de la Historia, desde mucho antes de la llegada de los conquistadores, hemos vivido gobernados por monarquías que después fueron sustituidas por oligarquías, representadas por distintos grupos de individuos que secuestraron el poder público para beneficio propio.
Solo hay que recordar que las hipótesis más sólidas para explicar la desaparición de las civilizaciones precolombinas como la Olmeca, la Maya, la Zapoteca y la Teotihuacana, son aquellas que señalan rebeliones masivas contra los monarcas, a causa de que sus abusos sobre la población crecieron más allá de la tolerancia que podía profesarles la mayoría.
Así pasó México por la Colonia, donde las decisiones y los privilegios estaban sujetos a la voluntad de la corona española, por el primer imperio, por el desastre de los 11 períodos de gobierno de López de Santana, por el segundo imperio, por el porfiriato, por los generalatos postrevolucionarios y el desarrollo estabilizador, hasta desembocar en el neoliberalismo, con gobiernos oligárquicos extractivos durante 500 años casi ininterrumpidos sin conocer la democracia.
Durante nuestra Historia moderna, se otorgaron concesiones a la mayoría que servían para poder disfrazar de democracia al control oligárquico de los distintos gobiernos, que ahora no servían ya al poder de la corona española, sino a los intereses de las barras y las estrellas, pasando por presidentes que actuaban como informantes de la CIA, hasta llegar a ser gobernados por discípulos con lavado de cerebro, convertidos en empleados obedientes al servicio de los intereses de pequeños grupos de poder.
El concepto de democracia es desconocido para la derecha mexicana en su acepción auténtica, como un sistema político donde manda el pueblo, porque la palabra siempre fue asignada a un disfraz que les permitía saquear en beneficio de unos cuantos. En su radar conceptual no existe tal cosa como la de gobernar a partir del mandato de la mayoría, porque eso nunca se ha hecho en México.
Dada nuestra Historia, no están acostumbrados a pensar que hacer un buen gobierno tiene algo que ver con actuar en beneficio de la mayoría. De hecho cualquier acción que el gobierno realice en este sentido, la confunden con una estrategia electoral, porque en sus gobiernos el pueblo solamente recibía algún beneficio a cambio de mantenerlos en el poder, a través de procesos electorales amañados.
Aunque hacer un buen gobierno no es de hecho una estrategia electoral, sino un mandato democrático, como consecuencia natural de ello puede derivar en el apoyo mayoritario a favor de quien lo aplica.
Hoy resulta divertido observar a la derecha mexicana desesperada, confundiendo y acusando al gobierno de utilizar una estrategia electoral, por el simple hecho de estar realizando el mandato de un buen gobierno en beneficio de la mayoría.
Desde su estrecho entendimiento se revuelven en la angustia de la confusión, mientras observan apanicados cómo se alejan velozmente sus oportunidades de volver a controlar el erario y las riquezas del país.
Como decía la escritora británica Anne Austen: “La confusión es un signo muy sutil de la paranoia”.