Carlos Loret de Mola lleva días pretendiendo impulsar una campaña de desprestigio sobre ciertos funcionarios públicos, a los que acusa (sin pruebas reales), de haber participado en un “carrusel” para utilizar recursos ilegales, en la campaña del hoy presidente López Obrador, hace poco más de tres años.
Y no pasa nada. Pese al esfuerzo diario del “Amo del Montaje”, el engaño no rinde frutos.
Carmen Aristegui presenta en su portal de noticias, una más de sus “investigaciones profesionales”, en la que pretende evidenciar que la violencia en nuestro país, es más alta, comparativamente hablando, que la registrada durante los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Utiliza mediciones tan ambiguas y faltas de sustento real, como aquellas otras que usó para señalar a distintos medios de información en plataformas digitales y a usuarios de redes sociales, de ser parte de supuestas granjas de bots pagadas por el gobierno.
Aristegui hace el trabajo sucio, con el profesionalismo que se espera de alguien que domina el campo del periodismo. Pero nada pasa. El ataque no prospera.
Denise Dresser, amiga entrañable de Aristegui, publica en el Reforma y en sus cuentas en redes sociales, un “análisis” personal, en el que acusa al presidente López Obrador de haber aplicado a la democracia y al país, un Autogolpe de Estado, al haber firmado el acuerdo que permite al gobierno federal, considerar como obras de seguridad nacional, a los proyectos emblemáticos de la Cuarta Transformación. En el portal Aristegui, condena al presidente y vuelve a señalar que estamos viviendo tiempos en que se construye una dictadura, disfrazada de democracia. Y nada pasa. Sus críticas no convocan a la sociedad y para terminar de dejarla mal parada, la Suprema Corte de Justicia, determina que el decreto es constitucional y que lo único que debe garantizar el gobierno, es el acceso a la información sobre estas obras.
Javier Sicilia señala que el presidente López Obrador, utiliza mecanismos de control social, similares a los que usó Adolfo Hitler en la Alemania nazi. Habla de los ciudadanos que acudieron al zócalo de la Ciudad de México, con motivo del tercer informe de gobierno del presidente, como de “una masa manipulada”.
Una masa que es controlada por la ideología de corte nazista, que impulsa el presidente desde sus conferencias mañaneras. La revista Proceso difunde este “análisis” de corte fascista y lo replica durante dos días en su portal noticioso. Y tampoco pasa nada.
Por último, Sergio Aguayo, un opaco investigador en el Colegio de México, conocido en el medio en el que se mueve cotidianamente, pero de poco prestigio el grueso de la sociedad mexicana, publica una columna en el Reforma, en la que acusa al presidente López Obrador, de estar cerrando cualquier cause para el diálogo con el profesorado y los alumnos que protestan en el CIDE, por el nombramiento de un nuevo director, que nada tiene que ver con las corruptas administraciones del pasado.
El CIDE ha sido un espacio de privilegios para algunos. Una cantera de “científicos” de corte neoliberal, que en más de un caso, han pasado a engrosar las filas de las organizaciones financiadas por Claudio X González. Tales son los casos de Salvador Camarena y Gabriela Warkentin, por citar solo dos ejemplos. Aguayo pretende crear un paralelismo entre la política represiva del expresidente Gustavo Díaz Ordaz y el combate a la corrupción que impulsa el presidente López Obrador. Siendo otro de los amigos de Carmen Aristegui, esa plataforma informativa da total cobertura al análisis amañado del pretendido investigador. Pero no pasa nada.
Los intentos conservadores citados anteriormente, corresponden a hechos de los últimos días. No son noticias extraordinarias en la prensa del país, puesto que ataques al presidente, se dan a diario, por parte del periodismo financiado por los grupos políticos y empresariales de la derecha.
Lo relevante en estos asuntos, es que pasan sin pena ni gloria, ante los ojos de una sociedad, a la que estas noticias nada le dicen.
El periodista puede apellidarse López Dóriga, Loret, Riva Palacio, Aristegui, Hernández López, Gómez Leyva, Sarmiento, Krauze (hijo), o disfrazarse de payaso como Víctor Trujillo y el resultado es el mismo. La información que publican carece de credibilidad.
Lo mismo pasa con los intelectuales como Krauze (papá), Aguilar Camín, Silva Herzog, Martín Moreno, Elizondo Mayer y otros. La gente no cree que verdaderamente representen lo mejor de la cultura y el pensamiento en México.
Los ataques al presidente López Obrador y al gobierno de la Cuarta Transformación han arreciado por parte de la prensa convencional. Pero es como si no se dieran. No tienen repercusión social. Nadie los atiende.
Esto tiene que ver con las nuevas formas de comunicación que se están dando en nuestro país desde hace poco tiempo.
En la conferencia mañanera del día de hoy, el presidente López Obrador habló al respecto. “Los jóvenes ya no leen periódicos. Se informan mediante otros mecanismos de comunicación. Las redes sociales significan un cambio que está en marcha y al que debemos adaptarnos todos”.
La conferencia mañanera es uno de esos vehículos en la comunicación, que contribuye al ocaso de una prensa “desinformativa”, que vive una etapa de decadencia y desprestigio. Pocos creen en ella.
Las redes sociales por el contrario, van tomando forma y fuerza en lo que corresponde a difusión de información. Las plataformas digitales que impulsan el periodismo ciudadano se fortalecen. “Y ése es el cambio de mentalidad que estamos viviendo como sociedad en este momento. Un cambio histórico”, ha dicho el presidente López Obrador.
La guerra sucia que intenta manchar, denigrar, ofender, mentir y calumniar, está condenada al olvido.
Son muy pocos los ciudadanos que atienden a lo que escribe el periodismo de la “suciedad”.
La gente aprendió a distinguir la verdad, por oculta que quieran dejarla, de la sarta de mentiras que publica el periodismo pagado por políticos y empresarios que defienden al neoliberalismo corrupto.
“La sociedad mexicana es la más politizada en el mundo. En ese aspecto, México es vanguardia” señala el presidente.
Y tiene razón. Ni los corruptos, ni los viejos “chayoteros”, pueden engañar al pueblo, en tiempos de la Cuarta Transformación.
Nosotros ya somos otros.
Malthus Gamba