Con la novedad de que el panista Ricardo Anaya, expresidente de su partido, exlegislador y expresidente de la mesa directiva en la Cámara de Diputados durante el proceso de la reforma energética y excandidato a la presidencia de la república, domiciliado en Atlanta, Georgia en los Estados Unidos, se fugó para esconderse de una supuesta persecución política en su contra, la cual ni él mismo cree.
Su desempeño profesional no es algo que pudiéramos calificar como una carrera sin mancha, después de enterarnos de sus travesuras en la denuncia que le presentaron siendo candidato presidencial y posteriormente en la que lo incluyó Lozoya como uno de los principales vendedores de la riqueza petrolera del país al extranjero, entregando su firma a cambio de 7 millones de pesos.
Para este vende patrias, ese fue el precio que cobró por entregarle a los extranjeros las reservas petroleras de México, entre otras muchas fechorías que aprobó para beneficiar a los oligarcas y a funcionarios corruptos traidores a la patria, como la reforma laboral y la educativa por solo dar dos ejemplos.
En uno de sus acostumbrados videos a través de los cuales no motiva a nadie, en los que siempre vemos la evidente actuación forzada de un mitómano compulsivo intentando no parecerlo, informa que el Presidente López Obrador quiere meterlo a la cárcel y que huye por lo que considera una persecución política.
Sentir que el presidente de la república, que trabaja 16 horas diarias de domingo a domingo y que ha logrado transformar la vida pública del país en casi todos los aspectos, esté preocupado por perseguirlo, es una clara manifestación de una persona con trastornos mentales profundos que pueden calificarse como narcisismo o egolatría.
Dice Anaya que la razón por la que lo persigue el presidente es para evitar que sea candidato a la presidencia otra vez, porque le estorba para sus planes futuros.
Su egocentrismo extremo lo hace ver una realidad inexistente, en la que él se ve como un gran líder político que arrastra multitudes en un país donde no vive y con el que no conecta; es cierto que el PAN con su propia disfuncionalidad colectiva podría volver a escogerlo como candidato a la presidencia de la república, a pesar de contar con mentes tan brillantes como las de Lilly Tellez, Xochitl Gálvez, Kenia Pérez Rabadán o Francisco García Cabeza de Vaca.
Este sujeto, como todos los de su calaña, no puede concebir que existan personas que dicen la verdad, porque está claro que él no está capacitado para entender algo que nunca ha intentado hacer y por esa razón no cree o se hace el que no cree en las palabras de AMLO, cuando dice que después de 2024 se va a retirar completamente de la vida pública y de la actividad política, para dedicarse a escribir.
Esos son los planes futuros del Presidente. ¿A qué se referirá Anaya cuando dice que estorba los planes futuros de López Obrador? Probablemente estará planeando impedir que el para entonces expresidente López Obrador escriba y lea, o tal vez esté urdiendo un complot editorial para que nadie publique sus libros.
Sea cual sea la ilusión que quiere venderle Ricardo Anaya a su público, la realidad tiene que ver más con las pruebas que ha venido recabando la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, a partir de la denuncia de Lozoya y probablemente con la información que sobre este sujeto debe estar proporcionando el hoy preso exsenador Lavalle, que fue su compañero en aquella época tan alegre y glamorosa, de los grandes sobornos enviados por Videgaray y Chong a todos estos vende patrias centaveros muertos de hambre, en bolsas de marcas Michel Corse y Louis Vuiton. La pregunta es ¿Si es inocente por qué huye?
Como dijo el escritor español Vicente Pinel: “La traición la emplean únicamente aquellos que no han llegado a comprender el gran tesoro que se posee, siendo dueño de una conciencia honrada”.
