¿El Estado de Bienestar como nueva forma de economía social en el siglo XXI?
Por: @mbalda16
“Arriba los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan”, así comienza la primera frase del himno proletario por antonomasia, “La Internacional”. Es precisamente en la época de crisis, en la que afloran las diversas contradicciones que se hubieran intentado ocultar a lo largo de estos cuarenta largos años de noche neoliberal en el mundo.
La pandemia del COVID 19 ha puesto de manifiesto que “la mano invisible del mercado” no fue sabia ni justa. La excesiva ventaja concedida a los grandes corporativos no ha “permeado” (en lenguaje de economista de los Chicago boys) a los amplios sectores sociales, puesto que las pingües ganancias y los beneficios corporativos sólo han permanecido en las élites empresariales y en sus primeros círculos, sin que trascendieran al grueso de la población mundial.
Por lo menos en México, los dueños de grandes corporativos (los ricos más ricos de este país, un insulto a la ingente desigualdad social imperante en estas tierras) han berreado porque el Gobierno de la República los “rescate” (a manera de una cínica evocación al robo del siglo XX que fue el FOBAPROA, en virtud del cual, las pérdidas se socializaron y aún hoy día, casi treinta años después de tan infaustos acontecimientos seguimos pagando) “sugiriendo” recetas propias de esos años: “pactos” entre las cúpulas de las carroñeras élites empresariales, los sindicatos “charros” y el gobierno de la época cómplice, en los cuales se recetaran “medidas dolorosas, pero necesarias“, que se tradujeran, según los aviesos deseos empresariales, en que toda la población nos ajustemos el cinturón, mientras los privilegiados de siempre continúen en el disfrute de sus privilegios insultantes; solicitud de endeudamiento del país con el FMI y el Banco Mundial, para “rescatar” a las voraces élites empresariales, en detrimento del bienestar de la gran mayoría de las y los mexicanos.
Estos buitres desalmados desean con todo su corazón repetir las recetas que los colocaron en Jauja, en los cuernos de la luna, añorando con mezquindad tremenda el tiempo neoliberal de la década de los 90 del Siglo XX. Aunado a lo anterior, con la crisis pandémica del COVID 19 se ha puesto de manifiesto también la incapacidad empresarial para hacer frente a una contingencia mayúscula como la que estamos atravesando en el mundo actualmente. En Europa, en Estados Unidos, en todo el orbe, los gobiernos han tenido que intervenir en sus respectivas economías, para evitar que las ya de por sí devastadoras consecuencias que dicha crisis traerá devengan en dimensiones jamás imaginadas por la humanidad en toda su historia.
Los antiguos libros de John Maynard Keynes se están desempolvando; a su vez, se están mandando al baúl de los lastres a Hayek, Friedman y toda la caterva de autores señeros de las cúpulas neoliberales. ¿No que el Estado debía concretarse a una mínima intervención en las sociedades? ¿No que los empresarios eran más eficientes para la administración de varios aspectos privatizados en el paroxismo de la fiebre neoliberal? ¿Dónde quedaron todos esos dogmas? ¿Ahora resulta que el Estado “no es tan malo, después de todo “, que se precisa con sentido de urgencia su intervención? Está más que comprobado en la cúspide de esta crisis mundial que los grandes corporativos sólo tienen un ánimo desmedido por la ganancia, negando avaramente cualquier atisbo de contribución social.
Cuando este tipo de eventos catastróficos tienen lugar, es cuando se torna en un imperativo categórico la necesidad de contar con un sólido aparato público, administrado por el Estado como garante del cumplimiento del interés superior de la colectividad, por encima de los intereses mezquinos de las cúpulas empresariales, para garantizar los satisfactores elementales a grandes capas de la población. Eso jamás lo hará la empresa privada, pues lo anterior escapa a su muy particular y cicatero interés. Es por eso que el péndulo de la historia, de nueva cuenta con esta pandemia del COVID 19 parece darle una nueva oportunidad a la gestión pública de los recursos necesarios para satisfacer las necesidades de la población.
Hoy, más que nunca, se necesita de un Leviatán hobbesiano, que garantice a las grandes mayorías el acceso a los satisfactores para alcanzar una vida digna y plena. ¿Será el resurgimiento de las ideas que claman por un socialismo al estilo soviético? Lo dudo mucho. Uno de los grandes errores del llamado “socialismo real” durante la existencia de la URSS fue, precisamente, la supresión de libertades fundamentales para los seres humanos, como las de pensamiento, expresión y asociación. Si bien es cierto que el estado socialista al estilo soviético garantizaba mínimos esenciales, de tal suerte que la vida de sus habitantes estaba garantizada “de la cuna a la tumba” -como se decía- también lo es que, sin libertades fundamentales, de poco o nada sirve tener garantizada la satisfacción de las necesidades básicas vitales.
Pero lo contrario tampoco fue la panacea, como lo estamos viendo actualmente con el COVID 19.
¿Será que dicha pandemia habrá sepultado al capitalismo neoliberal?
No sería capaz de asegurar lo anterior, pero por lo menos grandes y graves modificaciones se tendrán que realizar a los paradigmas existentes en el ámbito financiero y empresarial conocidos hasta antes de esta crisis sanitaria mundial, las cuales sin duda veremos.
Lo más probable es que se establezca, en mayor o menor medida, un nuevo “Estado de Bienestar”, en todos los países, pues se ha comprobado la necesidad de la fortaleza del Estado para proporcionar a la gran mayoría de la población servicios sanitarios, de seguridad social y de apoyos económicos, en coexistencia con un mercado compuesto por agentes económicos que realicen las operaciones necesarias para el desarrollo económico, bajo la égida y tutela de la regulación estatal y la observación del Estado como rector del desarrollo económico, a manera de un supremo árbitro, que se encargue de atemperar -en la medida de lo posible- las ingentes desigualdades existentes en la sociedad en su conjunto.
Por lo menos los próximos años post COVID 19, serán los años del resurgimiento de este modelo de bienestar social, con una activa participación del Estado en el ámbito económico. No puede existir un libre mercado sin justicia social.
Es necesario lograr un equilibrio. Sin duda se necesitan al mercado y a la iniciativa privada, pero también se necesita al Estado fuerte, poderoso y capaz de tutelar a los sectores más débiles de la población. Un equilibrio entre ambos principios es más necesario hoy que nunca.
Se necesita un Leviatán adaptado a las necesidades sociales del siglo XXI, capaz de garantizar una existencia vital justa para todas y todos.
Miguel Francisco Barrera Aldama.
Abogado, profesor y escritor.