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Una y otra vez, hasta que la dignidad se haga costumbre.

La primera vez que escuché de un feminicidio tenía 6 o 7 años. Luego supe de otro a los 12 años. Ambas mujeres jóvenes. Una de ellas se llamaba Reina: hoy la nombro y me pesa el corazón. Dejó un bebé de 3 años. La violaron y cercenaron su cuerpo. La abandonaron en un parque. Solo uno de los responsables fue detenido por allá del 2002. Fue puesto en libertad tras pagar una fianza. Según las autoridades 50 mil pesos valía la vida de Reina.

Inicia Marzo, mes combativo y de resistencia feminista. De norte a sur, juntas las mujeres mexicanas iniciamos acciones rumbo al 8 de Marzo.

Cerrando los primeros 2 meses del 2022 con una cifra aproximada a 71 feminicidios y una tendencia al alza del 19% de violaciones (según CONAVIM), las mujeres seguimos siendo esa cifra ensangrentada, que es encontrada en una bolsa de plástico en algún lugar recóndito de esta República que nos abandona a nuestra propia suerte.

 

 “A mí me parte el corazón pensar que, si algún día me pasa algo, mi mamá no me encuentre jamás, pienso en su agonía y no en la mía”, dije en la conversación más cotidiana posible con algunas amigas. Todas guardamos silencio, y compartimos el mismo sentimiento. Sabíamos que en cualquier momento una de nosotras tendría que caminar sola a casa, alguna tomaría un taxi en la esquina solitaria Y que existe la remota posibilidad que el novio de alguna de ellas, un hijo sano del patriarcado, resultase abusador o feminicida.

Ha pasado tanto tiempo del feminicidio de reina y hoy son 10 las muertas con las que tomamos el alimento matutino en las noticias, y resulta escalofriante la delgada línea entre decir “son” y “somos”, porque mañana por la mañana, sin falta, seremos 10 más y 10 menos.

 

Desde el feminismo que militamos entendemos que hacer un llamado a las autoridades para erradicar la impunidad que impera en nuestro sistema, es necesario, justo, y en sobremanera, urgente. Porque el progreso sin justicia y sin nosotras no existe, por ende, apostamos a nunca más volver a judicializar la vida de ninguna mujer.

Mientras tanto aquí seguiremos: unidas y organizadas. Irrumpiendo en las calles. Rayando paredes, lo haremos una y otra vez, hasta que la dignidad se haga costumbre.

 

¡Vivas nos queremos!

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