Desde diciembre de 2018 el presidente López Obrador trabaja de sol a sol para acabar con la corrupción gubernamental, disminuir la desigualdad, la pobreza y la injusticia; combatir la impunidad y la violencia, vigilar el buen ejercicio del presupuesto público y su distribución en programas sociales, además de tener que lidiar todos los días con los ataques constantes de sus opositores oligarcas que para defender sus privilegios, convocan a políticos baratos, le pagan a intelectuales asintomáticos, a pasquines y periodistas para desinformar y golpear al gobierno.
Como si esto fuera poco, al interior del propio gobierno el presidente no está teniendo un día de campo y debe lidiar con disputas internas y comportamientos contrarios a los intereses de la transformación que se han dado dentro de su equipo más cercano, ya sea porque algunos funcionarios no han entendido el espíritu del proyecto, o bien actúan motivados por intereses personales aplicando las prácticas corruptas del pasado. Esto explica que se hayan llevado a cabo una buena cantidad de cambios en secretarías, subsecretarías, direcciones generales y órganos descentralizados, ya que cuando son descubiertos, no queda otra sino quitarlos y en algunos casos hasta iniciarles juicios penales.
La mayor sorpresa se dio cuando se retiró el nombre de Arturo Herrera de la propuesta de presidencia para encabezar el Banco de México, después de varios meses en los que este nombramiento parecía ya ser un hecho. De repente y sin mayor explicación, en su lugar apareció Victoria Rodríguez Ceja, que era subsecretaria en Hacienda y que hoy es la primera mujer en presidir la junta de gobierno de Banco Central.
La Secretaría de Hacienda es el corazón de la 4ª transformación. Desde ahí se preparan la Ley de Ingresos y el presupuesto de egresos, que una vez aprobados se ejercen en la operación de las entrañas de esta dependencia. Es la herramienta más fundamental con la que cuenta el gobierno para avanzar en los cambios que van definiendo el rumbo del país, sin embargo, en estos 3 años, dos secretarios responsables de ella fueron removidos; el primero, Carlos Urzúa, por intentar operar abiertamente contra el espíritu del proyecto y el segundo Arturo Herrera, que hoy sabemos hizo más daño que el anterior.
En resumen y como lo narra Miguel Badillo en su columna de la revista Contralínea, antes de irse Herrera, se dedicó a autorizar endeudamientos a estados cuyos gobernadores ya se iban, e incluso a mandarlos con un banco para que les prestara; les adelantó participaciones federales que se gastaron, dejando a sus estados sin dinero ni para la nómina cuando entraron los nuevos gobiernos, muchos de ellos morenistas; favoreció también operaciones crediticias para empresas privadas. Todo esto sin conocimiento de presidencia.
Cuando esto se supo a partir de una investigación realizada por el actual secretario de Hacienda, a Herrera se le retiró el apoyo para dirigir Banxico y dependiendo de lo que siga encontrándose a partir de su gestión, no se descarta que pueda llegar a tener que responder legalmente por algunas de las cosas que hizo por su cuenta y por las que aún no sabemos qué beneficios recibió.
Lo que resulta increíble, inexplicable y frustrante, es que la propia gente del círculo más cercano al presidente, de hecho uno de sus funcionarios más relevantes en el proceso de cambio que está costando tanto trabajo, sabotee el proyecto desde el corazón mismo de la transformación y traicione no nada más a su jefe, sino a todos los que estamos impulsando el avance del país.
Como dice el proverbio chino: “Es fácil esquivar la lanza, pero no el puñal oculto”.