Los mexicanos debemos entender que, para fines prácticos, el sexenio del presidente López Obrador terminó. Lo mató el coronavirus y las consecuencias económicas que desata la enfermedad.
El presidente debe por tanto desalojar Palacio Nacional, apagar la luz antes de cerrar la puerta y retirarse silenciosamente a su casa en Palenque, Chiapas.
Por otra parte, debemos comenzar a entender que López Obrador nunca fue un Dios. En todo caso, si lo hubiera sido, queda claro que el pueblo adoró a un Dios falso. En consecuencia, habrá que entender también que Felipe Calderón no es una encarnación del demonio y que para que México recupere el rumbo democrático, debemos de aceptar al expresidente de la fallida guerra contra el narco, como uno más entre nosotros.
Por el bien del país, deberá detenerse de inmediato la construcción del Tren Maya, de la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto Felipe Ángeles, en Santa Lucía. Esas obras “faraónicas” deben abandonarse, para poder liberar recursos que ayuden a mitigar los estragos que cause el contagio por coronavirus.
Además, servirán también para brindar apoyo urgente a las grandes empresas, que requieren una inyección de recursos para no interrumpir actividades. Estos empresarios deben ser favorecidos con las prórrogas necesarias en cuanto a sus declaraciones anuales de impuestos y de ser posible, con alguna condonación que alivie su precaria situación económica.
En la última semana, los grupos de la derecha conservadora, activos permanentemente en redes sociales, en las frecuencias radiales y ventanas televisivas, ya que en la vida real carecen de presencia verdadera, han intentado fijar el escenario descrito líneas arriba.
Según ellos, el sexenio de cambio impulsado por la Cuarta Transformación, terminó. No hay futuro posible, puesto que el difícil momento económico que se avecina, termina con cualquier intento de cambio de régimen.
Los mexicanos deberemos entender que mantener la forma de vida impuesta por el neoliberalismo, es lo más adecuado en estos tiempos. Nada de cambios riesgosos que pongan en mayor peligro la de por sí precaria situación nacional.
Jugando con el miedo, tan a flor de piel en este momento, la clase conservadora hace campaña para mostrar a la sociedad un panorama de peligro, si se sigue el rumbo propuesto por el gobierno de López Obrador.
Plantea al mismo tiempo, que la verdadera seguridad para país, se encuentra irónicamente en la pendiente de corrupción que impulsaron los gobiernos neoliberales.
El pánico fabricado en los medios masivos de comunicación, tiene ese fin. Controlar a una sociedad dudosa y temerosa, ante un enemigo que acecha en todas partes.
El miedo social, es la última de las armas que le quedan en reserva a los grupos reaccionarios en el país. Y la difunden a través de sus periodistas, medios de comunicación masivos y redes sociales.
Intentan que el ciudadano común, olvide o perdone todos los crímenes del neoliberalismo y que consienta en darle una nueva oportunidad, ante una catástrofe que los mismos grupos reaccionarios construyen mentirosamente.
Hay un número indeterminado de ciudadanos que hacen caso a esta estrategia del pánico colectivo. Pero al parecer, siguen siendo minoría.
El pueblo informado sabe que la atención que está dando el gobierno de México al problema de salud que enfrenta el mundo entero, es el adecuado. La presencia del doctor Hugo López Gatell en las conferencias diarias, que brindan información oficial sobre el estado que guarda la epidemia en el país, ha sido de la mayor relevancia.
Todo lo que el doctor Gatell había señalado anticipadamente, sobre el ritmo de difusión del coronavirus, se ha verificado de acuerdo al plan de contingencia trazado.
La organización Mundial de la Salud, ha señalado que México va un paso adelante, en lo que respecta al tratamiento que se da a este problema de salud.
López Obrador ha insistido respecto al hecho de que los recursos económicos que se requieran para el control y manejo de la epidemia, están garantizados.
Lo único que se pide al pueblo del país, es respetar en todo lo posible el programa de la Sana Distancia, para evitar llegar a escenarios de saturación hospitalaria. Si no salimos, ayudamos.
Respecto a la contingencia económica, podemos decir que es un mal que daña a todas las economías en el mundo. No es un problema que genere el gobierno de la Cuarta Transformación.
Con todo, haber salido a tiempo del modelo neoliberal, nos abre posibilidades que otras naciones no tienen. El combate a la corrupción permite no ser dependientes de los préstamos en el extranjero. La contratación de mayor deuda pública, no es una vía sana.
Hoy tenemos ahorros importantes, a consecuencia de no malgastar el dinero público y de haber sellado los puntos de fuga por donde se iban los recursos del pueblo. Contamos con reservas económicas propias.
Es mentira por tanto que el gobierno del presidente López Obrador se encuentre en una insalvable crisis de gobierno. Ni siquiera hay crisis.
Podemos calificar este momento como difícil, del mismo modo en que lo están haciendo todas las economías del planeta. Ninguna nación se salva de los efectos secundarios de la pandemia.
Pero México está en una posición de privilegio, al no necesitar mayor apoyo, que el que nace de su misma fuerza interna. No dependemos de los préstamos y condiciones que ofrecen el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Nos bastamos a nosotros mismos.
Respeto a lo dicho por Sabina Berman en un mensaje en Twitter, en el sentido de que el presidente López Obrador no es un Dios y Felipe Calderón tampoco representa al diablo y la maldad desatadas, y poco que decir.
Los comentarios se toman siempre de quien vienen.
Sabina Berman no es de ninguna manera gente de izquierda. Ni ha pretendido serlo.
El confort que brinda a ciertos sectores sociales la vida plácida del neoliberalismo, le va mejor.
Berman ha vivido en el cómodo mundo intelectual diseñado por el conservadurismo, para quienes muestran determinado talento artístico, o se dedican a la producción, dirección y difusión de alguna disciplina artística.
Sabina Berman afortunadamente, nunca ha padecido ni padecerá el horrible mundo de la marginación y el hambre que han vivido millones de mexicanos en tiempos neoliberales.
Por eso habla con tanta facilidad y desenfado de dioses y demonios. Para ella son palabras que no dicen mayor cosa.
Hablar de un mundo democrático que se da la mano y camina unido buscando su futuro, es el cuento que ha escrito para sí misma.
La realidad es que México está viviendo fuertes tiempos de cambio. Los grupos predadores del pasado quieren recuperar el poder y regresarnos al periodo de desigualdad social, violencia e ignorancia del que vamos saliendo.
Existe un conflicto serio entre una sociedad de vanguardia, que combate a diario en defensa de la verdadera democracia y los grupos económicos y políticos que usan la misma palabra (democracia), para esconder su ambición de poder y de dinero.
Y no serán los intelectuales de corte fifí y de regular éxito, los que le indiquen al pueblo el camino que debe seguir.
México y su gobierno no están en crisis. El sexenio apenas comienza y avanza a paso seguro.
Que cada quien se coloque del lado de la línea que mejor le acomode. El tiempo y la Historia juzgarán a cada cual.
La sociedad mexicana tiene actualmente serios enemigos. Están agrupados en un conservadurismo pequeño y maltrecho.
Hablar de lazos de amistad y sana convivencia entre pueblo y poderes político-económicos que buscan únicamente el beneficio de clase, es absurdo.
Ellos no desean amistad. Quieren más dinero.
El pueblo quiere paz. Pero no los quiere a ellos en el gobierno.
Malthus Gamba