MORENA: LA SUCESIÓN
Por: @bejerano_adrian
A Rafael Barajas, por obvias razones
Con los reflectores puestos en el trajín incesante del Presidente López Obrador, en la avalancha y profundidad de las iniciativas del gobierno, poca atención se ha dado a la inminente renovación de los órganos directivos de Morena, sobre todo el de su dirigencia nacional. Van estas notas para el incipiente debate.
A cinco años de su formación como partido Morena encabeza la Presidencia de la República y 8 gobiernos estatales, incluida la Ciudad de México. Es mayoría en las cámaras Federales y en más de 20 Estados.
Su dirigencia fundacional fue transitoria, el paso necesario para que el máximo dirigente, asumiera la conducción en el camino a la Presidencia. Morena va a la renovación de su dirigencia en un contexto distinto al de su fundación. Antes era oposición, hoy es gobierno. Antes el objetivo primordial era ganar la presidencia de la república para derrocar un régimen contrario al interés nacional y a la mayoría de mexicanos, hoy sus objetivos deben ser otros.
El escaso debate se ha centrado en los posibles candidatos o candidatas a la dirigencia nacional. El continuismo no representa ninguna oportunidad, valga sólo mencionar el caso Baja California y la visión de agencia de colocaciones electorales. Había un candidato por encargo, indefendible, pero no es lo más pertinente judicializar el proceso sucesorio, positivo será desenmascarar la mano que mece la cuna. La operación política en la Cámara de Diputados muestra que de allí no puede salir ningún candidato a dirigir el partido exitosamente. Finalmente, ante los señalamientos infundados de que hay una “cargada”, me permito subrayar que el proceso debe ser transparente y democrático, pero también parecerlo. Allí residirá su legitimidad.
Me parece que Taibo II y el Maestro Bátiz parten de premisas equivocadas. Al señalar que se convirtió en un partido blandengue o al hablar de la reconstrucción del partido. Morena sigue siendo un Movimiento no un partido, un movimiento con registro legal de partido pero al fin al cabo un movimiento, que se agrupo y dinamizo en función de causas y acciones impulsadas por López Obrador, en ello radica al mismo tiempo su virtud y debilidad. Lo reconoce Don Bernardo: “la organización incipiente del partido fue sustituida al inicio del proceso (la elección del 2018), por una estructura (electoral) vertical que fue la que opero con éxito para obtener el triunfo”. Lo “electoralista y buscachambas” fue parte de la campaña, los aliados sorpresivos, las candidaturas encargadas a rivales de apenas ayer.
Es un movimiento porque fuera de la dirigencia nacional la mayor parte de la estructura orgánica del partido, la más cercana a la ciudadanía, carece de vida colectiva, deliberativa y ejecutiva. Los únicos órganos que actúan son la Presidencia en funciones, la Comisión de Honor y Justicia, el Instituto de Formación Política y la recién creada Comisión de Organización para la sucesión. De los Comités de Base, las instancias municipales y estatales no hay ninguna información. Además, el partido está ausente en la agenda nacional, en temas como el huachicol, la corrupción, la guardia nacional. También en la Cdmx, en el tema de la inseguridad.
Morena tiene aproximadamente tres millones de militantes, diez veces más acudieron a votar en su favor el año pasado. Sin embargo muchos festejan, a mi entender equivocadamente, que se encuentre cerrada la afiliación, con la finalidad de que grupos ajenos a la Cuarta Transformación se lo apropien. Parten también de una premisa errónea, en la pluralidad y apertura de la campaña se sumaron personajes y grupos con fines particulares. Baste revisar cotidianamente su actuación para confirmarlo, el caso de Morelos es representativo. Cerrar la afiliación no responde a la gran interrogante que debe hacerse Morena, ¿Cómo incorporar a quienes simpatizan con el movimiento al partido? La respuesta es fundamental para la enorme tarea de transformar a México.
Coincido plenamente con el Maestro Bátiz “Morena debe rehacer sus cuadros desde abajo y en forma democrática”. Precisar principios doctrinarios; declaración de principios y un programa de acción política. Más aún, Morena debe construirse como partido. Por ello, los nuevos objetivos de Morena deben ser la construcción y consolidación de sus estructuras nacionales, estatales y municipales; y convertirse en actor político con incidencia nacional.
Las tareas primordiales deben ser la organización, la conformación de su estructura en los diferentes niveles, la capacitación electoral y la formación política. Serán muy necesarias para enfrentar el golpe blando que diariamente impulsan los prianistas y sus aliados, los empresarios rapaces, la comentocracia y los medios tradicionales.
En estas tareas será fundamental el Instituto de Formación Política, una gran iniciativa para contrarrestar 90 años de cultura priísta. Debe ser el motor de una nueva conciencia social y promoción de la participación no sólo entre la militancia del partido sino también de la Sociedad. Con una visión más amplia, más allá de las conferencias estatales y algunos foros regionales, fomentando los liderazgos naturales, en la toma de decisiones en las comunidades, barrios, pueblos colonias.
Bienvenido el debate. Por el Bien de Todos, larga vida a Morena.