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Sentido contrario

Por: Saúl Sánchez López

Un hombre sale de su casa, toma su auto y empieza a conducir. En el camino se encuentra otro auto en dirección contraria. “Ese tipo va en sentido contrario”, se dice a sí mismo. Al poco tiempo esquiva otro coche en sentido contrario. “¡Otro!”, exclama sorprendido. Después de un rato, esta vez son dos autos, uno tras otro, quienes además le pitan. “¡Pero qué les pasa!”, reclama molesto. ¡¿Acaso todo el mundo se ha vuelto loco?!, grita furibundo mientras una multitud de coches avanza directo hacia él… Ese hombre es la oposición.

​En los días que le siguieron a la elección, una a una, las cadenas de televisión más comerciales, junto con aquellas plataformas y medios alineados con la derecha, tuvieron que dar la cara y hacer su análisis de la derrota. Incrédulos, la mayoría de los analistas dijeron no entender lo que pasó. ¿Cómo pudo la gente votar por un gobierno, por un partido, por un proyecto tan malo?, se preguntaban entre sí.

Más tarde que temprano encontraron las respuestas que tanto necesitaban. Algunos, los más radicales, acusaron fraude, una elección de estado. “Todos los mexicanos en el aeropuerto de París y de Madrid votaron por Xóchitl”, dijo Laura Zapata durante la transmisión de Atypical Te Ve, visiblemente sorprendida.

Otros, más moderados, arguyeron motivos más “lógicos”: el pueblo no sabe de política y no entiende realmente por qué votó, por eso volvieron a ponerse “las cadenas” que les habían quitado; los mexicanos se vendieron “por unos cuantos pesos”; la gente está necesitada, así que se entiende que voten por un gobierno que le da limosnas, etc. En pocas palabras, la gente es pobre y estúpida, por eso votaron por MORENA.

No es que la oposición hiciera una campaña negativa basada en mentiras, no es que tuvieran una pésima candidata que no sabe ni expresarse, no es que los partidos que la postularon vinieran arrastrando un pésimo historial, o que su coalición no tuviera ni pies ni cabeza. No; la gente es pobre y estúpida, punto. Con reproches o condescendencia, la oposición mediática se consolaba así racionalizando su derrota.

Esta hipótesis sería perfectamente válida de no ser por el pequeño detalle de que es objetivamente falsa. Según una encuesta publicada por El País, el voto mayoritario por la coalición Sigamos Haciendo Historia fue transversal a todas las clases sociales, grupos etarios, niveles educativos y profesiones, si bien disminuyó entre la clase alta, las personas con mayor educación y los dueños de negocio. Pero aun en estos estratos Sheinbaum ganó o empató, por lo que estas explicaciones no hacen más que reflejar el clasismo y la estrechez de miras de una oposición mediática profundamente ensimismada. Razón por la cual perdieron en gran medida.

Hablan como si la razón y el buen juicio fueran exclusivos de su propiedad, cuando sus posturas representan un auténtico contrasentido. Y tal parece que no han aprendido la lección. Siguen con sus narrativas engañosas y clichés: “Venezuela”, “Cuba”, “dictadura”, “autoritarismo”, “comunismo”, “clientelismo”… repiten como si de un mantra se tratara. No aceptan el éxito innegable de la Cuarta Transformación, al menos en algunos rubros (particularmente en lo que respecta a macroeconomía y derechos laborales).

No reconocen que un sector importante de la población está, hoy por hoy, verdaderamente politizado y sabe perfectamente por qué está votando, con independencia de que reciba o no un beneficio económico directo.

Regodeándose en su pequeño círculo de privilegiados, se contentan con hablar entre ellos y llegar a consensos autocomplacientes, perdiendo todo contacto con la realidad.

Así, aturdida y extraviada, la oposición adolece de falta de sentido común y avanza en sentido contrario al pueblo. A ver si no vuelve a estrellarse en seis años.

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