El despropósito legal y de sentido común que implica presentar una denuncia en contra de Dr. López Gatell por negligencia en el manejo de la pandemia, solamente es superado por la decisión de un juez en admitirla.
No se entiende la razón por la que algún abogado seleccionó a López Gatell en lugar de al secretario de salud como denunciado, o al presidente de la República como jefe de ellos, o bien, al director de la Organización Mundial de Salud, que fueron en primera instancia quienes marcaban los lineamientos para su manejo, o a la persona que supuestamente originó la pandemia al comerse el murciélago en China, por el homicidio de millones de personas en todo el mundo.
El hecho es algo así como denunciar al director de protección civil por el desastre que provoca un huracán o un terremoto, o al de la comisión del agua por la carestía que provoca la falta de lluvia, o a Winston Churchill por negligencia en el manejo de la Segunda Guerra Mundial, como responsable de los crímenes del holocausto que sufrieron los judíos a manos de los Nazis.
De ese tamaño es la disfunción cognitiva de quienes respaldan la acción jurídica iniciada por un abogado impresentable, que seguramente necesita de un poco de fama o el dinero de algunos incautos para pagar las tenencias de sus autos de lujo. Por supuesto que el juez que admitió la denuncia, también está en la jugada de los moches a través del abogadillo.
Se ha hecho del dominio público que uno de los “sólidos” elementos de prueba con los que se estará respaldando la denuncia es el libro de la dentista, quien no publica un artículo académico desde el 2007, ni tampoco ha producido algún documento científico para ser calificada como epidemióloga, pero que además basa su libro de cuentos, en chismes y publicaciones en las redes sociales.
Lo increíble es que alguien esté dispuesto a financiar los gastos y honorarios de un abogado, así como las dádivas a empleados del poder judicial, para llevar a cabo un proceso cuyo destino previsible es convertirse en hazmerreír de la sociedad y en el payaso del circo nacional con el que nos tienen entretenidos los odiadores del gobierno.
Solo individuos llenos de tirria pueden pensar que va a conseguir algo de venganza por la pérdida de algún ser querido a través de un proceso judicial que no tiene futuro. La pérdida de algún familiar no justifica ni el odio ni la estupidez, pero solamente estas dos causas pueden dar origen a algo tan absurdo como esta denuncia.
Es también de llamar la atención que algo tan patético como esto sea un tema de relevancia en medios de circulación masiva, quienes tal vez a falta de alguna mejor oportunidad para seguir con su agenda estéril de golpetear al gobierno, decidieron dedicar sus devaluados espacios a un chisme intrascendente de lavadero.
De hecho el asunto se acumula a la montaña de amparos, denuncias y demandas, en los que los odiadores han decidido dilapidar su dinero para intentar que las autoridades den traspiés en el avance de la transformación del país, que solamente los ha llevado a quedar en el más grande y permanente de los ridículos.
La oposición debería agradecer que durante un proceso tan complicado y doloroso como ha sido el de esta pandemia, no haya estado al frente de la Secretaría de Salud alguno de los funcionarios que tuvieron a bien destruir el sistema mexicano de salud pública, porque muy probablemente ni siquiera los denunciantes de hoy la hubieran librado.
Como dijo el dramaturgo estadounidense Tennessee Williams: “El odio es un sentimiento que sólo puede existir en ausencia de toda inteligencia”.