La indignación de los “sumisos”
El 17 de septiembre de 1787, la Constitución de los Estados Unidos de América fue adoptada en su forma original por la Convención Constitucional de Filadelfia en el Estado de Pensilvania. Entre otros, en ella se plasman la libertad y la democracia como valores fundamentales para la vida pública del pueblo estadounidense.
Paradójicamente y en una suerte de conclusión emblemática, 233 años después, a partir de un conteo de votos plagado de presuntas irregularidades y hasta probables fraudes, es en ese mismo Estado de la Unión Americana, donde se concibieron los principios de democracia y libertad para la vida de los ciudadanos de aquel país, donde ahora los medios de comunicación declaran presidente electo “proyectado” al candidato demócrata Joe Biden.
Sin todavía entender muy bien el título que le confieren los medios al candidato demócrata como presidente electo proyectado, podemos interpretar que para ellos sería quien esperan o predicen que será el presidente electo. Sin embargo, se olvidan que por el cúmulo de irregularidades reclamadas por los republicanos, este proceso electoral está lejos de resolverse, e increíblemente la última palabra la va a tener la Suprema Corte de los Estados Unidos, existiendo la probabilidad de que el proyectado de los medios se pueda convertir en un simple deseo incumplido.
Por alguna razón en México los individuos identificados con la derecha moralmente derrotada, han montado en un entusiasmo que nos podría hacer pensar, que en su imaginario, ellos proyectan recibir algún beneficio directo con este resultado proyectado, o bien que el gobierno actual, a quien tanto odian, se vería perjudicado con el triunfo proyectado de los demócratas.
Para desgracia de los proyectistas y de los que se dedican a predecir el futuro, los pronósticos y la realidad pocas veces coinciden; sin embargo, para la realidad diplomática de México, hábilmente manejada por el presidente y su equipo de Relaciones Exteriores, resulta irrelevante qué partido gobierne en los Estados Unidos durante los próximos 4 años.
Quienquiera que resulte presidente en el vecino país del norte, va a definir sus propias prioridades de actuación y la democracia mexicana ajustará sus estrategias a cualquier situación, para continuar manteniendo una relación de respeto y colaboración entre los dos países, como ha venido sucediendo durante los últimos 2 años.
En una relación donde México es el primer socio comercial de los Estados Unidos, del que depende el 15% del comercio exterior de aquel país y donde ellos son el primer socio comercial de México, del que depende el 80% del comercio exterior del nuestro, no es concebible que sean quienes sean los presidentes, se pueda permitir el deterioro de nuestros tratos.
Lo que sí ha sido relevante en esa relación, es que antes de que este gobierno tomara posesión, el comportamiento de México con los Estados Unidos era de sometimiento. Eso cambió drásticamente a partir del 2019, para terminar por convertirse en un intercambio respetuoso y de colaboración.
Esto no sucedió por casualidad, ha sido resultado de un trabajo muy fino de parte del presidente mexicano y de su equipo de Relaciones Exteriores, que decidieron retomar la postura que México había mantenido antes de que los gobiernos neoliberales comenzaran a comportarse como sirvientes sin derecho a sueldo de los gobiernos norteamericanos.
Así es que con toda seguridad, el gobierno mexicano va a esperar a que sea el Colegio Electoral de los Estados Unidos quien nombre al presidente de ese país, sin necesidad de incrustarle términos ridículos como el “proyectado”, para reconocer y felicitar a quien ocupará la Casa Blanca los próximos 4 años, actuando como lo ha hecho hasta hoy, con inteligencia, respeto y dignidad, aunque se indignen los lame botas.
Como dijo el escritor español Juan Ramón Jiménez, autor de Platero y Yo: “Lo que más indigna al charlatán, es alguien silencioso y digno”.