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La experiencia de Brasil: El poder judicial contra un proyecto popular
Columnas, Internacional

La experiencia de Brasil: El poder judicial contra un proyecto popular

Foto: Excelsior
Por: @l_errante_

No hay momento para descansar en cuanto se ha puesto en marcha una transformación ininterrumpida como la que se está llevando a cabo en México, donde los históricamente corruptos no descansan para volver a tener el poder que ellos piensan les pertenece, donde sólo ellos: los blancos, los machos, los empresarios, los ricos… son lo que pueden controlar el poder, aunque sin darse cuenta que el poder los controla, los usa como recipientes, como cuerpos vacíos para decidir por ellos. Por ello, México debe de tener muy en cuenta lo que está sucediendo en Brasil, donde un grupo de periodistas develaron un complot para encarcelar al expresidente Luis Ignacio Lula da Silva, mostrando como el Poder Judicial no es apolítico, ni mucho menos imparcial contra los proyectos de izquierda y populares que se posicionan contra los intereses del capitalismo y sus representantes.

El pasado 9 de junio Brasil se sacudió cuando los periodistas Gleen Greenwald, Amanda Audi, Rafael Moro, Leandro Demori, del medio The intercerpt.br, dieron a conocer, a través de varios reportajes -que aún continúan saliendo-, diversas conversaciones que tuvieron por Telegram Sergio Moro, actual ministro de Justicia de Bolsonaro -anteriormente juez instructor contra Lula-, Deltan Dallagnol -el fiscal coordinador de la Fuerza de Tareas del Lava Jato en Curitiba-, y otros procuradores que pertenecen al Poder Judicial. En dichas conversaciones se muestra claramente como los procuradores son juez y parte del encarcelamiento contra el expresidente; además, exhiben sus preferencias políticas al denostar el proyecto político del partido que encabezaba el expresidente Lula, el PT: “estoy muy preocupada por una posible vuelta del PT [al poder], pero estoy rezando mucho para que Dios ilumine a nuestra gente, para que un milagro nos salve”, mencionaba Carol PGR (Procuraduría General de la República), en un grupo en Telegram, mientras el encargado de las fuerza de tareas de Lava Jato, Dellagnol, le daba las gracias.

El momento crucial donde se refleja la politización de la justicia para impedir el regreso de Lula a la competencia presidencial se da cuando a él se le acusa de haber recibido, supuestamente, un departamento triplex en la playa de Guaraja por favorecer a empresarios de un contrato con Petrobras. Esta acusación estaba basada en una nota que publicó el periódico O Globo de 2010 -medio que se opuso a la política social de Lula y Dilma- y por eso el mismo Dellagnol sostuvo: “Dirán que estamos acusando con base a una noticia de un periódico y con indicios frágiles… entonces es un punto que debe estar bien sustentado. Fuera de ese elemento, ahora tengo miedo del vínculo entre Petrobras y el enriquecimiento…”, es decir, ni ellos estaban seguros de que la acusación contra Lula tenía sustento jurídico, pero aún así buscaron ligarlo con Petrobras para que no saliera de su alcance o de lo contrario Lula no hubiera sido enjuiciado por Moro y Dellagnol. Después de que se diera a conocer la acusación contra Lula por Dellagnol, Moro -ya como encargado de presidir el proceso contra el expresidente- les dijo a los demás procuradores como se debían comportar y dar a conocer el proceso judicial contra Lula. Así, Moro les sugirió estrategias contra el propio acusado -Lula- que estaban juzgando. La imparcialidad de la justicia se diluida a cada orden de Moro o Dellagnol, el Poder Judicial se politizaba a cada letra que emitían en sus dispositivos digitales, su odio por lo popular y progresista se imponía por la verdadera búsqueda de justicia.

Pero, ¿qué podría aprender México de la situación que está viviendo Brasil? Que el poder judicial no es imparcial y tiene un proyecto político contra los proyectos populares, contra los proyectos que atentan contra el capitalismo, contra los proyectos que buscan favorecer a las clases más bajas. Por ello, no se puede negar el complot que armaron los procuradores con el fin de encarcelar a un líder de izquierda y anularlo de la elección presidencial del año pasado porque ¿qué hubiese sido si Lula hubiera participado en las elecciones y hubiera ganado? ¿Qué hubiese representado tener, en términos geopolíticos, a dos líderes de izquierda en dos países como Brasil y México?
De todo lo anterior, México debe aprender que los históricamente corruptos van a tergiversar la información, mentir, engañar, penetrar, utilizar el Poder Judicial con el fin de mantenerse activos, de mantener sus intereses económicos en contra de la gran mayoría. México debe aprender que el Poder Judicial no es imparcial, no lo fue, no lo ha sido y no será porque está podrido desde hace muchísimo tiempo. Pero ¿por qué a las elites les molesta tanto que se lleve a cabo un proyecto popular? Una posible respuesta para el caso brasileño la podría dar el periodista Gleen Greenwald, quien dio a conocer el complot contra Lula: “[Las elites de Brasil] odiaban ver en los aeropuertos a personas que solían ser invisibles en las favelas que ahora podían volar … Sentían que les estaban quitando su Brasil”; para el caso mexicano, podría no ser tan diferente al ver como la oposición prefiere revivir un muerto como lo es el NAICM en vez de luchar por lo vivo que son los mexicanos, porque prefieren revivir sus negocios a buscar encarcelar a los expresidentes, porque prefieren revivir una estructura corrupta, antiecológica, faraónica, hecha con el sudor de la clase trabajadores, en suma, desean que sólo sus intereses sean representados, que los invisibles sigan siendo invisibles, que el poder los represente a ellos… El egoísmo es su único sentimiento.

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