La doble trampa ideológica de la derecha
Qué cinismo andar calentando calles para echarle la culpa al gobierno y al mismo tiempo desaparecer jóvenes.
La derecha está en un cinismo brutal y la trampa para quienes la combatimos es atraernos conel odio como vehículo político.
— Rodrigo Guillot (@RodrigoGuillot) June 6, 2020
Asumir el poder político significa, entre otras cosas, asumir batallas y responsabilidades en una cantidad enorme de frentes. Administrar una sociedad es un trabajo que requiere de constante coordinación, estrategia, visión y habilidad. Uno de los frentes más peligrosos en los que la izquierda en el poder debe asumir responsabilidades es en el ideológico.
La ideología es un espacio peligroso porque se construye a partir de la forma en que las personas procesan sus emociones y la información que tienen disponible sobre el mundo que los rodea. La batalla de la información y la batalla psicológica van de la mano en la disputa de la ideología. En ésta segunda batalla -la de la psicología-, es en donde la izquierda debe comprender que es más suceptible.
Cuando el rival hace maniobras violentas como mentir cínicamente, hacer un uso excesivo y provocador de la violencia, sembrar calumnias, etc., sus acciones tienen efectos psicológicos importantes entre quienes repudiamos la violencia, la mentira y el cinismo: nos hace enojar: nos enciende el odio. Es en el momento en que nuestra mente está dominada por los efectos de la ira en que nos vemos ante una trampa doble.
La primera parte de la trampa de la ira la conocemos todos los que hemos visto la violencia policial, infiltrados e infiltradas en marchas de vocación pacífica: obviamente queremos confrontar directamente a las personas que nos ponen en peligro o que de plano nos agreden – a nosotros y a nuestras compañeras y compañeros -, pero eso sería caer en la trampa: escalar la violencia con más violencia o darles un pretexto a las personas violentas para seguir actuando es hacerle el juego a la derecha.
La segunda parte de la trampa ideológica de la ira es más profunda pero es el inverso de la primera: es la trampa de la parális. A quienes nos cuidamos de dar un espacio para que las personas violentas legitimen su violencia nos puede entrar la tentación de no responder a las agresiones para no permitir que nuestra ira nos haga acutar como aquellos a los que combatimos. A través del shock, la derecha quiere hacernos retroceder o detenernos en el combate ideológico, hacerlo es también un error. El hecho de que no usemos la violencia no significa que nos debemos detener ante la ira: al contrario, el reto es canalizar la ira hacia lo verdaderamente importante. Nuestro objetivo úlitmo no es nuestro rival político, sino sus valores violentos, su fascinación por la violencia y su cinismo.
Quienes peleamos la revolución de las conciencias de manera pacífica debemos ponernos estos dos filtros ideológicos: el primero es repudiar la violencia en cualquiera de sus expresiones y separar nuestra ira y nuestro odio de nuestras conductas políticas; el segundo filtro debe separar la idea de que rechazamos la violencia de la idea de que rechazar la violencia significa cruzarse de brazos.
Entendiendo que la izquierda debe siempre reaccionar ante la violencia de la derecha, pero sabiendo que no debe ser a través del odio, nos daremos cuenta de la necesidad absoluta de recurrir a nuestra creatividad para hacer política desde la oposición y desde el gobierno. Solamente con estos dos filtros podemos ganar la batalla de la ideología y demostrar que no somos iguales a quienes combatimos: nosotros no actuamos con violencia, pero no nos callamos ante las injusticias y no dejamos de ser solidarios con los que sufren de ellas. En eso somos diferentes.