Por: Rafael redondo
@redondo_ rafa
Kenia López Rabadán hizo una declaración que, a ojo de pájaro, podría parecer una más de su absurda verborrea; pero, analizándola un poco más, nos habla no sólo de una posición política, sino de una filosofía putrefacta.
La cultura Whitexican, se ha convertido ya en este sexenio, en una forma de ver el mundo, que no necesariamente tiene relación con el color de piel y que ha existido durante siglos en México; pero, es hasta esta época que parece tener un lugar en nuestra sociedad, o que está saliendo la podredumbre a la luz. Hay Whitexicans morenos, y hay blancos que no comulgan ni practican con este modo, en exceso frívolo, de ver la vida, cuyo fin, es exaltar el tono de piel y el mundo de una élite privilegiada, aunque ese privilegio sea sólo un ardid. No todo lo que brilla es oro.
Pese a que refinamiento es sinónimo de sobriedad, la cultura Whitexican, se esmera por vociferar sobre la forma, aunque el fondo este hueco. Alardear sobre marcas, títulos universitarios, premios, viajes, propiedades, rostros (muchos de ellos pasados por el bisturí), falsa religiosidad, filantropía fingida, (es imposible ser espiritual y filántropo genuino, cuando se está preso de la frivolidad), relaciones con las celebridades…: dinero, dinero, dinero.
Kenia López Rabadán, que, seamos honestos, está a kilómetros de ser una persona brillante, declaró:
“Dice AMLO que no es Felipe Calderón. AMLO lleva más asesinatos a mitad de su sexenio que todo el gobierno de Felipe. AMLO tardó 14 años en titularse, Felipe tiene 2 maestrías. Los hijos de AMLO viven de la corrupción, los de Felipe estudian”.
El problema, no son solamente sus mentiras, porque Felipe Calderón nos metió en esta espiral de violencia de manera deliberada, teniendo a su vez, como directriz de su “guerra contra el narco”, a un presunto implicado en ese negocio, y será imposible que en 2 o 3 sexenios, encontremos un equilibrio ante esta situación. Supongo, además, que Kenia tiene pruebas de la corrupción de los hijos del presidente. Mientras Kenia las presenta, lo que sí sabemos, es que los hijos de Calderón vivieron como rajás mientras su padre fue presidente. Lo más grave, es que detrás de su declaración, se encuentra la cultura Whitexican.
El alarde de los títulos, el creer que rodearse de personajes que ellos consideran valiosos, significa, para ellos, ser mejor persona.
Resulta muy contradictorio, que, este partido político que se caracteriza por reunir a gente católica, sea también el refugio de gente tan frívola. Parece, que, al cristianismo real, lo toman como un juego o una burla o jamás leyeron las Escrituras, y se limitan a repetir como pericos oraciones que no entienden por supuesto, porque sus acciones, están muy alejadas de la doctrina real.
A nadie le importa un título, un rostro, un coche, una tarjeta negra, 500 misas diarias o la ropa Gucci, si son las acciones las que describen realmente a una persona.
Calderón se pasea por el mundo, sin mostrar el menor cargo de conciencia, luego de dejar al país en un cochinero de sangre. ¿A mí qué me pueden importar sus 500 títulos o las 500 misas diarias de Calderón, si conozco sus acciones?
La frivolidad, la cultura Whitexican, la devoción por el dinero, que, por cierto, sale tan mal parado en varios episodios bíblicos, queridos panistas.
Ya metidos en esta adoración por lo banal, (creo que ninguno de nosotros se va a llevar sus Lamborghini, ni sus títulos de Harvard, ni sus Versace al panteón) es justamente esta veneración por el dinero, la que empuja a personas sin posibilidades o en situación marginal, a obtenerlo a toda costa y cometer conductas antisociales; es crear emociones y sentimientos negativos (frustración), en personas, que, por sus circunstancias, vieron imposibilitadas sus capacidades de tener dos maestrías como Calderón:
Primero, los acusan de nacos e incapaces. Luego, van a presumir ante ellos, sus títulos o propiedades, creyéndose superiores a ellos. ¿Cuál es la reacción lógica ante esta humillación?
No eres superior, solo más afortunado. Una persona con sólido código moral (o realmente convencido de la Doctrina Cristiana), se esconde su título en el bolsillo, y utiliza sus conocimientos para tratar de mejorar la vida de alguien, quien sea, pero, jamás, come carne delante de los pobres, y menos, cuando un hambriento, por hambre no por mala persona, le arrebata el bistec, lo acusa de violento.
Así se generan y funcionan, los círculos de violencia.
Kenia, probablemente, tú y tu filosofía sean más responsables de la violencia, que quienes la ejecutan, y tú tan campante creyéndote gente bien, y cínica, levantando el dedo para acusar a los demás.
El Whitexican, hace alarde en las redes de sus vacaciones en el Mediterráneo, o de que habla dos idiomas (como si fuera la gran cosa), sus graduaciones de Yale en algún rincón de Saint-Tropez (da gracias de que naciste en una familia con posibilidades, porque, te recuerdo, ninguno de nosotros pudo elegir a su familia, ni el color de piel. Bien pudiste nacer en la Sierra de Guerrero), muchos creen que ir a un Starbucks es chic (el objeto con que se trata de impresionar no importa, lo que es desagradable es la presunción; aunque, a veces, creen que cualquier gorra de un tianguis, es classy y ese es solo síntoma de que el Whitexican, no es tan millonario como cree).
Otros Whitexicans, salieron a decir que, a Calderón, lo invitó un príncipe a Mónaco mientras a AMLO, lo visitaron Chichimecas, ¿eso le disminuye puntos al historial tan negro de Calderón?,
¿Ser indígena es malo?
Si ponemos en una balanza, ¿quién está en peor situación? ¿un personaje carente de conciencia y de títulos nobiliarios, celebrando en Mónaco, o el otro personaje que le está dando dignidad al pueblo wixárica, olvidado por siglos y poseedor de profundos conocimientos y sensibilidad, que son parte de nuestro acervo vivo como nación? Tu respuesta revelará tu escala de valores.
En síntesis, la pobreza moral, e incluso amoralidad panista (del PRI, mejor ni hablamos, su logotipo es sinónimo de podrido), debido a su embeleso por El Becerro de Oro (Éxodo 32), es en realidad, el origen de toda conducta antisocial.
Mi madre decía, para referirse al dinero: “el dinero es como el peine, sirve para peinarse; pero, los humanos somos mucho más que cabello”.
El Becerro de Oro, el embeleso por lo material, la avaricia, no es un pecado capital en la tradición cristiana, de manera gratuita. Se gana su lugar a pulso.
En 1972, investigadores del MIT de Boston, utilizando un programa informático llamado “World 1” e introduciendo 10 variables, predijeron el fin de la cultura para el año 2040. La causa, la búsqueda de la humanidad por el crecimiento económico, sin tener en cuenta los costos sociales y ambientales.
A partir de entonces, varios personajes, con toda seriedad, han analizado y hablado acerca del colapso de la sociedad, al menos como la conocemos, y todos coinciden que se deberá a una desmedida ambición, y que sucederá a mediados de este siglo. El Becerro de Oro una vez más, la avaricia en pleno, será la causa de aparición de virus y bacterias, agresivas no sólo contra los humanos; calentamiento global, elevación del nivel del mar, dicotomía entre las decisiones de los políticos, contra las necesidades reales de la población (el expansionismo estadounidense que está llevando al mundo a una recesión, quizá tiene alguna relación), llenarnos de tecnología cada vez más compleja, pero dejando en el olvido el bienestar humano, llenarnos de soluciones cada vez más complejas a problemas que en realidad, tienen soluciones más sencillas (Back to Basics).
Por ejemplo, para solucionar el problema climático, lo único que se le ocurre a la sociedad actual, es una sustitución tecnológica, aunque no es la tecnología por sí misma quien provoca el problema, sino la ambición humana. ¿Por qué entonces nos parece ridículo, aplicar contra el cambio climático ejercicios para fortalecer la empatía o regresar la esperanza a personas marginadas, engañadas también por el espectro del Becerro de Oro? Es el Becerro de Oro quien realmente nos complica más la existencia, y la única solución, es Back to Basics.
El problema de Kenia, y de muchos otros de sus correligionarios, no solamente está en su cerebro anémico, una persona tonta no es un problema tan grave, una persona con el corazón podrido, sí, es un gran problema: personas seducidas por la forma, por la marca, por la imagen, por el Versace o el Christian Lacroix o el Armani, por creer que la piel blanca vale más, por creer que Estados Unidos, el país regido por un materialismo e individualismo excesivos, es el modelo a seguir (país donde los menores de edad, juegan con la vida de los demás, como si se tratara de un videojuego. Donde, por cierto, el problema real de los tiroteos en las escuelas, no necesariamente son las armas, el problema de estos niños, lo traen enquistado en el corazón). La seducción por la celebridad, por la estrella de Televisa, por la filantropía para la foto de Instagram. Por la creencia de que asistir a una misa vale más que robar, que vender sustancias o consumirlas, que engañar a su pareja teniendo hijos fuera del matrimonio y despedazar familias. El Becerro de Oro en el corazón de la gente que se dice “gente bien”.
No es que tener algún lujo este mal, lo que sí está mal, es anteponer el lujo al espíritu.
Kenia culpa a AMLO de la violencia; pero, está tan cautivada por el Becerro de Oro, que ni cuenta se da que su filosofía de vida, es la verdadera responsable de ese y otros muchos padecimientos de la sociedad mexicana y del mundo: la frivolidad, la superficialidad, la cultura Whitexican.
Si juntamos la desnutrida habilidad intelectual de Kenia, de Alito, de Claudio X, de Dresser, Brozzo y muchos más, con su vulnerabilidad ante la seducción del Becerro de Oro, tenemos una combinación letal y encontraremos respuestas de por qué, a la oposición, no le levanta ni el huevo para el punto de turrón.