Europa dice sí al carbón y el energía nuclear. ¿Qué pasó con sus energías verdes?

Después de más de un año de pandemia que mantuvo la mayor parte de las economías casi cerradas en sus infraestructuras productivas, las cadenas de suministro sufrieron alteraciones relevantes y el transporte internacional de mercancías se disparó en más de 500%.

El comercio internacional apenas estaba intentando restaurar sus problemas de producción y suministro, cuando Ucrania anunció que buscaría ingresar a la OTAN, una organización de países fundamentalmente europeos integrada con fines bélicos, al mando de los Estados Unidos para enfrentar el poderío ruso y la supuesta pero inexistente intención expansionista de ese país, porque si alguien se ha expandido ha sido la OTAN y no Rusia.

Ante este anuncio y a sabiendas de que podrían colocar bases occidentales con misiles de toda índole, a una distancia de 150 kilómetros de la capital rusa, que les permitiría atacar a Moscú en 5 minutos, la reacción de este país fue realizar una invasión para apoyar el levantamiento de las provincias rebeldes del Este de Ucrania, denominadas como Donbas y llevar a cabo una fuerte campaña bélica en otras regiones de ese país, incluyendo el acoso de su capital.

La estrategia de los países miembros de la OTAN, muchos de los cuales dependían casi completamente del suministro de gas y petróleo ruso, así como de la producción de granos y fertilizantes de Rusia y de Ucrania, fue enviar armas a esta última en grandes cantidades, para que peleara con la primera y aplicarle sanciones con el propósito de intentar estrangular su economía en medio del conflicto bélico.

Entre las sanciones que le aplicaron a Rusia, se incluía la disminución en la compra de gas y petróleo proveniente de ese país hacia Europa, probablemente pensando que todas las acciones que estaban llevando a cabo la obligarían a negociar con Ucrania y a terminar la guerra en un período corto, pero sus cálculos fallaron.

Los rusos se movieron rápidamente para colocar su gas y su petróleo en Asia, negociando con China e India entre otros países y cancelando gradualmente el suministro de estos productos a Europa, que no tiene ninguna otra fuente de suministro para sustituir las rusas. Además entendiendo que a quienes más perjudicarían estas medidas en un plazo más largo sería a los europeos, Rusia desaceleró el ritmo de las acciones bélicas para extender su duración y esperar que la disminución de gas, petróleo, granos, fertilizantes y otros productos enviados hacia Europa, fueran provocándole problemas mayores a las economías de los países miembros de la OTAN.

Hoy la mayoría de las economías europeas que tenían resueltos casi todos sus problemas, se encuentran con que las energías verdes que tanto promovieron en favor de algunas corporaciones multinacionales, no les sirven ni les servirán en el futuro cercano para satisfacer sus necesidades más básicas.

No solamente han tenido que cambiar la clasificación de energías verdes para incluir el gas y la energía nuclear como si lo fueran, sino que economías tan enverdecidas como la de Alemania, anuncian que regresan a producir energía a partir del carbón, mientras se enfrenta a huelgas de agricultores por falta de combustibles y fertilizantes. En situación similar están otros gigantes como Holanda y Francia, que ya nacionaliza la empresa que controla la energía en su país.

Así es que todavía si enfrentar los problemas que les va a traer el invierno si esta guerra continúa, la utopía del mundo verde europeo se desmorona ante un escenario de inflación descontrolada y de escasez en los insumos más básicos de su dieta, así como de su actividad económica. Probablemente mientras los rusos se la toman con calma en Ucrania, estos países comiencen a pensar en reorientar sus prioridades hacia conseguir la autosuficiencia energética y alimentaria, antes que a poder vivir del sol y del aire.

Como dice el refrán anónimo: “La ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano”.