Desde el año 2000 los ciudadanos hemos visto 4 veces el nombre del presidente López Obrador en una boleta electoral. En ese año lo vimos compitiendo por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México que ganó para, entre otras cosas, ser nombrado como el 2º mejor alcalde del mundo en 2004 en la encuesta City Mayor.
Después lo vimos otra vez en la boleta para la presidencia de México en 2006, un proceso que ganó y en el que la democracia sufrió un atraco descarado a manos de Vicente Fox y de Felipe Calderón, quien tuvo que tomar posesión en un acto que fue similar al de un golpe de Estado, entrando y saliendo por la puerta trasera del Congreso, protestando entre empujones, fuertemente custodiado por el ejército vestido de Estado Mayor Presidencial, para llevar a cabo una destrucción sistemática del país durante los 6 años siguientes.
Por tercera vez lo vimos en la boleta del 2012, donde el fraude electoral descarado, llevado a cabo entre el INE, Televisa, Monex, Soriana y el grupito de saqueadores de México, colocó en el poder a un títerito manipulable que hizo todo lo necesario para terminar de entregarle las riquezas del país y el control del presupuesto a los traficantes de influencias, con la complicidad del PAN y del PRD.
En 2018, lo volvimos a ver en la boleta electoral para competir por la presidencia y esta vez, con la consciencia ciudadana despierta y en pie de lucha, logró un apoyo demoledor ocupando la titularidad del poder ejecutivo federal, para llevar a cabo una transformación profunda de las instituciones del país a una velocidad insospechada, con el apoyo de la mayoría del pueblo y en beneficio de todos; incluso de los que no se dan cuenta de ello por la razón que sea.
Así en medio de una transformación completa de la vida pública de México, que lleva apenas 3 años y medio de haberse iniciado, sobre la que pesan aún todo tipo de resistencias motivadas por saqueadores oligarcas muertos de hambre que desean seguir drenando a México, materializados en los medios masivos de comunicación, los miembros descabezados de los partidos de oposición que responden a los moches, así como lo que queda de un árbitro electoral parcial, hincado frente a los intereses económicos, se llevará a cabo una consulta donde los ciudadanos podremos revocar o ratificar el mandato del presidente en su cargo a la mitad del camino.
Hoy se le da la oportunidad a toda esa oposición de quitar a un presidente al que odian por ser víctimas de sus propios prejuicios clasistas, al que le temen profundamente por estar perdiendo beneficios inmerecidos que les entregaron los gobiernos corruptos anteriores. Lo increíble es que no la quieren aprovechar. Tienen terror de hasta de salir a votar en contra de él, de volver a perder por paliza, de ser nuevamente aniquilados. Entonces para evitarlo, se derrotan de antemano y llaman a sus huestes inconscientes a no salir a votar para perder con toda certeza por no presentarse.
A pesar de todos los esfuerzos del INE por sabotear el proceso, los ciudadanos decidimos que se hiciera, juntando 11 millones de firmas cuando solo se requerían poco más de 3 millones para solicitarlo. Sin que el INE cumpla con su obligación de colocar las casillas necesarias, ni haga la promoción a la que está obligado, los ciudadanos la hemos hecho y vamos a acudir a la casilla que nos toque, aunque tengamos que caminar horas para hacerlo. Pero ahí vamos a estar votando, por última vez, por el presidente que está cambiando este país en beneficio de todos.
Esta es la última vez que veremos el nombre de Andrés Manuel López Obrador en una boleta y es la última oportunidad que tendremos de volver a votar por un hombre que lleva más de 40 años luchando para que el país sea un lugar incluyente, libre y democrático. Vamos todos a votar el 10 de abril. ¡AMLO se queda!
Como dijo el filósofo español George Santayana: “Nuestra adhesión a un jefe natural no es una pérdida de libertad, es el reconocimiento de que nuestras ideas tienen un ejecutor y un intérprete”.
