El paladín de la democracia está en graves problemas
El proceso mediante el cual se está llevando a cabo la elección de presidente en los Estados Unidos ha resultado polarizante, desgastante y muy tortuoso por decir lo menos.
Durante las campañas, como había sucedido en 2016, prácticamente todas las encuestas señalaban al demócrata Joe Biden como amplio favorito hasta con 15 puntos de diferencia por encima del actual presidente republicano Donald Trump.
Todo indicaba, que de ser precisas las predicciones de las encuestadoras, el proceso electoral no sería más que un trámite para que el demócrata ganara la presidencia tan fácilmente como se puede dar un paseo en el parque.
Sin embargo, la realidad fue muy diferente a la que nos presentaban las encuestadoras y los medios estadounidenses. El día de la votación fuimos viendo como poco a poco los Estados del centro del país se iban pintando de rojo republicano, como sucedió en la elección anterior de hace 4 años, y los que se pintaban de azul demócrata eran prácticamente los mismos que apoyaron a Hillary Clinton en su momento.
En esta ocasión, alrededor de 100 millones de votantes habían enviado sus votos por correo desde algunos días antes de la jornada electoral y esto parece haber complicado el proceso de conteo, junto con una presunción de irregularidades y hasta fraudes, basada en un buen número de evidencias que han venido presentándose en distintos medios.
Así de repente, se detuvo el conteo de los votos o por lo menos el reporte de los resultados, relacionados con los Estados de Nevada, Alaska, Georgia, Pensilvania y Carolina del Norte, después de haberse decretado la victoria demócrata en Michigan y Wisconsin, que parecen estar envueltas en un buen número de controversias e irregularidades, que pueden terminar definiéndose en un proceso judicial ante la Suprema Corte de los Estados Unidos.
A solo 6 votos electorales de poderse convertir en presidente, a Joe Biden le bastaría con ganar Nevada, donde los reportes hasta el día de hoy le dan una ligera ventaja sobre Donald Trump, siempre que un proceso jurídico en el que se demuestren irregularidades, no le arrebate la victoria en los Estados más cuestionados como Arizona, Michigan o Wisconsin.
Lo increíble del asunto, es que el país que siempre se ha erigido como el defensor e impulsador de la libertad y la democracia en el mundo, intentando imponerla incluso por la fuerza a otros países, se encuentre hoy en una situación donde estos valores estén en entredicho dentro de su mismo territorio y vayan a terminar definiendo a su presidente para los 4 años que vienen a través de un proceso judicial, porque no fueron capaces de contar los votos con transparencia y honestidad.
Mientras todo esto sucede, por primera vez en nuestra historia moderna, un ambiente de tanta incertidumbre política que implica al mismo tiempo, incertidumbre económica en los Estados Unidos, no ha tenido repercusiones de terremoto en la economía mexicana, como a las que nos tuvieron acostumbrados los gobiernos anteriores de los últimos 40 años.
Nuestra moneda sigue apreciándose poco a poco, y su valor se encuentra ligeramente por debajo de los 21 pesos por dólar; la Bolsa de Valores mantiene un comportamiento estable, no hay alarmas encendidas a causa de quién pudiera convertirse en el presidente de los Estados Unidos durante los 4 años que vienen, sin importar que sea Joe Biden o Donald Trump y el Fondo Monetario Internacional, destaca el acierto de las políticas públicas y de la estabilidad económica de México.
Como dijo el poeta y político vietnamita Ho Chi Min: “La tormenta es una buena oportunidad para que el pino y el ciprés demuestren su fuerza y su estabilidad”.