¡El colmo! ¡Ahora le molestan las becas a los niños!
Miguel Francisco Barrera Aldama
Por: @mbalda16
Primera semana del 2022. En redes sociales se ha desarrollado una polémica a partir de un exitoso programa implementado por el Gobierno de la Ciudad de México, encabezado por la Doctora Claudia Sheinbaum, quien coordina los esfuerzos de la Transformación en la Capital de la República Mexicana. El programa social que suscitó los airados ataques de los comentócratas de la reacción fue el de proporcionar becas a las niñas y a los niños estudiantes de primaria, con necesidades económicas, sin importar sus calificaciones; pues anteriormente se otorgaban estos apoyos únicamente a estudiantes con promedios de calificación entre 9 y 10. A raíz de esto, rancios y conspicuos corifeos del régimen de exclusión y privilegios comentaron en redes sociales que “era un error” (Joaquín López Dóriga dixit, apodado -no sé por cuál razón “el teacher”-); además, me permito citar el miserable, mezquino y clasista comentario de un opinólogo de TV Azteca, Carlos Mota: “Sra. Sheinbaum: atrás merecen quedar los flojos, perezosos y todos los que viven plácidamente del empeño puesto por otros. Es perverso aniquilar los incentivos al esfuerzo en aras de la igualdad. Su visión genera pobreza. Ni todos somos iguales, ni todos se esmeran por igual.” (sic). Es evidente que la comentocracia de derechas no ha entendido el motivo por el cual el pueblo de México decidió poner fin al régimen de privilegios y exclusión en el año 2018.
En primer lugar, hablan de la “meritocracia” como fundamento para justificar las desigualdades y exclusiones. Señor Mota, un niño que cursa la primaria, cuyos padres no tienen los medios económicos suficientes para darles una adecuada alimentación y los medios necesarios en la educación actual (Internet, computadora, tablet, libros, cursos extracurriculares, entre otros insumos y servicios requeridos hoy día) y que por dichas falencias QUE NO SON CULPA DEL NIÑO O NIÑA EN CUESTIÓN obtiene como calificación 6 o 7, no lo hace un mal estudiante. Sencillamente, el niño o la niña en cuestión no tiene un piso parejo respecto de las y los compañeros que sí tienen acceso a los insumos que se necesitan en la educación de hoy. Pensar que un niño, una niña, con un montón de carencias alimentarias, ambientales y de recursos extracurriculares en su aprendizaje, que por lo mismo (y con mucho trabajo) obtiene un 7, por esa calificación es, en palabras del insigne “humanista” -nótese mi sarcasmo- Carlos Mota y lo cito: “flojo, perezoso, que vive plácidamente del empeño puesto por otros”, habla en el mejor de los casos, de una palmaria ignorancia de la realidad social que rodea a nuestro país por parte del emisor de dichos calificativos; en el peor de los casos, habla francamente de su insensibilidad, egoísmo y mezquindad, pues dicen por ahí “el león cree que todos son de su condición”.
¿Qué es una calificación? Un parámetro para medir si el educando ha adquirido las competencias, habilidades y destrezas requeridas en el nivel escolar correspondiente. Pero, para que sea una valoración más o menos objetiva, debe abordar aspectos que redunden, sobre todo, en el razonamiento y en la solución de problemas, a partir de múltiples instrumentos de evaluación continúa que se practiquen al educando (es decir, no sólo exámenes, sino trabajos, tareas, participaciones, desempeño en actividades dentro del salón de clases, entre otros aspectos). Lo anterior se escucha bien ¿verdad? Desgraciadamente, el sistema educativo, en los niveles de educación básica, siguen privilegiando una educación de tipo memorística y no de razonamiento para resolución de problemas. Lo que implica que en muchos de los instrumentos que se utilizan para evaluar a los educandos del nivel básico se basen, fundamentalmente, en exámenes que privilegian la memorización. Por lo tanto, un educando que obtenga un hermoso “10”, no implica necesariamente que es un futuro Premio Nóbel o que sea el sucesor de Stephen Hawking, puesto que, en muchos casos, en nivel básico de educación, un 10 implica una buena memoria. Hasta ahí. Por lo tanto, un estudiante, en medio de muchas carencias, que obtiene un 6 o un 7, no implica “mediocridad”, como cruelmente lo califican los corifeos y turiferarios de la reacción neoliberal.
La Doctora Sheinbaum lo dijo puntualmente, las becas universales a todas las niñas y todos los niños de primaria que tengan problemas económicos para estudiar, implica tratar de llegar a un Estado de Bienestar que garantice más o menos una cierta igualdad de oportunidades. Oponerse a ayudar a nuestra niñez a estudiar es una actitud francamente fascista y clasista. La verdad ¡qué tristeza y qué pena por la mezquindad y podredumbre moral mostrada por los opinólogos de la reacción! Pero, muy a su pesar, el pueblo sabio y bueno votó por la Cuarta Transformación y por hacer realidad en una igualdad social el bello lema enarbolado por nuestro Presidente López Obrador: “Por el bien de todos ¡primero los pobres!”. Por eso votamos 30 millones de mexicanos, le guste o no a la reacción.
Miguel Francisco Barrera Aldama
Abogado, escritor y profesor maestrante en Educación Basada en Competencias