Cuando el gobierno planteó los grandes proyectos de infraestructura que se desarrollarían durante el sexenio, el golpe más duro se lo llevó la oposición con la cancelación del aeropuerto lacustre de Texcoco y el anuncio de Santa Lucía.
Eso los mantuvo en shock algunos meses, hasta que surgieron los ingenieros petroleros de ocasión para asegurar que la construcción de la refinería de Dos Bocas era imposible. Los pregoneros de siempre, especializados en cuanto tema se pone de moda, citaron especialistas, expertos técnicos, gurús financieros y apelaron hasta a las calificadoras de riesgo crediticio para asegurar que el proyecto era inviable, una locura de un gobierno de ocurrencias.
Después la pandemia los obligó a cambiar de carrera para denostar todas las acciones en materia de salud, vaticinando que terminaríamos de vacunarnos en el año 2150, para callarse de nuevo sobre este tema una vez que México se colocó dentro de los 10 países con más población inmunizada contra el coronavirus en el mundo, dejando en el armario sus batas blancas, sus estetoscopios y haciendo a un lado a su dentista botarga especializada en epidemiología bucal.
Regresaron a arremeter por las tlayudas en el AIFA, que se inauguró a tiempo, con tecnología de punta, mientras sus torcidas intensiones de denostarlo se reflejaban en sus caras de constipación y su verborrea llena de odio, porque hasta un instante antes de que se cortara el listón, juraban que no sucedería.
El tremendo golpe emocional que se llevaron con la apertura del aeropuerto internacional Felipe Ángeles, los obligó a repensar su estrategia de escándalos mediáticos, para no volver a quedar en el más profundo ridículo.
Así decidieron derrotarse ante Dos Bocas, cuya terminación está programada para este mismo año, lo que le va a demostrar que la refinería sí se pudo hacer en el tiempo que se programó y con el presupuesto destinado desde el principio. Entonces los sabios opositores, decidieron dejar pasar su campañita de odio para trasladarla hacia el Tren Maya, porque así tienen más tiempo para hacer mucho ruido antes de que se inaugure en diciembre de 2023.
En la actualidad como lo fue en su momento con el aeropuerto de Santa Lucía, la opinión y la apuesta de los oligarcas que están furiosos por el avance de la transformación de México, es en el sentido de que el Tren Maya no se puede hacer, que no se va a terminar a tiempo, que es contrario a los intereses de la región, que habrá un desastre ecológico de tal magnitud que hasta va a cambiar el color del mar y que el juicio final llegará a la tierra como resultado de este proyecto, repitiendo todo lo que dijeron sobre el aeropuerto, el manejo de la pandemia, del abasto de medicinas o del manejo económico, pero que extrañamente ya no dicen de Dos Bocas.
Con el desarrollo de la refinería se les acabó el tiempo para manifestar su berrinche; el proyecto les ganó y su velocidad de construcción los agarró literalmente con los dedos en la puerta. Tuvieron que derrotarse tácitamente y dejarlo pasar, para concentrar su estrategia en el Tren Maya.
Todos los argumentos falaces que utilizaron cuando se planeó el proyecto se les olvidaron, pero no a los ciudadanos que guardamos sus mensajes en las redes sociales, donde se exhiben permanentemente haciendo el ridículo, los seguiremos teniendo presentes para recordar la clase de ladrones que nos gobernaron durante tantos años, que todavía siguen intentando frenar el desarrollo del país y recuperar aunque sea una parte de sus privilegios.
Mientras se concentran en frenar el proyecto del Tren Maya y hasta que llegue su fecha de entrega como está planeado, disfrutaremos de su silencio hasta julio de este año que será la entrega de la refinería Olmeca, que sigue cerrando muchas más de dos bocas.
Como dijo el filósofo español Miguel de Unamuno: “A veces, el silencio es la peor mentira”.