“Quiero decirles algo, la mayoría de los que participaron en la marcha son jóvenes ¡Hay
relevo generacional!” dijo antes de iniciar su 4to informe de gobierno el presidente de la
República.
El 27 de noviembre se hizo la verbena popular, salimos a marchar para refrendar nuestro
apoyo al compañero Andrés Manuel López Obrador. Llegamos de todas las partes del país,
se organizaron “vaquitas”, prestamos autos, gestionamos camiones y nos lanzamos al
Ángel de la Independencia.
No cedimos ni un pedacito de calle al racismo, ni a la xenofobia, ni al odio, nos aglutinamos
con la esperanza de poder ver de cerca a nuestro líder, y parecía imposible.
“¿Apoco sí eres obradorista?” me cuestionó un compañero mientras hacíamos balla para
saludar a Andrés, le dije que sí, que mi lucha era legítima, que crecí yendo a los mítines del
“peje”, que en el desafuero mis papás juntaron sus ahorros, llenaron la neverita y viajamos
15 horas, para 17 años después seguirle diciendo a nuestro dirigente “¡No estás solo!”, de la
emoción olvidamos decirnos nuestros nombres, pero el compañero nos felicitó, nos dijo que
por jóvenes como nosotros el estaría tranquilo de saber que el país se quedaba en buenas
manos.
Esta generación de jóvenes trae consigo la obligación de seguir impulsando las políticas
sociales que derivan de las demandas históricas de la ciudadanía, el mantener vigente la
lucha por las causas justas y llevar por estandarte que primero los que menos tienen.
Tenemos relevo generacional y la responsabilidad de crear en nosotros referentes que
sigan reivindicando el quehacer político: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.
Esta lucha es permanente, hasta lograr erradicar la pobreza y cerrar la brecha de
desigualdad social.
Andrés aquí estamos, tu mejor legado que prevalece, siempre a la izquierda y del lado del
pueblo.
Porque ser joven y no ser militante del humanismo mexicano, es una contradicción hasta
biológica.
¡Viva la dignidad!
¡Vivan las juventudes de Morena!