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Otra vez, Israel ataca Palestina; uno quisiera ser Diógenes ante la guerra
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Otra vez, Israel ataca Palestina; uno quisiera ser Diógenes ante la guerra

Textos y Contextos

Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera

Al anunciar Filipo II de Macedonia que iba a atacar Corinto, y al estar todos dedicados a los trabajos y corriendo de un lado a otro, Diógenes, filósofo cínico de la antigua Grecia, empujaba la tinaja donde vivía, haciéndola rodar de un lado a otro. Alguien le preguntó: “¿Por qué lo haces?”, a lo que respondió: “Porque estando todos tan apurados, sería absurdo que yo no hiciera nada, no teniendo otra cosa que hacer”.

Esta anécdota, rescatada por Diógenes Laercio, más o menos 500 años después de la vida del otro Diógenes, del de Sinope, dice tanto en tan pocas líneas: ante un inminente conflicto, el libre pensador no sólo se desentiende de la conquista de una ciudad, si no que se burla de todo aquel que en algo aporta al ataque contra Corinto, empujando su tinaja, como diciendo: “Esto es tan importante y a la vez intrascendente como lo que ustedes hacen”.

En tiempos en los que ciertos gobiernos parecen tan irracionales, qué ganas dan de ser un cínico como Diógenes, que se desentiende del mundo y simplemente se pone a figurar que algo hace, para que no lo tilden de ocioso… pero es difícil mantenerse al margen.

Peor aún, el sistema mundo parece más ridículo que el propio Diógenes empujando una tinaja en plena algidez por el ataque a Corinto. Otra vez, al menos 24 personas han muerto en la Franja de Gaza por bombardeos de Israel contra Palestina. Según informa la BBC Mundo, autoridades de salud locales reportaron que seis niños, dos mujeres y varios combatientes -entre ellos el líder militante palestino Tayseer Jabari- se encuentran entre los muertos, mientras que más de 200 personas resultaron heridas.

Yair Lapid, el primer ministro israelí, dijo que el ataque de su país era una respuesta a “una amenaza inmediata” por parte de la Yihad Islámica Palestina, a raíz del arresto de uno de sus líderes principales esta semana. Así actúa el gobierno israelí desde 1948, cuando dicho Estado fue reconocido por la naciente Organización de las Naciones Unidas: atacando por “amenazas”, por miedos infundados y conflictos provocados por sí mismo.

Uno esperaría que este hecho fuese un ataque aislado, pero no, es el más grave apenas desde 2021, cuando se dio un enfrentamiento que mostró la disparidad del conflicto: más de 200 palestinos muertos, contra una docena de Israel.

Ucrania perdió Crimea en 2014, una península que quizás no es ni el 10 por ciento del territorio; Palestina ha perdido, desde 1948, el 92 por ciento de sus terrenos, por lo que también se les arrebató el acceso a recursos naturales como el agua; en muchos casos, los israelíes deciden cómo y cuándo los Palestinos tienen acceso a tan invaluable insumo.
Vuelve otra vez el sinsentido, la desesperanza, al ver que, ante la muerte de palestinos, la comunidad internacional es indolente, otra vez, cosa que no sucede en el caso de Ucrania, o ahora con las tensiones que se generan por el conflicto Taiwán.

Es desesperante tener más precedentes para el futuro de que en el sistema mundo existen ciudadanos “de segunda”, naciones y pueblos que al parecer jamás van a tener el cobijo de la igualdad, la justicia y el humanismo del cual se ufanan las grandes potencias, que ni son patrocinadoras de la democracia ni de otras tantas concepciones teóricas tan positivas que sólo suceden en la imaginación de los líderes mundiales.

Diógenes de Sinope, también conocido como el Perro, no siendo ciudadano de ninguna polis concreta, se proclamó ciudadano del mundo; mientras las ciudades griegas se debatían entre guerras civiles, el cínico errante se asumió como un espectador displicente del caos.

Y ya que hablamos de los cínicos y la actitud que en su tiempo tenían ante los conflictos políticos y sociales, recordamos otra de sus premisas: aquel que aprende a vivir con sólo lo indispensable, podrá conquistar su libertad y ser sólo el dueño de sí mismo.

Uno quisiera ver, como Diógenes, como un espectador displicente, los absurdos conflictos de nuestra era: problemas por riquezas, recursos, territorios; necedades oligarcas por aferrarse a legados históricos que ya la humanidad debiera superar. Pero no, ni se puede ser indolente, ni la humanidad demuestra que es una especie dotada de razón.

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