En el tema del tráfico de estupefacientes hay un hecho que es incuestionable; los narcotraficantes mexicanos que el gobierno estadounidense dice tanto odiar, no existirían si los más de 37 millones de adictos que viven en ese país dejaran de drogarse.
Es bastante ridículo que el centro de la atención de las autoridades en aquel país, se enfoque en combatir el tráfico de sustancias ilegales, en lugar de hacerlo en resolver el problema de salud pública que comienza con la atención a las adicciones y esto no implica que no se intente evitar el trasiego, así como la venta de estos productos, sino que siendo una consecuencia del consumo de estas sustancias, los recursos y los esfuerzos deberían ser enfocados a su origen.
Para entender mejor la situación sólo tenemos que imaginarnos qué sucedería si de repente de un día para otro, lográramos detener el tráfico y no pudiera llegar ni un solo gramo de droga al mercado de los Estados Unidos. Seguramente en menos de 48 horas tendrían un problema incontrolable de violencia en las calles, sin contar cuántos de estos 37 millones de adictos atentarían contra sus propias vidas.
Queda muy claro que los esfuerzos que se hacen dentro de Estados Unidos y en México para combatir el tráfico y venta de estas sustancias no es suficiente, es más, ni siquiera parece ser útil para controlar la adicción a las drogas; de hecho cada año hay más adictos en aquel país. Esa no es la solución.
De cualquier manera, en México hemos intensificado ese combate al tráfico de drogas en forma sustancial, aunque hoy ya no se use la estrategia de violencia extrema que se utilizaba en los gobiernos anteriores.
En los últimos 3 años, de 2019 a diciembre de 2021, las autoridades mexicanas han incautado enormes cantidades de drogas y han evitado que lleguen al mercado estadounidense volúmenes suficientes como para surtir más de 786 millones de dosis de sustancias ilegales, que serían suficientes para intoxicar a sus 37 millones de adictos durante casi un mes.
Se han detenido a 63,379 miembros de las bandas del crimen organizado, de los que 1,078 se consideraban objetivos prioritarios; de estos, 1,059 eran integrantes relevantes de las células delictivas, 9 eran jefes de plaza, 5 jefes regionales y 5 líderes de organizaciones criminales.
Además del daño que se les ha infringido a las organizaciones delincuenciales con la captura de sus miembros, las confiscaciones de esa cantidad de sustancias psicotrópicas les ha significado perder 6,400 millones de dólares en ganancias que ya no generaron.
Sólo para comparar la diferencia en el esfuerzo que se hace hoy el Estado mexicano con el que hacía en gobiernos anteriores, durante los últimos 3 años del gobierno de Peña Nieto, se detuvieron a 21,584 miembros del crimen organizado, una 3ª parte de los que se han aprehendido en los primeros 3 años de este sexenio, de los que solo 522 eran considerados como integrantes relevantes de las bandas.
Si bien el gobierno de México tendrá que continuar realizando un esfuerzo serio para seguir disminuyendo el tráfico de estupefacientes, porque a nadie nos conviene que esto suceda, para que nos quede claro, el problema de las drogas en ese país no son las bandas del crimen organizado en Colombia o en México, ni siquiera los son las bandas que se integran alrededor de los brokers de estas sustancias en su propio territorio, que son los que se llevan las mayores ganancias del negocio. El problema es que tienen demasiados ciudadanos consumiéndolas y no han hecho un esfuerzo serio por erradicar su adicción.
Sería útil para todos que en lugar de seguir culpando al vecino de sus problemas, se aboquen a resolverlos en forma decidida y como una sociedad dirigida por adultos conscientes que saben asumir sus responsabilidades, sin tener que buscar chivos expiatorios para evadirlas.
Como dice el escritor estadounidense Daniel Goleman: “Las personas suelen tratar los problemas colectivos como si fueran la responsabilidad de otros”.