A partir de 1970, cuando Echeverría comenzó a gobernar, la economía mexicana inició su carrera hacia el declive y la incertidumbre. Antes de él y durante 3 décadas vivimos lo que se conocía como el milagro mexicano del desarrollo estabilizador. El producto interno bruto crecía a razón de 6% anual, la deuda pública era irrelevante, el poder adquisitivo del salario era 800% mayor que en 2018, el valor del dólar fue de 12.50 viejos pesos durante más de 12 años y el país se iba industrializando en forma gradual y estable.
Desde entonces y hasta el 2018 solamente el precio del dólar se multiplicó por 1,636 veces pasando de 12.50 a 20,470 viejos pesos, que Salinas nos disfrazó con el cuento de quitarle 3 ceros al valor nominal de la moneda.
Cada vez más nuestra suerte se fue ligando a las decisiones del extranjero y particularmente a las de los gobiernos estadounidenses, nos fuimos colocando en medio de las turbulencias de los mercados internacionales, nos endeudamos en forma demencial, especialmente en los sexenios del cártel calderonista y de la organización criminal peñanietista, nuestro poder adquisitivo perdió el 80% de su valor, nuestras empresas estatales se privatizaron y nuestro mercado interno se contrajo a su mínima expresión en la historia moderna.
El manejo de la economía se colocó en unas cuantas manos voraces e insaciables de oligarcas sin escrúpulos, que manejaban a su antojo a las marionetas corruptas que colocaban en el gobierno para que les facilitaran el saqueo, mientras sus medios de propaganda aplaudían el atraco permanente vistiéndolo de modernidad.
Ese deterioro profundo se llevó a cabo en un plazo de casi 50 años, acelerándose a gran velocidad en los últimos 36; experimentando una caída libre a partir del 2006 con el gobierno macabro de Calderón, el Carnicero de Morelia, para terminar en el sexenio de roben todo lo que puedan, encabezado por la botarga Peña Nieto.
Aunque es lamentable darnos cuenta de lo que hicieron en 50 años todos estos sátrapas con el país que veníamos construyendo hasta 1968, resulta sorprendente lo que se ha podido avanzar en los 4 años que llevamos desde diciembre de 2018, para comenzar a reconstruirlo desde los escombros que dejó el neoliberalismo devastador, cosa que además se está haciendo en un contexto interno de estabilidad, logrado en medio de una pandemia y una crisis económica mundial profunda, derivada de la guerra en Ucrania.
El cambio de perfil de México en 4 años es total, no solamente en el aspecto económico, sino en todos los demás; de hecho podríamos estar de acuerdo con la derecha cuando afirma que se está destruyendo al país; en efecto, se hizo añicos el país que era solamente de ellos y que excluía a todos los demás, en un proceso que los académicos Robison y Acemoglu denominan como destrucción creativa, que tiene que llevarse a cabo para terminar con una estructura perniciosa integrada por instituciones de saqueo, para convertirlas en instituciones incluyentes.
Lo más sorprendente es que este cambio absoluto de perfil se está alcanzando por medio del combate a la corrupción, la disminución del gasto operativo del gobierno, el aumento de la recaudación y la aplicación de programas de apoyo social que proporcionan un mejor nivel de bienestar a la población en general. Los verdaderamente afectados en el proceso son los que se robaban todo y ahora tienen las manos atadas con una cuerda que les aprieta cada día más.
Sin mencionar más, basta con darnos cuenta de un solo detalle en medio de la crisis severa que vive hoy la economía mundial. Prácticamente ningún habitante de cualquier país occidental, por desarrollado que sea, saben cuánto van a pagar de luz o de gasolina la semana que viene. Solo los que vivimos en México sabemos que vamos a seguir pagando lo mismo que pagamos hoy, por lo menos hasta diciembre de este año. Todos los que lloran amargamente por su paraíso perdido, vayan y cuéntenle esto a sus parientes que viven en Canadá, en los Estados Unidos o en Europa y escúchenlos lamentarse de a deveras.
Como dijo el psicoanalista suizo Carl Gustav Jung: “La iluminación no se alcanza fantaseando sobre la luz, sino haciendo consciente la oscuridad. Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”.