¿Y si desde Zedillo hasta Peña Nieto hubiéramos tenido revocación de mandato?
Textos y Contextos
Por Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
En Perú, el presidente Pedro Castillo enfrenta múltiples manifestaciones que vienen desde el sector transportista, el de la educación y en general de una parte de la sociedad civil que no está de acuerdo con sus políticas.
Alonso Cárdenas, experto en políticas públicas de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, declaró a la BBC Mundo que “hay una crisis terminal del sistema de representación política y eso nos ha llevado a que en los últimos seis años (en Perú) hayamos tenido cinco presidentes, un Congreso disuelto y 13 primeros ministros”.
En las últimas décadas, la mayoría de los países de América Latina han vivido convulsiones internas por las que cientos de miles e incluso millones, han salido a las calles para mostrar su desacuerdo con los gobiernos, por ejemplo, de Colombia, Chile, Brasil, Argentina, Ecuador y hasta Bolivia, en el fatídico mandato de Jeanine Áñez.
Durante mucho tiempo, México no fue la excepción. Antes de la ola feminista que marcha cada 8 de marzo, ya salían a exigir justicia familiares de desaparecidos, incluidos los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa, electricistas de Luz y Fuerza, estudiantes, magisterio y demás sectores sociales hartos de eso que hoy es conocido como el periodo neoliberal.
Incluso, en el sexenio del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, también han existido los grupos disidentes al gobierno, tales como FRENA o aquellos que marchan en autos último modelo, los cuales se han caracterizado por su poco poder de convocatoria; sin embargo, aunque no son cuantiosos, existen.
La última manifestación contra el actual mandatario federal fue el pasado fin de semana, con la curiosa consigna de “Terminas y te vas”, la cual causó confusión en la opinión pública, pues, por lo general, el que termina, se va; a reserva de que estemos ante un Maximato, como el de Plutarco Elías Calles, fundador del PRI, o de un abuso de poder transexenal, como el de Carlos Salinas de Gortari, fundador del PRIAN, esta frase resulta un tanto incoherente.
Sin embargo, el punto a rescatar es la revocación de mandato, que se ha celebrado este 10 de abril y la cual tiene como espíritu precisamente remover a los gobernantes que no están dando el ancho en el cargo presidencial. Qué hubieran dado los chilenos y ecuatorianos en 2019 o los colombianos en 2020, por tener una figura similar para ahorrarse tanta sangre que corrió por los gobiernos que tenían en aquel entonces y los cuales reprimieron las protestas con inhumana violencia.
La diferencia es que en varios de los países que hemos mencionado anteriormente, incluso podríamos incluir a Estados Unidos, el periodo presidencial es de sólo 4 años, por lo que la elección intermedia, que por ejemplo perdió Donald Trump, sería una especie de referéndum, para llevar al presidente a sólo 4 años o expandir su periodo a ocho. Incluso el propio Trump o Mauricio Macri en Argentina, son ejemplos de personajes a los que en últimos años se les negó la continuidad.
En México, la época porfirista dejó muy manchada la palabra reelección, por lo que luego de la caída del oaxaqueño, se instituyeron periodos presidenciales de cuatro años sin consecución del mismo mandatario directamente; después hubo artilugios como el que quiso implementar Álvaro Obregón, descansando un cuatrienio para candidatearse en 1928 hasta que fue asesinado en La Bombilla.
Por eso, Lázaro Cárdenas, que tantas cosas puso en orden, decidió implementar el periodo sexenal que, ha comparación con otros países, ni es mucho, ni es poco, pero nos deja precisamente un tiempo muy amplio para la permanencia de un mismo presidente.
Durante los sexenios de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, el oficialismo perdió sustancial fuerza en el Congreso en las elecciones intermedias, lo que sería un buen indicador para saber qué hubiera pasado en una revocación; aunque Enrique Peña Nieto logró mantener cierta fuerza en San Lázaro, terminó su mandato con menos de 30 puntos de aprobación, por lo que podríamos pensar, de haber existido la figura de la revocación, quizás se habría utilizado para ir en contra de las catástrofes económicas de 1995, la Matanza de Aguas Blancas, el FOBAPROA, la farsa que fue Vicente Fox, y claro, la mal llamada guerra contra el narcotráfico.
En el caso de Peña Nieto, la Casa Blanca y la verdad histórica de Ayotzinapa, hubiesen sido lo menos para desterrarlo de en ese entonces Los Pinos, sin mencionar Tlatlaya y otro sinnúmero de irregularidades en su gobierno.
Uno esperaría que el gobierno de López Obrador sea una transición a mejores tiempos, por lo que dejar el precedente de una revocación, no ratificación, es importante, pues en el futuro la ciudadanía deberá recordar que este ejercicio existe y que, en efecto, el ideal es que “el pueblo pone y el pueblo quita”.