Sí, sabemos que, por desgracia, las enfermedades son difíciles de enfrentar y peor, que, si no se tienen recursos, muchas de ellas pueden convertirse en muros infranqueables que producen deudas impagables y el consiguiente empobrecimiento de una familia.
En un mundo ideal, o como se dice en la jerga jurídica, en el mundo del deber ser, el Estado debe garantizar que todas las personas tengan seguridad social en materia de salud, porque el welfare o estado de bienestar que hoy es uno de los ítems que son materia de medición, para determinar la felicidad y bienestar de un pueblo y porque es cuestión de justicia social y, ya que estamos en tiempos de aprobación del presupuesto, debería ser uno de los rubros a los que se destinara una parte importante del gasto público.
Pero también sabemos que, en el mundo real, en el mundo jurídico de lo que es, por sexenios enteros, el Estado fue incapaz de dar cobertura mínima a las personas en materia de salud. Ni siquiera las personas con seguridad por afiliación al Seguro Social o al ISSSTE, tenían completamente cubierto el esquema de medicinas o claves. Entonces, las personas que no tenían estos “privilegios de salud”, no podían siquiera imaginar que sus enfermos tendrían acceso, ya ni en sueños, a urgencias, menos a hospitalización, si es que no tenían dinero para pagar las cuentas imposibles que resultan después de unos días de internación hospitalaria.
Si pensamos con la mentalidad de un tiburón (jajajaja), ahí se ve claramente un área de oportunidad.
Los más buenecitos pensarán en esquemas de ayuda tipo dispensario, con voluntarios que ayudarían a cuidar a los enfermitos y curación acelerada con rezos y pañitos de agua fría. Los más aguzados vieron esa oportunidad y actuaron en consecuencia. Como siempre dan paso con dos o tres huarachazos y además se quedan con la huarachería y el camino entero, y aprovecharon ese vacío enorme en el sector salud, y en contubernio con los administradores del país, maquinaron el esquema por el que, a través de empresas fachada, disfrazadas de fideicomisos o fundaciones, por un lado, cubrían las carencias en materia de salud con clínicas privadas; por otro, suplían las claves de medicamentos y en recompensa, podían evitar el pago de impuestos de sus negocios que sí les dejaban lana. O sea, una gran empresa minera que gana anualmente miles de millones de dólares, creaba una fundación de ayuda a niños, o “donaba” (bien dinero de terceros, o la parte necesaria para que sus ganancias no lucieran desproporcionadas) y listo: exención de impuestos garantizada e imagen de empresa socialmente responsable, brillante.
Ojo aquí que, lo que viene a continuación, no es un tipo de “ayuda de la iniciativa privada” que sucediera sólo en México, no… esto se dio a lo largo y ancho del mundo. Ahí, donde el neoliberalismo hubiera inoculado la idea de que, con el dinero recaudado por Hacienda, nada se podía hacer porque nunca alcanzaba, a pesar de que cada ejercicio fiscal se engrosaba el rubro de recaudación, se precarizaba lo que tocaba a la sociedad y, curiosamente, los políticos que entraron pobres, salieron estúpidamente millonarios en unos cuantos periodos de “servicio público”.
Estos grupos organizados, como garrapatas, se pescaron de las causas más dolorosas para la sociedad: de entro los muchos negocios, perdón, “formas de ayudar”, podemos hablar de los niños con discapacidad o enfermedades tremendas y costosísimas que, por supuesto, era menos que imposible que se atendieran en esos hospitales devastados del seguro social, que ni siquiera podían cubrir el cuadro de enfermedades básicas y medicinas de primera generación. El motivo ya estaba decidido. Ahora, había que echar mano de los aliados en los medios de comunicación y, usando la ya probada fórmula de teletón en que se unían artistas que se presentaban con el fin de recaudar dinero para fines benéficos, en México, este esquemita bien pronto demostró ser el ideal por el que se evitó el pago de impuestos de manera cínica y descarada.
A ver, aun cuando haya quienes levanten la ceja y crean que soy mala persona por criticar el fin último de este “montaje”, es terrible darnos de frente con la realidad cuando nos enteramos de que esos monstruos son capaces de traficar hasta con su abuelita (si es que tuvieran). Han especulado con el dolor y la caridad, para quedar, por un lado, como héroes ante la sociedad y como personas desprendidas ante Hacienda,
En un principio, en 1949 cuando se ideó el primer telemaratón, se recaudaron fondos para una fundación dedicada al cáncer; años después el cantante Jerry Lewis organizó y popularizó este medio de recaudación, por el que, entre 1966 y 2010 se destinaron los fondos a rehabilitación de personas con distrofia muscular. En Chile, don Francisco inició con esta iniciativa en 1978 y hubo decenas de países, cuya sociedad civil se organizó para movilizarse en pro de los más desfavorecidos. En nuestro país, fue Televisa quien, con la bandera del sentimentalismo, el montaje lacrimoso y la presentación más obscena de niños con necesidades médicas, presentó su pléyade de piadosos artistas que animaban al público a despojarse de unos cuantos pesos para poder sumar la cantidad requerida para construir y operar hospitales y centros de rehabilitación.
Digamos que, hasta ahí, el fin del teletón era el perseguido, porque el pueblo, desde sus propias necesidades, donó siempre con alegría, con entusiasmo y esperanza de pensar que sus pesitos ayudaban a esos pequeños. Y es justo en este punto en que la puerca tuerce el rabo, porque las cantidades ingentes que verdaderamente engordaron la alcancía de los teletones, venía de los grandes donantes que llegaban con unos chequesotes que, convincentemente, se sumaban al altruismo.
Y nadie está en contra de la ayuda, de las donaciones o de la salud. Obvio no. Aquí lo que resultó muy retorcido es que políticos, empresarios, y grandes consorcios se erigieron en los paladines de la ayuda humanitaria y, claro, como existía ese vacío en el mundo de la salud y no se había organizado el gobierno de modo que éste recuperara las tareas inherentes al Estado, pues supusieron que estaba bien semejante desmesura.
En la conferencia del martes 19 de octubre, la reportera Dalila Escobar preguntó, a propósito de la revisión del proyecto de la Ley de Presupuesto 2022, si las limitaciones que se proponen sobre la deducibilidad de las donaciones que se den a organizaciones de la sociedad civil no afectará que éstas sigan aportando de manera “desprendida”. El Presidente señaló que antes lo que predominaba eran los intereses de grupos o personas específicas y que hoy, lo que prevalece es el interés general, por lo que la Ley de Presupuesto no busca que unos tengan más beneficios o que otros sean más perseguidos. Pero claro que, en cuestión de devolver impuestos, no está de acuerdo, porque de esa manera es que muchos donadores filántropos querían ver que sus ingresos estuvieran limpios de polvo y paja, sin pasar por la monserga de contribuir al erario.
Y explicó muy claramente las funciones del gobierno en este rubro: la recaudación es la forma en que el gobierno se hace con los recursos que se transforman en servicios para la población: salud, cultura, obras sociales… y los empresarios que estaban acostumbrados a simular que cubrían esas tareas, ya no necesitan seguir usurpando tales funciones, así que ya, muchas gracias por su excelsa y abultada participación como donadores, pero ahora, si quieren regalar su dinero de manera espontánea y sin presiones, pueden hacerlo, aunque sin esperar que el gobierno les apapache regresándoles una parte de sus contribuciones hacendarias o de plano, saltándose dicha obligación.
Y es así como deben ser las ayudas que se dan a esquemas que en origen son buenas y ayudan realmente a quienes no tendrían otra opción, pero hay que entender que, si México llegó al estado de devastación hospitalaria y carencia de medicinas y personal, fue porque a los gobiernos anteriores les interesaba chatarrizarlo TODO, para poder venderlo como un auto deshuesado, como decíamos de la industria eléctrica o de PEMEX. Así era mucho más fácil salir a decir que el Estado era incapaz de proveer servicios educativos, de salud, de mantenimiento de calles o iluminación pública y se justificaba fácilmente que se celebraran contratos con prestadores particulares que, como también se ve con las generadoras de energías verdes, cobran al precio que quieren y después condicionan su servicio o amenazan al Estado con dejar de prestarlo, si es que no nos ceñimos de manera total a sus exigencias, tal como lo haría un secuestrador.
¿Quieren ejemplos? Silvano aureoles concesionó las mastografías por 402 millones, 900 mil pesos, para que el hijo de Roberto Madrazo, Federico, las realizara por medio de la empresa Movimedical S.A. de C.V., que realizaría “gratis” las mastografías, ultrasonidos mamarios y estudios hisopatológicos para, según ésto, ayudar a la salud de las mujeres de Michoacán. Y los resultados se entregaban hasta 8 meses más tarde… ¿eso es ayudar? No, eso es robar y traficar con una necesidad, como la que tienen miles de mujeres de asegurar que su vida y su salud son buenas un año más. ¿Se imaginan? Lucrar con pruebas de cáncer mamario…
Ejemplo en contrario, las personas que verdaderamente necesitan ayuda no esperan caridad, sino oportunidades. El proyecto de Ana Yolanda López, de Querétaro, #PanQAyuda, es un ejemplo de que las empresas socialmente responsables empiezan pagando impuestos, generando empleos y dignificando la vida y el trabajo de las personas.
Hoy estamos en una mudanza hacia la soberanía en todos sentidos: social, bancaria, política, económica, energética, de salud, educativa, militar, alimentaria, y debemos perseguir que alcance a ser tecnológica, científica e ideológica (para quienes dependen de las ideas frescas de los europeos no domésticos); y por ello es claro que han crecido los efectos de la rabia de quienes se veían beneficiados por sus labores como suplentes de esas tareas del Estado a precios de lujo porque esos chances han cesado. Esto es lo que quizá los tenga tan profundamente irritados, que su caridad tenía fines de evasión fiscal y ya se hizo notorio y público.
Lo sentimos, pero ahora las cosas se están poniendo en orden y como dice el presidente, primero los pobres y para ello, es menester que todas las partes aprendamos que nadie puede regresar a robar, a mentir o a traicionar al pueblo, ¡nunca más!