Por: Ricardo V. Santes-Álvarez
@RicSantes
Por muchos años, presidente López Obrador, usted insistió en que “Por el bien de todos primero los pobres”. A oídos de muchos ese lema sonaba no sólo irrelevante, sino blasfemo. ¿Cómo que los pobres primero cuando estaba visto que lo son porque no tienen aspiraciones?
¿“Por el bien de todos”? ¡Eso suena a amenaza! Lo sabido, lo adoctrinado, es que el mayor bien es el haber propio, que se consigue por encima de lo que sea y dejando atrás a quien sea. Un intelectual orgánico, que reparte su profunda sabiduría mediante tuits, le acusa de que su arenga echa por tierra la “cultura del esfuerzo”, que por supuesto se precia más cuando se circunscribe a la élite y se acompaña de un buen moche. Dicen los patrones que los jodidos lo están porque no mueven un dedo para salir del hoyo; no aceitan la máquina, pues.
Seguro que aquel erudito coincide.
Por mucho tiempo dijo también que el PRI y el PAN eran lo mismo: el PRIAN. Y pese a que todos denunciaban su error y malicia, con necedad insistió en que esos partidos dejasen de una vez por todas la simulación y mostrasen su verdadera unión. Aún más, luego de ganar la presidencia en 2018, reiteró el atrevimiento, recomendando inclusive a ambas organizaciones (¿también al PRD?) que se juntasen formalmente y armasen una propuesta. ¿Qué necesidad de confrontar a los que se sentían dueños de México si para ellos todo iba de maravilla? Desnudarles completamente y responder a sus vituperios en las conferencias mañaneras han sido afrentas que nunca le perdonarán.
El colmo: el tiempo le dio la razón. Luego del 6 de junio, usted llevará en la conciencia la carga de haber dado la idea germinal de tan diabólico y fracasado amasiato que significa el PRIANRD. Los jefes de esos partidos, y los peleles que conforman sus dirigencias, jamás olvidarán que, por hacerle caso y someterse a una alianza ridícula y antinatura hoy viven la peor de sus derrotas y vergüenzas.
¡Qué prisa la suya por generar tal inestabilidad en un sistema político que se conducía en una inercia de carencias y exclusión, a la vez que de pingües ganancias para un puñado de bandidos!
No hay duda que pasará a la historia como el responsable de cambiar el rumbo de un país entregado amorosamente a los brazos de los poderes fácticos, la corrupción y la impunidad; de llevarle hacia una desconocida e incierta aventura donde el pueblo se obliga a madurar, abrir los ojos, reconocer sus capacidades, y ejercer su libertad de elegir lo que considere conveniente para la mayoría.
Lo hecho, hecho está. Y ahí queda. En 2024 usted se retirará. Las bases de lo nuevo quedarán plantadas al cobijo de una institucionalidad diferente. Todo lo que logre hasta entonces la Cuarta Transformación pasará a manos de los actores sociales, económicos y políticos que le sucedan. Ellos resolverán la disyuntiva de seguir adelante con el proyecto o no.
Los resultados del reciente proceso electoral señalan que su tenacidad empieza a rendir frutos. Por ello, mi apuesta es que no habrá retroceso; que la gente ya le tomó sabor a desempeñar su papel ciudadano, con los derechos y las responsabilidades inherentes, en aras de conseguir un mejor México. Ya se verá.