Estamos acostumbrados a revisar y citar cifras de indicadores macroeconómicos para referirnos al desarrollo de la economía; tal vez sea porque la economía de la gente común, le ha importado poco a los economistas y opinólogos tradicionalmente.
Sin embargo, hay otros indicadores que pocas veces se leen en los medios, pero que hoy están comenzando a ser notas de encabezados grandes, como las que se refieren al consumo de la gente común.
Recientemente nos enteramos que las tienditas de abarrotes, distintas a las cadenas de tiendas de conveniencia, lograron vender un 8.5% más en 2020 de lo que lo hicieron en 2019 y eso a pesar de haberse tratado de un año de pandemia, en el que los negocios prácticamente se cerraron durante más de 5 meses.
Solo en diciembre del 2020 el aumento en las ventas de estos establecimientos fue de 10%.
En la lectura de este indicador hay muy buenas noticias. Una de ellas es que los mexicanos de a pie tuvimos dinero suficiente para impulsar la venta de las tienditas de la esquina; otra es que el dinero derivado de las ventas de estos negocios, no se va a una cuenta concentradora de alguna corporación que seguramente depositará gran parte de este dinero en algún paraíso fiscal.
Una buena parte del dinero que gastamos en esas tienditas se queda en la economía local; el que lo recibe lo gasta en la misma comunidad en la que vive y de esta forma, circula beneficiando a más personas de las mismas colonias y barrios, a diferencia de lo que sucede cuando compramos en las cadenas de tiendas de conveniencia.
Otra buena noticia en este sentido, es que la estrategia que aplicó el gobierno al destinar cantidades importantes del presupuesto hacia los apoyos sociales, en realidad activó el consumo del ciudadano común y como consecuencia de ello, se impulsó la actividad económica desde abajo.
Como lo hemos dicho antes, cuando se impulsa el consumo, las tiendas que venden los productos tienen que resurtirlos, las distribuidoras tienen que entregarlos, las fábricas que los producen tienen que elaborarlos y todos ellos necesitan de mano de obra para hacerlo, estimulándose así todo el círculo de la economía de una forma eficaz y rápida.
El año pasado la economía comunitaria recibió dos tipos de apoyos importantes que lograron mantener, e incluso incrementar el consumo; uno fue producto de los apoyos sociales establecidos y entregados por el gobierno federal a través de sus programas de bienestar y el otro fue una cantidad muy relevante de remesas de dinero enviadas desde el extranjero por nuestros paisanos migrantes.
Sería una gran noticia que este año los mexicanos realmente hiciéramos una diferencia entre los tipos de negocios a los que les compramos y escogiéramos hacerlo en las tienditas, en lugar de gastar nuestro dinero en las cadenas de tiendas de conveniencia.
De esta forma estaríamos apoyando la economía local y la circulación del dinero dentro de nuestras comunidades en beneficio de nuestros vecinos y no de corporaciones que pagan salarios de hambre y drenan las economías de las colonias.
Como dijo el emperador macedonio Alejandro Magno: “Tras la conducta de cada uno, depende el destino de todos”.