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El trumpismo sin Trump
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El trumpismo sin Trump

Por. Diego Iván López Miguel
Twitter: @DiegoI_Lopez

El presidente número 45 de Estados Unidos está por concluir su mandato, tuvo la oportunidad de reelegirse nuevamente pero perdió en las elecciones presidenciales frente a su contrincante demócrata, Joe Biden. Donald Trump se va en los próximos días pero quedará una ideología que impulsó para llegar a la Casa Blanca y que viene de tiempo atrás: El Trumpismo. Ésta corriente es impulsada por el supremacismo blanco de los WASP (White Anglo-Saxon Protestants/ anglosajones blancos protestantes). Las protestas en el Capitolio representan la complejidad de este movimiento.

Para entender el concepto del trumpismo debemos remontarnos al siglo XVII, con la llegada de los primeros fundamentalistas “puritanos” del barco peregrino, Mayflower, en Plymouth, Bahía de Massachusetts en 1620. Inglaterra atravesaba por un período de inestabilidad social debido a su guerra civil de 1642, el florecimiento de la colonización en Nueva Inglaterra representó una oportunidad ante el desorden en Europa. La prosperidad de la región y posteriormente de las 13 colonias fundacionales constituyó el centro de un poder agrícola y luego en su poder manufacturero, que hoy revive el trumpismo en sus dos conceptos: Rural y manufacturero.

Los WASP ven en el trumpismo una nueva oportunidad ante la explosión demográfica de la población afroamericana y de los latinoamericanos (en su mayoría, mexicanos). El movimiento trumpista aglutina a los grupos supremacistas en las zonas rurales y sobre todo los bastiones republicanos del cinturón industrial, y de la región central y del sur de Estados Unidos. Además incorpora a los sectores que se han visto amenazados y abandonados por el modelo financierista global, impulsado desde EE.UU y Gran Bretaña con la dupla Reagan/Tatcher; ahora en contracorriente con las medidas proteccionistas de Trump y el Brexit respectivamente.

Bajo el lema “Make American Great Again”, Trump irrumpió en la escena política de EU en 2016. El eje de campaña de Donald fue en contra de la inmigración, prometiendo un muro en la frontera sur con México. Las arengas incendiarias fueron lanzadas en contra de los mexicanos acusándolos de “violadores y asesinos”, y describiendolos como “Bad hombres”. En la última etapa de Peña Nieto el gobierno mexicano fue sometido al vertiginoso y belicoso estilo de Trump. Con la llegada de López Obrador a Palacio Nacional la situación mejoró pero también fue amanezado con la imposición de tarifas arencelarias por la ola de inmigrantes centroamericanos, la respuesta de la 4T fue la colocación de la Guardia Nacional en la frontera con Guatemala.

El discurso anti inmigrante y sobre todo anti mexicano que llevó a Trump a la Casa Blanca se remonta al Siglo XIX, bajo la doctrina del “Destino Manifiesto” y la política expansionista de James K. Polk los norteamericanos arrebataron a su vecino del sur, México, más la mitad del territorio en 1848. Ya con la capital mexicana bajo control, surgió el movimiento “All México”, en donde se pretendía anexar a todo el país, esto fue rechazado por el congreso estadounidense debido a que no querían mezclarse con la población que estaba en el centro y sur de México. Se recuerda la frase del esclavista John C. Calhoun: “Nunca hemos soñado con incorporar a nuestra Unión a ninguna otra raza que no sea la raza blanca, la raza libre”.

Las diferencias ideológicas sobre la esclavitud llevaron a la Guerra de Secesión entre la Unión Americana y los Estados Confederados del Sur en 1861. Los estados sureños se pronunciaron a favor de la esclavitud, el conflicto terminó en 1865 con el triunfo del gobierno republicano de Abraham Lincoln y la prohibición de la esclavitud. Curiosamente durante las protestas en el Capitolio grupos trumpistas ondeaban las banderas de los Estados Confederados del Siglo XIX. ¿Será un mensaje o un mal presagio de una nueva guerra civil norteamericana?.

Donald Trump terminará su caótico período presidencial pero dejará a una nación fracturada en sus pugnas ideológicas. La ruptura con el vicepresidente Mike Pence pone en evidencia la debilidad institucional y la polarización norteamericana. La irrupción de los grupos de extrema derecha en el corazón político estadounidense, Washington D.C representa el declive de la potencia occidental; el país de la libertad y la democracia sucumbe ante el ascenso del nacionalismo supremacista blanco: El Trumpismo.

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