La confrontación permanente de la clase conservadora con el gobierno federal, no le ha rendido frutos a la derecha mexicana hasta el momento.
Los políticos reaccionarios, han visto cómo se frustran uno a uno sus intentos por restar credibilidad y apoyo al presidente López Obrador y su gobierno.
Manifestaciones, noticias falsas, guerra sucia en todos los frentes, termina dañando más a su causa, que a un presidente al que no pueden encontrarle puntos de debilidad.
La prensa y los empresarios por su parte, tampoco han podido convencer a los ciudadanos mexicanos de que las políticas de transformación que impulsa el gobierno de la Cuarta Transformación, son equivocadas. El pueblo ve los beneficios de los programas sociales, reflejados en sus bolsillos directamente. Algo que nunca sucedió en tiempos del neoliberalismo.
No hay incremento en el precio de la canasta básica. Las tarifas de luz y agua se mantienen estables. No hay gasolinazos. Tampoco incremento en impuestos.
Todo este panorama de tranquilidad económica vivida a ras de suelo, hace que las descalificaciones de la derecha neoliberal, no encuentren apoyo dentro de una sociedad que está viviendo tiempos de bienestar, a pesar de la pandemia.
Hay también un grupo de gobernadores de oposición, que intenta descarrilar al gobierno del cambio, negándose a replicar estas nuevas políticas en sus Estados.
El interés de estos gobernadores, nada tiene que ver con el bienestar de los ciudadanos que votaron por ellos. Sus motivaciones son de carácter político. Estos mandatarios estatales pretenden colaborar en el fracaso del gobierno federal, para que en el mediano plazo, regrese a la presidencia de la nación, un político que restablezca el modelo neoliberal, hoy en franca retirada.
Piensan que de tener éxito su empresa, uno de ellos podría ocupar el máximo cargo de responsabilidad en el país, después del siguiente proceso electoral.
Uno de los más belicosos oponentes al gobierno del presidente López Obrador, ha sido sin duda alguna, Enrique Alfaro. Este personaje llega al gobierno de Jalisco, impulsado por el partido político Movimiento Ciudadano.
Se trata de un político autoritario, mentiroso, poco capaz para mover a una administración pública en tiempos de austeridad. Necesita dinero para emprender cualquier acción de gobierno.
Ha endeudado a Jalisco de manera escandalosa. Los resultados que ha presentado hasta el día de hoy, no corresponden en absoluto con el enorme gasto público ejercido.
Alfaro es el clásico político demagogo, que intenta lucir en conferencias y actos públicos. Piensa que ahí radica su poder para controlar al pueblo. Miente cotidianamente y asegura tener programas de trabajo y estrategias políticas muy superiores a las que impulsa el presidente López Obrador.
De ahí han nacido sus problemas.
En su afán por aparentar una superioridad estratégica, respecto al Plan Nacional de Salud, instrumentado por el gobierno federal para dar atención al grave problema de la pandemia de Covid-19, Alfaro tomó decisiones equivocadas, que hoy lo obligan a pagar la factura.
El presidente López Obrador ha señalado que una de las principales reglas de su gobierno, es la de realizar todos los cambios necesarios para la transformación del país, en base al convencimiento y nunca con el uso de la fuerza.
Alfaro, por el contrario y sin tomar en consideración los riesgos que esto implica, decidió pasar por alto la posibilidad de instrumentar la sana distancia y el resguardo en casa, por medio del convencimiento. Decidió que la fuerza era la manera correcta para obtener mejores resultados.
La evidencia nos muestra hoy, que se equivocó por completo. Una persona que comía en la vía pública, después de su jornada de trabajo y que por lo mismo se había retirado el cubrebocas momentáneamente, fue agredido de manera física por la policía municipal, perdiendo la vida posteriormente.
Este hecho es responsabilidad directa del gobernador. La instrucción a la fuerza pública municipal y estatal para obligar, detener e incluso reprimir a los infractores de esta norma de salud, derivó en la muerte de un inocente.
El uso de la fuerza pública como método para gobernar, ha sido un error que genera violencia y pérdida de vidas.
La sociedad en Guadalajara y otros municipios del Estado protestó de inmediato contra esta violencia policial. La respuesta del gobierno fue más represión hacia los ciudadanos.
En redes sociales, fuimos testigos de la forma en que elementos de seguridad golpean con total impunidad a los manifestantes. Se usan tablas, toletes, extintores y todo lo que se encuentre a la mano, para agredir con ventaja a ciudadanos desarmados.
La violencia “causa” (en este caso la forma violenta de los cuerpos policiales para controlar un reclamo social), desencadena la violencia “efecto” (respuesta de la gente indignada que contesta con más violencia a la agresión inicial).
Algunos manifestantes extremistas, lanzan de manera irresponsable material inflamable sobre un policía y le prenden fuego. Afortunadamente el lesionado se encuentra en este momento estable.
Pero toda esta escalada de violencia, tiene como único origen la disposición de Alfaro, para obligar a la sociedad a mantenerse en casa, usando el cubrebocas de manera invariable, utilizando a la fuerza pública como mecanismo de control.
Alfaro se equivocó. La muerte de esta persona es su responsabilidad. No importa si los policías que le quitaron la vida, fueron municipales. Él dio la instrucción para todo el Estado de Jalisco.
Acorralado por sus propios errores y viendo que sus sueños presidenciales mueren, Alfaro intenta en un acto desesperado, responsabilizar al gobierno del presidente López Obrador del problema que vive Jalisco.
Habla en conferencia, de “grupos” salidos de los “sótanos del gobierno federal”, que llegan a Jalisco a sembrar el caos. Reclama al presidente López Obrador su participación en estos hechos y dice que la policía estatal actuó correctamente.
Hoy el presidente le contesta en la conferencia mañanera que “si tiene pruebas, las presente”, que él “no es jefe de partido y nada tiene que ver con lo sucedido” y que como presidente “no lanza la piedra y esconde la mano”.
¿Qué hace de inmediato Alfaro?
Responder (contradiciendo su declaración de anoche), que él nunca acusó al presidente de haber tenido algo que ver con lo sucedido. Que se refería exclusivamente al partido político Morena.
Alfaro va de error en error, dejando en el camino la poca credibilidad que aún le queda.
Los intentos por descarrilar al gobierno de López Obrador, solo han traído problemas a los gobernadores que han participado en este sucio juego.
La verdad termina siempre por imponerse. La estrategia de salud impulsada por el presidente y el Dr. Gatell, siempre fue la adecuada.
No obligar. Convencer al pueblo con argumentos científicos, sí.
Hoy, Alfaro está metido en un grave problema de Derechos Humanos que seguramente le traerá consecuencias. Sus sueños presidenciales mueren y por si todo esto fuera poco, ya carga un muerto en su conciencia.
Así no se gobierna.
Mathus Gamba