¿Ya no recuerdas que el PRIAN quería privatizar la salud?
Para los grupos neoliberales mexicanos, el proyecto de nación anhelado, ha sido por siglos el que se vive al norte del rió Bravo.
Una democracia acotada, donde los grupos de poder económico manejan a su entero antojo la política nacional, ya sea militando en las filas del partido republicano, o en las de su hermano gemelo, el demócrata. Para fines prácticos, no existe ni por asomo democracia en los Estados Unidos. Los dos partidos que gobiernan alternadamente, responden a los mismos intereses de clase.
Esos intereses de los grupos de poder en ese país, están garantizados plenamente.
La política les pertenece a los grandes empresarios y solo comparten este privilegio con el ejército, que en Estados Unidos tiene un poder definitorio a final de cuentas.
Aquí en México, priistas y panistas han luchado a brazo partido por mover a la nación hacia posiciones semejantes a las que vive nuestro vecino del norte.
En Estado Unidos la privatización de la educación, la salud, el sector energético o el de las comunicaciones, es una realidad. En México, por espacio de treinta y seis años se procuró otorgar todos los beneficios posibles a los empresarios nacionales y extranjeros, que prometían crear fuentes de empleo, si se ponía en sus manos el desarrollo del país, sin demasiada intervención del Estado.
El resultado ya lo conocemos.
No tenemos industria nacional. Dependemos demasiado de las importaciones. Somos un país maquilador. El salario nacional es uno de los más bajos del mundo, puesto que lo único que ofrecimos por décadas fue mano de obra barata. Perdimos buena parte de nuestra riqueza natural, puesto que la industria extranjera explotó nuestros recursos, sin dar gran cosa a cambio.
El espejismo de prosperidad, siguiendo el camino del neoliberalismo, se estrelló ante una realidad, que presenta al México actual como una de las naciones menos afortunadas del planeta.
Para nuestro bien, la cadena del neoliberalismo se rompió en las elecciones federales pasadas y hoy vivimos un tiempo de transformación, donde lo importante no es el beneficio particular de quienes poseen grandes capitales. Hoy se trabaja a diario por el bienestar de los millones de mexicanos que fueron olvidados durante los gobiernos priistas y panistas.
Primero los pobres.
Esta reflexión tiene que ver con los sucesos que está viviendo el mundo en estos días. La pandemia de coronavirus no ha perdonado a país alguno. Cada nación, de acuerdo a su nivel de desarrollo y a las capacidades del gobierno en turno, está enfrentando a la enfermedad de la mejor manera posible.
Algunos lo están haciendo bien. Otros han atendido la contingencia del pero modo posible.
Entre los segundos, de manera paradójica, se encuentra la nación que fue ejemplo para los neoliberales mexicanos. Estados Unidos está viviendo tiempos difíciles, debido a la política de salud que impulsó desde hace décadas.
La atención médica se encuentra privatizada en el país del norte. Todo cuesta. Todo se paga. Y ante una emergencia que rebaza con mucho la capacidad de atención de las instituciones hospitalarios privadas, el país no encuentra una salida al problema. El origen del mismo está en el enfoque mercantil propio del capitalismo. La salud se volvió una de tantas mercancías con las que se comercia libremente. No se creó una estructura nacional para brindar atención médica a todos los ciudadanos. El gobierno desatendió esa responsabilidad y hoy paga irremediablemente las consecuencias.
Los científicos en el mundo, hablan ya de que este coronavirus, puede haber encontrado un nuevo punto de diseminación mundial, en territorio norteamericano.
De ese tamaño es el problema que actualmente enfrenta nuestro vecino del norte.
De haber ganado los conservadores mexicanos las elecciones en el dos mil dieciocho, probablemente estuviéramos viviendo en este momento un problema similar al que padecen los norteamericanos.
Recordemos que una de las intensiones del neoliberalismo nacional, era privatizar los servicios de salud, tal y como pretendía hacerlo con la educación. La anterior reforma educativa no tenía más fin que el de impulsar un cambio drástico de la educación pública, al modelo privado. Estudiaría en adelante quien tuviera posibilidad para pagar por la enseñanza y capacitación. Los demás, es decir, el grueso de la población, solo recibirían una enseñanza rudimentaria.
Lo mismo se pretendía hacer en el sector salud, siguiendo el ejemplo norteamericano. Se alivia, quien paga. Los demás, con el cuadro básico de medicamentos, sanan o mueren.
Si en este momento, México está considerado como un país de vanguardia en lo que respecta a la estrategia para enfrentar la pandemia de coronavirus, se debe a que el gobierno de la Cuarta Transformación, desde la campaña que llevó a la presidencia a López Obrador, dijo NO a cualquier continuidad del modelo mercantilista conservador.
La educación no se privatiza. El sector energético no acepta privatización alguna en sus áreas estratégicas. La salud de ningún modo se privatiza.
Podemos hacer frente a la epidemia, porque se ha estado fortaleciendo durante el último año, a todas las instituciones del sector salud.
Hoy que entramos a la segunda fase en la estrategia para contener la enfermedad, contamos con los recursos económicos suficientes para dar una respuesta efectiva a la amenaza. Hay hospitales, médicos, enfermeras, equipo y personal de apoyo, preparado anticipadamente para atender correctamente a los enfermos.
El no haber continuado privatizando, fortaleció nuestra capacidad interna de respuesta ante este contagio viral.
¿Cómo estaría el país en este momento si José Antonio Meade, o Ricardo Anaya hubieran llegado a la presidencia?
Desmantelado el sector salud, estaríamos viviendo un calvario idéntico al que están padeciendo hoy los ciudadanos norteamericanos.
Las críticas a la estrategia sanitaria implementada por el gobierno de la Cuarta Transformación, son injustificadas.
Hasta el momento, hemos estado un paso adelante al avance la enfermedad. Hoy entramos a la segunda fase de control epidémica, en forma adelantada.
La Marina y el Ejército participan ya en la instrumentación del operativo de salud que coordina el grupo de médicos especializados encargados.
Todos reportan directamente al presidente López Obrador, quien decide las acciones de gobierno que deben aplicarse, para que no falten recursos económicos, materiales y humanos.
Dentro de todo lo malo que implica el sufrir una epidemia que pone en riesgo la salud de un porcentaje mínimo de mexicanos, es tranquilizador saber que estamos en buenas manos.
Aquí hay una estructura sanitaria sólida y un gobierno que no piensa en modo alguno en el beneficio mercantil.
El lema de este gobierno se hace patente en la vida real, con acciones concertadas de bienestar:
“Por el bien de todos, primero los pobres”
Y los pobres están siendo y serán bien atendidos.
El derecho a la salud, es de todos.
Malthus Gamba