Los mercenarios de las desgracias
Vemos a padres y demás familiares de enfermos, preocupados por la falta de medicamentos en algunas clínicas especializadas. La mayoría de los mexicanos sentimos pesar por una situación tan complicada. Nos solidarizamos de manera personal e íntima con ellos.
Asistimos al problema quienes han perdido a un ser querido, debido a la violencia que impera en algunas zonas del país. Vemos su búsqueda incesante para localizar los restos de esa persona tan querida. Hay empatía en nosotros y hacemos nuestro su olor, en la medida en que lo comprendemos.
La violencia en contra de las mujeres, que se presenta como una de las formas del crimen de odio, ha encontrado apoyo social, en virtud de constituir un hecho inaceptable, dentro de una sociedad que se encuentra en proceso de transformación. Como individuos pertenecientes a esta comunidad, sentimos el agravio infligido a quienes son parte del conjunto, como una afrenta a todos.
Hoy, vemos el caso de una niña asesinada con crueldad. Los detalles del hecho son ampliamente conocidos y no es la intención el repetirlos en este momento.
Lo lamentable, lo que hace de estas desgracias particulares algo aún más indignante, es el uso que algunos medios de comunicación conservadores, periodistas que laboran en dichos espacios y gente ligada a la política, hacen de la tragedia humana.
Utilizar cualquier desgracia con fines políticos es ruin, es bajo y demuestra la poca empatía y la total ausencia de ética y valores morales, de parte de quienes se dedican a traficar con la tragedia humana.
Basta ver las etiquetas que corren el día de hoy en redes sociales, para constatar cómo es utilizada la tragedia de esta niña para intentar desprestigiar al oponente político y llevar un poco de agua al molino de quienes no tienen dignidad ni principios para atacar despiadadamente.
No se trata ahí del pesar por el suceso violento que priva de la vida a una menor. Lo monstruoso del asunto, es perder todo respeto por esta pequeña, por su familia que padece una pena inmensa y dedicar columnas y tuits para acusar a autoridades y enemigos políticos.
La desgracia, que moviliza a la mayor parte de la población mexicana a la solidaridad y el respeto, tiene un sentido distinto y muy torcido, para los mercenarios del dolor humano.
Si faltan medicamentos, es culpa de mi enemigo. Aunque esto resulte falso al final.
Si no se puede parar el problema de la violencia en el país de la noche a la mañana, es culpa de mi enemigo también.
Si se siguen presentando casos de feminicidio en algunos Estados del país, es culpa de mi enemigo indiscutiblemente.
La situación de riesgo que viven las oleadas de migrantes que llegan a nuestro país, en busca del sueño americano, también es culpa de mi enemigo.
La vida de una pequeña niña, que se pierde de manera salvaje, es forzosamente culpa de mi enemigo político.
Antes de expresar una pena personal por el suceso en sí mismo, la bandera política aparece y convierte la desgracia en una mercancía de la que se intenta sacar provecho.
Vemos infinidad de cuentas falsas intentando un ataque al rival político, usando como etiqueta el fallecimiento de una menor.
Vemos el trato que dan estos medios de información al suc eso. No hay dolor, ni empatía, ni respeto. Una persona murió y su fallecimiento, por las condiciones en que se da, puede ser aprovechado como arma política.
De ese pequeño segmento social, que no entiende el significado de las palabras, respeto, empatía y solidaridad, recibimos todos, un agravio adicional e innecesario.
Sobre todo, para quienes padecen el sufrimiento en carne propia y para los familiares de aquellos otros que por desgracia, ya no están entre nosotros.
Los mercenarios del dolor están ahí siempre y son fácilmente identificables.
Son los que intentan sembrar odio. Los que ante cualquier pena, asoman su rostro inconfundible, buscando beneficio personal o de grupo.
Los que ante el dolor y la muerte ajena, sacan de sí mismos lo peor de sus personas. Los que anteponen banderas de todo orden, a la desgracia de “los otros”. Los acostumbrados a vender, rematar y traficar con cualquier tipo de mercancía.
Son identificables por su forma de ser y actuar.
Alejarse de ellos es lo más sano.
Hoy les interesa reclutar cómplices para sus empresas “mercantiles” de este tipo.
Escucharlos es renunciar a lo más valioso de la condición del ser humano. Renegar del sentido de la ética, de la moral personal de cada de nosotros y del sentimiento de ser parte de un conjunto, donde todos participamos del triunfo y fracaso y el dolor de los demás.
Lamentable que las redes sociales y los medios de información tradicionales, se encuentren infectados por esta plaga mercantilista que ensucia todo lo que toca.
Los mercenarios de la desgracia ajena, son el último reducto de la vileza en nuestro país.
Malthus Gamba