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El hilo de la madeja
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El hilo de la madeja

I

Siempre he pensado en él, como alguien creado de un material distinto al usado en la fabricación del resto de los mortales. Es incansable en todo lo que hace, metódico, paciente y de una inteligencia que sorprende siempre a quien no lo conoce tanto. La mirada tranquila, pero profunda, es otro de sus distintivos, así como el orgullo natural, sin afectaciones, que demuestra en el caminar, o al llegar a algún sitio, donde invariablemente llama la atención por esas maneras tan suyas, que denotan una elegancia que nada tiene que ver con el atuendo o el adorno, sino con el comportamiento desenfadado, rítmico y seguro, que se le da de forma natural y sin esfuerzo alguno.

En lo personal, su compañía ha sido una fuente de placer y conocimiento invaluable. Cada palabra que le escucho, contiene lo suficiente para colocar o reacomodar las piezas de la existencia de algún modo nuevo, más justo y correcto. Aún las llamadas de atención, o los avisos de peligros que pueden presentarse, son expresados por mi padre de un modo que suenan más a tierna caricia, que a regaño.

Nunca le he escuchado repetir historias, citar escritores, libros, música o películas, con los mismos argumentos, o la visión usada en un momento del pasado. Aún tratándose de los mismos temas, la forma y el enfoque resultan distintos y dan una nueva vida a lo ya conocido.

Lo último que quiero señalar sobre mi padre, es su inocultable gusto por la vida. Es algo que lo llena enteramente y que transmite a todo aquel que tiene la fortuna de compartir con él un trecho en el camino. Se maravilla diariamente de la vida y de las riquezas que pone a nuestro alcance, si logramos disfrutar esta experiencia. Hay una frase que le escucho de continuo: si existen los milagros, no hay otro mayor que la existencia.

Quienes lo conocemos a fondo, sabemos que nos tocó en suerte tratar con todo un personaje.

II

Hay, sin embargo, algo que le molesta de continuo y que hasta hoy voy conociendo, por existir entre nosotros esa confianza que brinda, más que la sangre en común, la absoluta confianza del uno hacia el otro. Ahora que soy mayor, no platicamos como padre e hijo, sino más bien como amigos de toda la vida (aunque yo vea en ocasiones, ese dejo de ternura en su mirada). Poco a poco se abre una puerta secreta, donde encuentro otra faceta desconocida para mí, respecto a las inquietudes profundas de mi padre. Tiene que ver con el pasado, pero no con el pasado sencillo e individual de todo hombre, sino con el pasado de la generación a la que por edad pertenece.

Existe una especie de amargura, respecto a los resultados que entrega hasta el día de hoy, la gente con la que compartió época y vivencias. Es como si la suma obtenida después de tanto recorrido, les pareciera incorrecta, menor a lo esperado.

Mi padre me habla de lo que significó para ellos el sueño de un futuro mejor y como se fue desarrollando en varios países una lucha de jóvenes, que intentaban romper, mediante el enfrentamiento directo, las estructuras de poder y de gobierno que esclavizaban al hombre. Las guerrillas populares en las cuales se consumieron sueños y vidas de infinidad de estudiantes, trabajadores y campesinos jóvenes, que apostaron por la lucha desigual, de permanente sacrificio, para derrocar gobiernos injustos y criminales. Mujeres y hombre ofrendando sus vidas, con la ilusión de que al final, su sangre serviría como cimiento para un mundo más justo y mejor. En muchos países, México incluido, se dieron estas batallas.

Me platica de la otra cara del mismo sueño, el de la música y los libros, tan intensa en esa época, donde el conocer autores, buenos músicos y buenos discos, era algo que se practicaba en todas partes y se hablaba y compartía sin regateos, pues la cultura, como forma de comunicación y acercamiento, era considerado algo natural entre gente que creía que esos instrumentos, acercaban también a la libertad y fraternidad entre los hombres.

Sin embargo, dice mi padre, el sueño murió en unos cuantos años. Los grupos de jóvenes combativos, fueron golpeados salvajemente por los gobiernos y los dueños de los grandes capitales. Desapariciones, tortura, crímenes de Estado, fueron menguando la fortaleza y confianza en esos movimientos. Se les satanizó ante una sociedad, que gradualmente, fue volviéndose refractaria a la presencia permanente del dolor y la muerte, para concluir siendo pasiva y conformista.

Y con el movimiento estético y musical, nos fue igual, o peor. Lo que al inicio fue un acompañamiento para crear el ambiente apropiado, se transformó con el paso del tiempo en un problema serio, que hundió cualquier propuesta cultural, en la oscuridad mercantil, o en el absurdo. El uso de drogas y alcohol, pasó de ser un pequeño estímulo para fortalecer la imaginación y la creatividad, a una forma “normal” de vivir, en millones de jóvenes. La cultura y música se convirtieron en pretexto. Dejaron de ser el fin. Los artistas con obra prolija y amplios catálogos, fueron desapareciendo. El deterioro social fue enorme. Todo un mercado dedicado a la producción, transporte y venta de infinidad de estimulantes y relajantes. Esto provocó la violencia generalizada que aún padecemos. Música compuesta en serie y libros para consumo en masa, con poca idea y nula creatividad.

Y todo el proceso descrito, se dio en unos cuantos años. En el tiempo que dilató la juventud y madurez de mi padre. ¿Es eso lo que estamos condenados a heredar?, me dice. ¿No hay posibilidad de retomar el final de la madeja y cambiar un poco nuestra historia? ¿El fracaso será nuestra marca?

Ese empeño por encontrar una vía posible, una puerta entreabierta, la punta de la madeja, es lo que preocupa hondamente a mi padre.

III

Hará poco más de un año, me preguntó cómo podía abrir una cuenta en twitter. No me extrañó demasiado, porque mi padre ha sido siempre una persona sumamente inquieta. Le interesa todo lo nuevo. Así es que le di algunos datos elementales y olvidé al asunto. Él tampoco volvió a mencionarlo, pero noté que pasaba más tiempo en la computadora y en su dispositivo móvil.

Desde entonces, las sólidas rutinas de mi padre se alteraron. Mucho tiempo en twitter y pláticas constantes con vecinos, familiares y amigos a los que volvía a frecuentar, después de haberlos casi olvidado. Es raro que mi padre salga del centro de la ciudad, donde generalmente desarrolla toda su actividad. El negocio familiar y nuestra casa están en el mismo barrio, por lo que no hay necesidad de que viaje demasiado, por cuestiones de trabajo. Sin embargo, por aquella época, hizo varios viajes al Estado de México, sin que hubiera una razón específica para los mismos. Al preguntarle sobre todo este movimiento fuera del orden que tanto disfrutaba, me respondió que estaba apoyando en redes sociales y en un pequeño grupo de simpatizantes, la campaña de Delfina Gómez para gobernadora en el Estado de México. Después me fui enterando de otros detalles, pero lo central, era esa definición política en favor de Morena.

La derrota en esas elecciones no pareció alterarlo mucho; todos sabíamos en casa, por boca de mi padre, que se avecinaba la verdadera batalla; la del primero de julio del 2018. Ahí fue verlo moverse en twitter incansablemente. Platicar con quien se le pusiera enfrente, para informar sobre el proyecto de gobierno de Andrés Manuel. Trabajar etiquetas para que fueran tendencia; contestar o bloquear a bots y trolls. Recuerdo que, en una ocasión, se me ocurrió preguntarle por el número de seguidores que tenía. Me miró con esa tranquilidad, cargada de paciencia que yo tan bien conocía desde niño y me dijo “solo cuando careces de criterio sólido, trabajas buscando seguidores”.

López Obrador ya es presidente. A diario vemos la conferencia mañanera; las batallas de mi padre en redes siguen, pero ahora con más confianza, sin tanta presión como en la campaña. Ahora hay un gobierno muy diferente a todos aquellos que lo antecedieron. El arranque ha sido bueno.

He platicado con mi padre, ahora que hay más tranquilidad y más tiempo para reencontrarnos en esos paseos vespertinos que tanto nos gustan a ambos. Me ha explicado que el gobierno de Andrés Manuel, representa la puerta que había esperado por mucho tiempo; en este momento solo es eso, una puerta, un camino. Pero día a día se consolida un poco más la visión de un país distinto, mejor, más humano. Habrá que trabajar fuerte y sin descanso durante los próximos seis años. Pero con todo, es la oportunidad que había pedido y esperado, para dar un significado diferente a su existencia y a la de aquellos que lucharon en el pasado por los mismos ideales. Aún es posible concretar el sueño y heredar algo mejor a quienes lleguen después de nosotros. Es la punta de la madeja que se había perdido y que hoy puede significar que el tejido social en este país, tenga un diseño distinto, justo y sólido. Si consolidamos el cambio, puede ser el modelo político-social que requerimos todos. Estamos en la oportunidad y no podemos desaprovecharla de nuevo.

Hoy temprano encontré a mi padre sentado en su sillón favorito, bebiendo una taza caliente de café, ensimismado y sonriente. Le pregunté a qué se debía tanta felicidad. Volteó a verme y con tranquilidad me dijo:

“Tengo la sensación de ser en verdad un chairo “

Malthus Gamba

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