Soberanía en la Cuarta Transformación
Soberanía en la Cuarta Transformación
Héctor Atarrabia
En una entrega anterior, les comentaba sobre el asunto de la ley. Es muy importante comprender que la ley es escrita por personas. Las personas tienen intereses. Eso es el sentido de crear una ley cuyo fin último es prohibir o mandar algo. Quien escribe la ley, lo hace para satisfacer a quien, o manda o prohíbe o ambas a quienes son sus sujetos. El que manda es el que está por encima de todos, o sea, en latín, supra Omnia, de donde se deriva “Soberano”, los demás, sobre todos los que manda, son sus vasallos, o sujetos, en diferentes grados.
De esta forma, una persona con poder absoluto sobre su comunidad impone su ley obligando al resto a ciertas acciones e inhibiendo otras. Lo que se oponga a ello es ilegal en ese contexto y entorno.
Pero ocurre que el poder puede ser compartido. Los atenienses se liberaron de la figura del rey que lo era por herencia de sangre (tyrannos), dejando el término “tirano” para quien tomaba el poder de forma ilegítima y conservaron la posibilidad de elegir a uno, temporalmente, en caso de crisis, como guerras, hambrunas y semejantes (monarkhes). Pero, en general, se inclinaron por una soberanía de iguales. Llamáronla “democracia” si bien, no era, para nada, lo que llamamos así hoy. Para ellos, ese “demos” eran hombres, poseedores de tierras y esclavos, mayores de edad que se identificaban porque poseían y manejaban armas. Nadie más. En Escandinavia, existió el Altman (todos los hombres) que tuvo una función semejante a los senados griegos y romanos; eran el organismo soberano. El que mandaba y, por tanto, legislaba.
Fue hasta Rousseau, en el siglo XVIII, que se habla de un pueblo soberano. Aún sin referirse a mujeres, niños o extranjeros, pero en el que se contempla como soberanía a cualquier ciudadano sin discriminar a quien carece de recursos. Al recaer la soberanía en el pueblo, de forma recíproca, todos pasan a ser sujetos o vasallos de dicha soberanía.
Aunque hubo varios intentos, fue hasta el siglo XX que se incorpora a la soberanía a las mujeres.
Y así llega el momento en el que es el pueblo el Soberano quien redacta las leyes, obligando y prohibiendo, regulando y acordando a conveniencia de todos. Para ello, tiene a sus representantes.
Nuestra Constitución plasma esto de forma clara y tajante en su artículo 39: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo”, aclarando que el gobierno es tan solo el instrumento por el cual se ejerce dicha soberanía, como, sin lugar a interpretaciones, dice el artículo 41: “El pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión”
La ley, por tanto, no es un principio, sino una herramienta. No es una virtud, es un instrumento y un mecanismo. Es su sentido último, establecer las ordenanzas y limitaciones, obligaciones y responsabilidades, que el soberano, en este caso el pueblo, los ciudadanos, impone a sus vasallos, o sea, el conjunto de toda la sociedad. Ello, lo ejerce el pueblo a través de los Poderes de la Unión, que no son soberanos, sino sujetos.
A lo largo de las últimas décadas, estos postulados centrales de la CPEUM (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos) fueron brutalmente violentados por una élite económica ávida de poder y decidida a hacerse soberana. A través de la corrupción, puso a los Poderes de la Unión a su disposición. La élite política se convirtió en cómplice de ello, enriqueciéndose desvergonzadamente. El legislativo “reformó” la CPEUM y creó toda clase de leyes para permitir a la oligarquía hacer con el país, sus riquezas y el pueblo, literalmente lo que se le dio la gana. El ejecutivo, robando sin límites, entregó toda la riqueza a la oligarquía nacional y extranjera. La ciudadanía se transformó en vasallos, consumidores endeudados, en una nueva versión de las tiendas de raya porfiristas, forzados a adquirir o ser señalados como “perdedores”.
La Cuarta Transformación, significa, en primera instancia, separar quirúrgicamente al poder económico de su tiránica forma de apoderarse de la soberanía. Es, en efecto, una tiranía la que vivimos: la oligarquía, de forma ilegítima, se apoderó de los órganos que llamamos Poderes de la Unión. De hecho, creó un cuarto poder: los “organismos autónomos”. Claramente, el Poder Judicial y esos “organismos autónomos” están violentando el espíritu de la CPEUM al no responder a la soberanía popular. Venimos arrastrando una enorme cantidad de leyes que fueron creados no para el pueblo y su conveniencia, sino contra el pueblo. Estos aspectos requieren urgente atención si queremos que se concrete el proyecto por el que se ha realizado el movimiento más importante de los últimos cien años.
©HéctorAtarrabia2019
@HectorAtarrabia