Los periodistas en los medios de comunicación conservadores, hicieron el esfuerzo que se les pedía. Se lanzaron con todo intentando crear expectativa social, en torno a las manifestaciones que se darían ayer por la tarde-noche, en actos públicos en donde se exigirían garantías de seguridad para el gremio periodístico, en el desempeño de sus actividades.
Todos los comunicadores conocidos halaron de esto. Pusieron como situación motivadora para este ejercicio democrático, el asesinato de la periodista Lourdes Maldonado, sucedido hace unos días en la Ciudad de Tijuana.
Alto a las agresiones a periodistas. Alto a la falta de garantías para los comunicadores. Acciones y no palabras por parte de los tres niveles de gobierno en el país, para garantizar que este tipo de crímenes terminen.
Esas fueron las consignas más significativas en esta acción emprendida por quienes forman parte de la prensa nacional.
Eso fue lo visible. Lo público. Lo que interesaba que se difundiera sobre el evento.
Pero hay bastante más, detrás de lo que publican los medios tradicionales de información.
El crimen en contra de la periodista Lourdes Maldonado, doloroso por sí mismo, se ha convertido en tema político, más que en asunto de investigación y justicia. Los grupos opositores al gobierno de la Cuarta Transformación, se han dedicado a usar cualquier tragedia local o nacional, para hacer señalamientos en contra del gobierno del presidente López Obrador.
La pandemia, la Reforma Eléctrica, las propuestas para ocupar puestos en el Servicio Exterior, el chequeo médico del presidente. Todo es motivo de crítica, intentando bajar la popularidad de López Obrador. Todo marcha mal en el país y el responsable de la catástrofe que construye la prensa opositora, es el presidente.
La muerte de esta periodista fue aprovechada para el golpeteo político. Se publicaron notas y análisis en los que se intenta crear la percepción de que el número de periodistas asesinados en este sexenio, es el mayor que registra la historia reciente del país.
Eso es falso. En este gobierno, el número de comunicadores que han fallecido por muerte violenta, no ha crecido. La cifra se estabilizó y no hay incremento como antes. Durante los últimos dos gobiernos neoliberales, esa cifra se mantuvo en aumento constante. Año con año se registraron más muertes violentas en el sector periodístico. Hoy deja de ser un problema en crecimiento y comienza a dar señales de decrecimiento sostenido.
Pero esta información se esconde o altera, para dar paso a la noticia falsa de todos los días.
Según los políticos opositores, sus periodistas incondicionales y las granjas de bots que manejan en redes sociales, el periodismo vive uno de sus peores momentos. Y la culpa, para variar, es del presidente.
Fuimos testigos de la amplia difusión que tuvo la convocatoria para asistir a los actos preparados por los periodistas. Y sin embargo, los eventos realizados en distintas ciudades, lucieron desangelados. Con poca asistencia y sin respaldo social.
¿Qué sucedió?
Jairo Calixto Albarrán publicó ayer en Milenio, una nota corta en la que da cuenta de lo que en realidad ocurre al interior de la prensa nacional. La exigencia del periodista de a pie, ése que busca la noticia diaria recorriendo las calles de su ciudad, es en contra de las mismas redacciones para las que trabaja. Ahí es donde encuentra el origen de la inseguridad que vive a diario.
Realizan un trabajo peligroso en ciudades donde los poderes políticos y delincuenciales, están al pendiente de su actividad y no perdonan cuando ese trabajo afecta sus intereses.
Los medios de información grandes y pequeños, no dan garantía alguna al periodista. Ni siquiera les brindan la seguridad social que es obligatoria en otras actividades. Los utilizan para dar vida a esos medios, pero al mismo tiempo procuran economizar gastos, a costa de la seguridad de periodistas y reporteros.
Jairo Calixto concluye su nota con las siguientes palabras, en relación al asesinato de Lourdes Maldonado: “…sino que también indaguen de dónde provino su desamparo y su indefensión, y por qué hay periodistas de primera a los que nunca les pasa nada y por qué hay periodistas a los que les pasa todo”.
La convocatoria a las distintos plantones que se dieron en varias partes del país, tenían como destinatario a todo el gremio periodístico.
Pero, ¿Alguien vio en alguno de esos eventos a Denise Dresser, a Carmen Aristegui, Loret de Mola, Brozo, López Dóriga, Gómez Leyva, Azucena Uresti, Carlos Marín, De Mauleón y al resto de los “periodistas de primera a los que nunca les pasa nada”?
Ellos son los que publican permanentemente noticias falsas en contra del gobierno, asegurando que su seguridad está en riesgo. ¿Dónde estaban entonces?
Son los que gritan por los ataques que dicen recibir desde presidencia. Pero al mismo tiempo, son el sector periodístico incondicional de las empresas para las que trabajan, pues a ellos sí se les cubren altos salarios y se les brindan garantías más amplias que las estipuladas en la Ley.
“El pueblo es sabio”, ha dicho en reiteradas ocasiones el presidente. Sabe cuándo un reclamo social es legítimo y cuándo le están poniendo enfrente un problema artificial, que no corresponde a la realidad que vive el país.
Por eso la falta de respaldo a esta convocatoria. La prensa conservadora está en total descrédito y es difícil que la sociedad mexicana defienda las causas o banderas de ese periodismo. Y ahí pagan justos por pecadores.
La seguridad a los periodistas debe comenzar por su misma casa. Los dueños de los medios de comunicación tradicionales, como buenos neoliberales, han visto al periodismo exclusivamente como negocio. El trabajador es una herramienta o pieza más en el engranaje productivo y mientras menos cueste su desempeño, mejor.
Las manifestaciones de ayer, exhibían pancartas y mantas señalando este hecho.
Que los gobiernos actúen con mayor eficiencia para garantizar la seguridad del periodista. Pero que los particulares hagan también su parte, porque la raíz del problema está ahí. En las redacciones.
No ver en las manifestaciones a todos los “periodistas de primera”, que tanto acusan al gobierno y al presidente, da cuenta de que la inseguridad al trabajo periodístico no los afecta en lo personal. Lucran con la desgracia de sus compañeros de trabajo.
Y eso la gente lo ve y no lo olvida, ni perdona.
Las quejas de la prensa “Fake News”, nunca encontrarán respaldo dentro de una sociedad que los tiene clasificados como mentirosos profesionales.
Son cartuchos quemados.
Malthus Gamba