¡Qué fácil envuelven a la gente los conservadores!
Los ciudadanos del país, principalmente los de la Ciudad de México, se consideran actualmente como un conjunto social sólido, suficientemente informado y politizado, con la madurez suficiente para opinar con pleno conocimiento de causa y no permitir al mismo tiempo, la manipulación que aún intentan los medios y políticos conservadores.
Somos diestros en descifrar la realidad y dar una lectura correcta a los acontecimientos.
Al menos, eso es lo que muchos creemos.
Pero basta un acontecimiento preparado con cierto grado de habilidad por la clase conservadora, para que inmediatamente entremos en dudas y lo peor: caigamos en el ardid que nos preparó la derecha reaccionaria que quiere a toda costa recuperar el poder político en el país.
Ayer se dio el caso de una manifestación feminista. La idea era protestar con severidad, por la falta de resultados inmediatos para detener la violencia extrema con que han sido atacadas y asesinadas centenares de mujeres en los últimos tiempos.
El feminicidio es un delito aberrante, que se comete contra la mujer, por el simple hecho de serlo. Nada tiene que ver con otros delitos, en donde existen causas personales, pasionales, de inseguridad, robo, riña, etc. Aquí estamos hablando de asesinatos a mujeres, cuya una culpa fue esa: haber nacido mujeres.
Las autoridades en muchos casos, han sido señaladas como aliadas de los agresores, por el hecho de que se trata en la mayoría de los casos, de hombres. El Estado patriarcal, en vigencia aún para muchos ciudadanos como ordenamiento en su conducta, permite que las garantías en estos delitos, se den generalmente al agresor.
Sobre todo este escenario desventajoso y mortal para las mujeres, se manifestó el contingente citado en la glorieta Insurgentes de la capital del país.
No podía ser una marcha silenciosa y ordenada. Cuando se protesta por la muerte de tantas y por el peligro que corre toda mujer al salir de su casa diariamente, la protesta debe ser necesariamente fuerte.
Y las manifestantes lo supieron hacer muy bien.
Hicieron escuchar su voz y demostraron que la exigencia de justicia, tiene amplio respaldo social.
Fue una manifestación popular exitosa.
¿Qué sucedió entonces, para que buena parte de los ciudadanos señalaran errores e inconformidades respecto al evento?
Pues que se dieron una serie de actos de violencia y vandalismo, que no gustaron a nadie.
Un reportero fue agredido arteramente, por un manifestante que lo atacó por la espalda.
Fueron agredidos en forma menor, otros periodistas, paseantes y ciudadanos que circulaban por la zona.
Se rompieron algunos vidrios, se quemaron objetos. Extintores vaciados y objetos lanzados contra la concurrencia, completaron la escena.
Las fotografías y videos sobre este asunto, circularon rápidamente por todos los medios de comunicación. La reprobación a estas acciones, fue grande.
Muchos condenaron la manifestación por estos motivos.
Y así entraron con docilidad en la trampa que estuvieron preparando, quienes tenían intención anticipada por crear este clima de rechazo al evento.
Que mal por quienes condenan a la manifestación. Están totalmente equivocados.
Una cosa es la manifestación, que cumplió con sus fines y otra muy distinta la contramanifestación, que también cumplió los suyos.
La manifestación son las mujeres dolidas y afectadas. También aquellas que se preocupan por su seguridad y por la de sus familiares. No es posible aceptar pasivamente que el cuadro generalizado de feminicidio y violencia contra las mujeres continúe permanentemente.
La contramanifestación, son los infiltrados. Los represores de ayer que hasta hace poco se encontraban gobernando y que se integran a cualquier evento de reclamo social, para pervertir el objeto del mismo, en favor de sus intereses particulares.
Las manifestantes marcharon, gritaron, realizaron pintas como ocurre en toda manifestación, algunas quizá cruzaron la línea del respeto hacia los otros, como ocurre también en toda marcha.
Un contingente nutrido, es difícil de controlar por completo. Pero son casos aislados, que la misma gente que participa, corrige.
La contramanifestación, iba con la intención de dañar al evento y crear un clima de violencia y destrozo. Cumplió sus fines, ya que los medios de comunicación tradicionales, dieron amplia difusión a estos hechos de provocación, olvidando, o pasando a segundo plano, el reclamo justo de las mujeres.
¿Quiénes son en realidad los que crearon ese clima de hostilidad y violencia?
Son los mismos que dieron vida a la inseguridad desatada en todo el país.
Son los que gobernaron reprimiendo y derramando sangre en todo nuestro territorio.
Anteriormente eran gobierno y violentaban a la ciudadanía usando a las fuerzas del orden.
Hoy que no tienen poder político, utilizan a grupos de mercenarios para desestabilizar a una ciudad, o al país entero.
La agresión artera al periodista, ni siquiera fue protagonizada por mujeres. Son dos hombres quienes se ponen de acuerdo para atacarlo a traición.
El deseo de la contramanifestación, es provocar la respuesta de las fuerzas del orden. Desatar un tipo de violencia que puedan usar para señalar a la autoridad, señalándola como represora.
Pero no es fácil. El gobierno actual ha declarado reiteradamente, que el derecho a manifestarse está garantizado y que nunca más habrá represión de Estado.
Hay entonces que separar lo que realmente es la manifestación, de los actos de violencia perpetrados por quienes se infiltran en los contingentes.
Todas las manifestaciones son válidas. Ninguna contramanifestación tiene justificación en sus actos desestabilizadores.
Convocatorias a manifestarse, deben ser muchas. Son parte de la democracia. Son un derecho, no una concesión.
La violencia que se infiltra en las mismas, se debe erradicar, pero señalando a quienes son responsables de los actos de provocación.
Es fácil saber si un hecho de violencia es espontaneo, o si responde a interese de ciertos grupos.
Un acto no premeditado, nos toma de sorpresa. Las opiniones sobre el mismo son diferentes. Obedecen a visiones personales distintas.
Una intención de pervertir cualquier manifestación, está evidentemente orquestada.
En redes sociales, en radio, televisión y prensa, se puede apreciar cómo se exageran los hechos y se condena la no intervención de la fuerza pública.
Basta con ver a Ciro Gómez, Lopez Dóriga, Loret, Riva Palacio, Calderón, Lozano Alarcón, Chumel, etc., hablar mal de los manifestantes, sin decir una sola palabra respecto a los grupos de infiltrados que detonaron la violencia.
Son como un coro que repite lo mismo, usando idénticas palabras y conceptos.
La manifestación de las mujeres fue un acto de valentía y justa protesta.
La contramanifestación, fue cobarde y al mismo tiempo, la causante de la violencia desencadenada.
Quienes pagan a los infiltrados, son los mismos personajes conservadores que hundieron al país en la inseguridad, el miedo y la muerte. Hoy quieren achacar al nuevo gobierno el deterioro social que provocaron.
Pretenden confundir a la ciudadanía, pensando que olvidamos con facilidad, que el enemigo real de los mexicanos, son ellos.
No volvamos a caer en sus engaños.
Malthus Gamba