Por Miguel Lizama Velásquez
Cuando empezaron a surgir como rosario las denuncias de tranzas en Pemex, cometidas por los hijos de Martha Sahagún, Vicente Fox se alzó con todo el poder de la Presidencia de la República para clamar que “la familia presidencial es honrada e incuestionable”. Nadie tenía derecho a dudar de su honorabilidad.
Pese a la exculpación verbal de los entenados presidenciales, siguieron apareciendo sus corruptelas en México y Texas al amparo de Pemex con la complacencia de sus directivos, impuestos por el padrastro Presidente, aunque con sordina porque la sumisión de los Medios obedecía el dictado imperial.
Vicente Fox toleraba y encubría durante la semana el saqueo impune de la hacienda pública, pero el domingo iba a misa y comulgaba, según difundía en prueba del “Perdón Divino” obtenido en la parroquia del pueblo. El lunes regresaba a Los Pinos a seguir abusando del poder que obtuvo a base de mentiras y corrupciones, hasta el domingo siguiente que volvía a ir a misa, a comulgar y perdonarse. Y así transcurrió su sexenio. Pecado toda la semana, perdón el domingo.
Nunca cumplió como Presidente, pero cómo aprovechó su encargo para enriquecerse y enriquecer a su familia política y sus benefactores.
Lo mismo hicieron Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, en medio de los aplausos de sus favoritos y favorecidos, mientras el país se deshacía.
Al llegar Andrés Manuel López Obrador al poder con actitud conciliadora y teniendo el perdón como elemento de armonía con sus detractores o malquerientes, los más fanáticos antecesores lo toman como permiso para defender su depredación y continuar aprovechando y aumentando lo obtenido con el poder.
El perdón amloista lo toman como permiso para seguir actuando a sus anchas, sin cortapisas ni reclamaciones. La actitud conciliadora es interpretada como debilidad y autorización implícita para exigir el regreso de prebendas y concesiones que el nuevo Presidente canceló, para cumplir las reclamaciones de la mayoría de la población mexicana, agraviada por el cinismo y avaricia de sus dizque gobernantes.
La libertad ciudadana, libre ya del Estado Mayor Presidencial (verdadera Guardia Pretoriana de México en su formación y actuar), de los espías y verdugos de Gobernación, ha servido para envalentonar a los sumisos y complacientes cortesanos presidenciales, lo mismo las fuerzas vivas de la Revolución y el Cambio (personas con poder que controlan la actividad político-económica del país), que comentócratas y dueños de Medios.
Hoy el perdón proclamado por el nuevo Presidente se toma como permiso para el exceso y abuso de la libertad de actuar y decir, con lo que la libertad se va tornando en libertinaje.
Lo mismo pasó en la Revolución Francesa (como en muchas revoluciones) cuando la Toma de la Bastilla supuso el fin del absolutismo feudal de la dinastía de Los Luises y dio paso a los excesos de una libertad hasta entonces reprimida.
En México, el triunfo de López Obrador supuso el fin del absolutismo feudal de la dinastía del bipartidismo soñado eterno por el PRI y el PAN, las dos formaciones políticas supuestamente divergentes que encontraron convergencia en el abuso del poder y el enriquecimiento ilimitado.