Textos y Contextos
Por: Miguel Alejandro Rivera
@MiguelAleRivera
Con dolor, nos enteramos de la noticia: José Mujica, el Pepe, padece cáncer de esófago. “Se descubrió que tengo un tumor en el esófago, que es algo obviamente muy comprometido y que es doblemente complejo en mi caso, porque padezco una enfermedad inmunológica”, dijo en una conferencia de prensa el expresidente de Uruguay. ¿Por qué las cosas malas le pasan a la gente buena, a la que lucha por el Otro, a un hombre que sufrió tortura en el siglo XX por pensar distinto a la oligarquía?
En 2015, luego de cinco años en el poder, el izquierdista decidió no reelegirse, tras un gobierno itinerante en el que impulsó el progresismo en su país y plantó cara al neoliberalismo hasta en las Naciones Unidas, el tupamaro consideró que su misión estaba cumplida.
Aquel hombre que habita en el sur del continente dejó el poder habiéndolo ejercido de maneras que para muchos terrícolas son casi incomprensibles. Después de haber sufrido la dictadura cívico-militar de 1973 a 1985, y diversos mandatos del Partido Colorado, parece que a Uruguay le llegó la justicia en un sujeto que se alejó de las banalidades propias de un mandatario común.
“Si tuviera dos vidas las gastaría enteras para llevar tus luchas”, dijo al despedirse de su puesto como jefe de Estado José Mujica, un personaje que ha dejado una huella enorme en la historia, casi tan grande como su humanidad.
Después de 70 años de batallas financieras que se decantaron en la crisis económica que Uruguay vivió en 2002, la llegada al poder del Frente Amplio en 2005, con Tabaré Vázquez, trajo consigo un crecimiento importante para los uruguayos. Mujica siguió con esta línea para que su país fuese uno de los mejor posicionados en América Latina.
Tras el gobierno de Mujica, en 2015, el Banco Mundial, clasifica a Uruguay como un país de renta alta con un ingreso nacional bruto per cápita de 18.940 dólares, con un crecimiento promedio anual del 5.5 % entre 2006 y 2013. Además, en el periodo de Mujica, el país registró el índice de desempleo más bajo en su historia.
Sin embargo, aunque son positivas en la mayoría de los ámbitos, siendo el menos favorable la inseguridad, José Mujica es un hombre que no puede, o no debe, medirse en cifras, sino en acciones, ideas, y en su legado como ejemplo austero, popular, alegre, pero sobre todo humano en el ejercicio del poder.
El expresidente donaba el 90 % de su salario a causas sociales. Decía, con mil 250 dólares le alcanzaba para sus gastos. “El hombrecito de nuestro tiempo deambula entre financieras y el tedio rutinario de las oficinas atemperadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad. Siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día, el corazón se para y adiós…”, dijo frente a la ONU en 2013.
En aquella misma ocasión, denostó la mercadotecnia, atacó al capitalismo, al político hambriento de riquezas y a la civilización en la que hoy vivimos, “civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales, pero lo peor, civilización contra la libertad que supone tiempo para vivir las relaciones humanas, amor, amistad, aventura, solidaridad, familia”.
El antes gobernante de Uruguay, jamás dio la impresión de mandatario, sino de un hombre común que recibía a periodistas, funcionarios, y visitantes en general, en su humilde vivienda; la mayoría de las visitas lo encontraban trabajando, no sólo en el papeleo burocrático de dirigir un país, sino con sus pantalones arremangados, recién bajado del tractor, trabajando la tierra.
Un estadista, impulsó la legalización de la marihuana y del aborto en su país, aunque con éste último él no estuviera de acuerdo. Lo explicó simple en su momento: su fe católica no podía estar por sobre las mujeres que se practicaban abortos clandestinos en condiciones insalubres. Él entendió la gobernanza de forma clara y precisa.
Nacido en Montevideo, el 20 de mayo de 1935, Pepe Mujica pareciera un hombre que viene de otras épocas u otras dimensiones: no usa tarjetas de crédito, no tiene celular, le son indiferentes las redes sociales y jamás usa corbata.
A su evento de despedida como Jefe de Estado, llegó como a todos los lugares a donde iba: en su pequeño Volkswagen azul. Inolvidable, como en gran parte de sus discursos, hace unos meses, en febrero de este , dijo hasta luego a sus compatriotas: “no me voy, estoy llegando, me iré con el último aliento. Donde esté, estaré por ti”.