La 4ª Transformación no solamente está modificando la forma de trabajo en el gobierno, la manera en la que se hacen negocios con él, la óptica que tenemos hacia el pago de los impuestos, la imagen de los funcionarios y trabajadores públicos, así como muchas otras cosas relacionadas con la concepción que teníamos en relación con la participación gubernamental en la vida pública de México. También está destruyendo imágenes icónicas con las que crecimos casi todos y que nos configuró una forma de percibir el mundo durante toda nuestra vida.
Por ejemplo, nos enteramos que el osito blanco que nos vendía el pan, también nos estaba robando la luz; que el tierno gansito que anunciaba pastelitos cubiertos de chocolate, nos estaba matando de diabetes y trastornos cardiovasculares con conocimiento de causa, acompañado de un ejército de personajes encantadores coludidos para engordarnos y mandarnos prematuramente al panteón, como el conejito de los cereales, la dulce abuelita del chocolate, la simpática negrita de los hot cakes y tantos otros que nos hacían felices con sus anuncios comerciales.
Todos estos personajes fueron desenmascarados en los últimos tres años y nos encontramos ratas viviendo dentro de disfraces de animalitos y lindos personajes, que se unieron en nuestras mentes a la pandilla del galanazo de la copa de ron, la rubia de la cerveza y el vaquero de los cigarros, quienes nos querían arrastrar primero al vicio y después a una muerte probablemente prematura, con más sufrimiento del necesario.
Así ha sucedido también con otro tipo de personajes de carne y hueso que nuestra sociedad admiraba, respetaba y hasta veneraba como paladines inteligentes, intachables y decentes, como don Carlos Slim, cuya empresa constructora resultó responsable de hacer una obra defectuosa que cobró la vida de casi 30 personas en la Línea 12 del Metro; o como don Ricardo Salinas cuyas compañías no solamente se dedican a estafar personas con sobreprecios y comisiones exorbitantes, sino que a través de su televisora, fue responsable de provocar miles de contagios durante la pandemia y probablemente muchos de fallecimientos innecesarios, derivados de su manejo irresponsable y criminal de la información.
O como don Claudio X González, que no solamente nos extorsionaba con las empresas eléctricas de su familia, sino que se vestía de defensor de la sociedad en una asociación disfrazada de combate a la corrupción financiada por los gringos, que en realidad es un mecanismo de presión para conseguir privilegios y prebendas para un grupo de gusanos insaciables, que hoy interviene en la política alquilando mafias disfrazadas de partidos políticos, en busca de los mismos fines.
Otro grupito de ídolos que van en caída libre dentro de nuestra percepción, son muchos de los famosos, que pasaron de ser el modelo a seguir para una enorme cantidad de jóvenes educados en la superficialidad y la estupidez, a convertirse en delincuentes perseguidos por lavado de dinero ilícito, estafa y evasión fiscal, entre otras linduras.
Todos estos íconos y modelos de un largo período de decadencia en la historia moderna del país, ha sido dinamitado en solo tres años de exhibirlos públicamente como lo que son; el lumpen de la sociedad podrida, superficial y desvalorizada que dejó de lado la empatía, el respeto por los demás y los valores humanos. Todos ellos se explotaron solos, prácticamente sin ayuda. Lo único que hubo que hacer, es exhibirlos para que con toda libertad hicieran lo que siempre han hecho, pero a la vista de todos, sin máscaras. Este proceso de transformación terminó para siempre con su armadura de camuflaje y los puso al descubierto en su exacta dimensión.
Ahora una vez perdida su coraza de simulación, sabiendo quienes son, a qué se dedican realmente, es muy difícil que en el futuro puedan recuperar sus privilegios y prebendas con su falso estilo de gente respetable. Si en adelante pretenden quedarse con algo, tendrán que arrancárselo a la sociedad a la mala, de frente y sin su carita de filántropos inocentes. Falta que se los volvamos a permitir.
Como dijo Homero, el poeta de la antigua Grecia: “Odioso para mí, como las puertas del Hades, es el hombre que oculta una cosa en su seno y dice otra”.