En forma impredecible e insospechada, ayer la jueza británica Vanessa Baraister negó a los Estados Unidos la solicitud de extradición del periodista y director de Wikileaks Julian Assange, argumentando que su condición mental podría llevarlo a suicidarse en caso de haberse concedido esa petición.
Una vez que se anunció este fallo por parte de la jueza inglesa y a pregunta recibida por el Presidente de México en su conferencia matutina de hoy de parte de nuestro compañero Hans Salazar, se anunció que el Presidente dará instrucciones al canciller Marcelo Ebrard para presentar un ofrecimiento de asilo político para Assange en México ante las autoridades del Reino Unido.
Recordemos que Julian Assange es un periodista y ciberactivista australiano que fundó la organización Wikileaks, dedicada a investigar información sensible y secreta, por medio de la cual se desenmascaraban acciones oscuras de gobiernos y corporaciones en todo el mundo, revelándolas al público en general.
Su existencia era de importancia fundamental para la libertad, porque nos daba a conocer el fondo en el entramado de decisiones que los gobiernos y las empresas presentaban ante la opinión pública, disfrazadas de otra cosa o que nunca exponían, pero que en muchas ocasiones eran la causa de conflictos internacionales, del origen de conspiraciones o simplemente de toda la basura que guardaban bajo la alfombra.
Con argucias legales se le abrió un proceso penal en Suecia y se le detuvo en Londres; el proceso en Suecia se cerró y mientras estaba preso a causa de este caso, las autoridades estadounidenses le presentaron cargos por 18 delitos de espionaje e intrusión informática, que implican penas de hasta 175 años de cárcel y solicitaron su extradición a los Estados Unidos.
Desde que Wikileaks reveló información secreta sobre el ataque aéreo en Bagdad, los diarios de guerra de Afganistán y los registros de guerra de Iraq, como cabeza de esta organización, Assange se convirtió en el símbolo mundial del periodismo de combate contra el oscuro sistema que maneja los entramados del poder en el mundo.
Para los poderosos la revelación de sus secretos, que cuestan millones de vidas inocentes en todo el mundo, es un pecado imperdonable. Solo hay que escuchar a Sarah Palin, la exgobernadora de Alaska que fue candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos, pedirle a su gobierno que capturara a Assange comparándolo con Al Qaeda, o a Bill O’Reilly de la cadena FOX pidiendo que fuera ejecutado, o a Tom Flanagan, asesor del primer ministro de Canadá comentando en la BBC que debería ser asesinado, o incluso al mismo presidente Trump, quien también expresó su deseo de que el periodista fuera ejecutado.
La libertad y el derecho a la información son un peligro para los intereses oscuros de las élites en todo el mundo y el caso de Julian Assange es un ejemplo emblemático de ello.
Por eso es tan relevante primero, que el Reino Unido haya negado su extradición a los Estados Unidos, donde le esperaba una cadena perpetua en el mejor de los casos y en segundo lugar, que el ofrecimiento de asilo que hace México para él, le puede quitar a los británicos una papa caliente de las manos, ofrecerle al periodista una oportunidad de libertad y mandar un mensaje muy claro al mundo, en el sentido de que la libertad y el derecho a la información son una realidad en México.
Albert Einstein nos lo dice todo con esta frase: “Vine a Estados Unidos porque oí que en este país existía una gran libertad. Cometí un error al elegir Estados Unidos como una tierra de libertad y es un error que en el balance de mi vida ya no puedo compensar”.