Cada que nos ha tocado ver una mañanera, el Presidente nos ha explicado con peras y manzanas de qué se trata el clasismo en la política. Ha dado lecciones de historia para quien las requiera, y no olvidar que estas ínfulas de que sólo esa clase política sabe lo que el palurdo pueblo necesita, es la constante no sólo en nuestra línea de tiempo, sino que además es un mal del que se ha padecido desde tiempos inmemoriales.
Siempre va a haber alguno más vivo que otros, que se invente alguna cosa con la que deslumbre y por ejemplo, a los faraones se les ocurrió que ellos eran reencarnaciones de sus dioses y por eso tenían el derecho de mandar sobre los demás tal como lo hicieron por varias dinastías. Por ello decidían sobre la vida o muerte; en qué se debía invertir las riquezas, quienes tenían que trabajar como esclavos y cuál sería la ración de comida a la que podían acceder…
¿Que eso te parece de mucha antigüedad?, pues vamos a ejemplos un poco más modernos: la ilustración justo fue un movimiento con el que despojaron de ese lustre de oropel con el que los reyes y reinas de Francia hacían grandes bacanales y orgías en las que desperdigaban todas las riquezas posibles, mientras que el pueblo no tenía que llevarse a la boca. La anécdota cuenta que cuando llegó a oídos de María Antonieta que el pueblo decía que tenían hambre, ella respondió “que coman pastel”.
Ah, ¿que también te parece que estamos muy lejos en el tiempo?, vayamos entonces a visitar a Don Porfirio, que imaginaba que él había adquirido el derecho de gobernar por haber sido el héroe de importantes batallas como la de Puebla, pero que por eso, el amor que le tenía a México era más grande que el que otras personas podían haber profesado a la patria, y en consecuencia él tenía más derecho de quedarse en la silla presidencial todo el tiempo que le fuera pareciendo necesario. Se sentía el único capacitado para decidir el destino de México, e incluso mandaba las boletas electorales ya tachadas para que la gente no se fuera a equivocar y votara por alguien que no tenía tanto amor por México y echara a perder toda su magnífica obra de afrancesar a nuestro país y entregarlo a extranjeros.
Ese cuento de que la clase política sabe de cómo se hace la política y cómo se elaboran las leyes porque el pueblo no entiende porque no tiene la instrucción necesaria ni siquiera para opinar de los asuntos que más le preocupen, es lo que realmente pinta de cuerpo entero, y desnudo, a un dictador o a una aristocracia.
Digamos que en estos momentos en que se está discutiendo la reforma constitucional en materia electoral, será el momento idóneo en que podamos darnos cuenta cómo a los conservadores les gusta el papel del mandamás, del que tiene el fuete en la mano y le dice al esclavo que en vez de estarse quejando de los golpes que recibe, debería estar agradecido por las migajas que caen de la mesa de ese patrón.
Los indignos representantes del pueblo que forman parte de las bancadas del PRI, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, que presumen de que votaran en contra la reforma electoral propuesta por el Presidente e incluso las más de 50 propuestas hechas por algunos de sus propios representantes, se escudan diciendo que la reforma puede decir una cosa en el papel pero que oculta lo que en realidad trae como intención; que además nosotros ni siquiera hemos entendido lo que en realidad quiere decir esa reforma; que no es el momento oportuno para intentar una reforma del calado de ésta y que, para acabar pronto, el INE es lo más mejor que nos podía haber pasado porque es el más mejor de todos los más mejores institutos del mundo mundial y no cuestan muy caro, porque sus miembros son probos, íntegros y capacitados y que si, en algo hay que cambiar la Constitución, no debe de ser a petición del poder ejecutivo sino a petición del pueblo, pero no permiten que el pueblo solicite consultas para nada, si no se les suelta el dineral que exigen… pero es que no entienden nada estos sujetos que dicen ser “representantes del pueblo”.
Los diputados no se han detenido a escuchar lo que la gente exige: un instituto electoral que no sea tan oneroso y que se apegue a llevar a cabo las tareas para las que está facultado, sin la parcialidad que hoy caracteriza todas y cada una de las decisiones que el Consejo General del INE y sus más icónicos representantes, realizan. Y que no tenga múltiples órganos locales que hagan la misma función (o que no la hagan); que no tengamos representantes que a nadie representan y que el poder del pueblo esté realmente en manos del pueblo.
La explicación que algunos de ellos dan, es que aunque el sistema electoral actual es perfectible, la reforma electoral que propone el Presidente es imposible de realizar, porque ¿cómo pretende que sea el pueblo el que elija a sus autoridades electorales? Romero Hicks, diputado del PAN, dice que es tanto como si a medio partido, la porra eligiera un cambio de árbitro porque ese no le gusta. Lo que no entiende este diputado, aunque se las da de ser el ser más brillante sobre la faz de la Tierra, es precisamente que el poder dimana del pueblo tal y como lo señala el artículo 39 de nuestra Constitución; y por ese mismo poder es que le corresponde a las personas decidir sí ese mal llamado árbitro ya no nos gusta porque nosotros somos quienes pagamos el sueldo y la manutención, no sólo del árbitro y de sus costosísimas familias, sino también de todos sus excesos y de los lujos que exigen para llevar a cabo su tarea fundamental de organizar y dar legalidad a las elecciones.
Otra más: Ivonne Ortega, otrora gobernadora del Estado de Yucatán por el PRI, y hoy diputada por Movimiento Ciudadano, dice que no podemos atrevernos a aprobar esta reforma porque ¿qué tal que de pronto nos salen narco representantes por una mala decisión a la hora de conformar las ternas propuestas por el ejecutivo el legislativo y el judicial?, como si no nos hubieran tocado narco gobernadores, narco legisladores, narco presidentes y narco lo que sea por las componendas que, desde el poder y con manufactura made-in-INE, han dado por buenas desde la solicitud de candidatura, y hasta las constancias de mayoría a quienes ni siquiera debieron haber sido admitidos como candidatos en primer lugar.
O cómo es que entendemos que el dichoso árbitro, se haya hecho de la vista gorda cuando nos tocó manifestarnos contra la candidatura y posterior presidencia de Enrique Peña Nieto, quien llegó precisamente a causa de la compra masiva de votos por medio de las tarjetas Monex o el rebase cínico y descarado de topes de campaña, denunciado incluso por el propio Andrés Manuel López Obrador y que en un giro inusitado de las circunstancias, acabó siendo el acusado y castigado de haber rebasado los topes de campaña, de manera fraudulenta.
La diferencia entre un árbitro deportivo y éste, el “árbitro electoral”, es así: una federación de equipos de futbol los organiza y éstos pagan su admisión y se apegan a las reglas. La misma federación tiene un cuerpo arbitral que se debe a los mandamientos de esa coalición pero no a los equipos de fútbol, por eso, en un encuentro entre dos equipos, el árbitro responde al reglamento que lo rige, y a su jefe que es la federación o liga y los equipos no pueden reclamar a pesar de que no les haya gustado la decisión. El árbitro tiene la obligación ética y laboral de dirigir el encuentro de manera que ninguno de los dos equipos tenga más ventajas sobre el otro, y que los jugadores no cometan faltas en detrimento del buen desarrollo del juego.
Análogamente, el pueblo, organizado en un ente denominado Estado [país-gobierno] (sería la federación o liga) ha creado un sistema de partidos políticos y el INE (llamémosle árbitro) está ahí para verificar que el comportamiento de los partidos políticos y sus integrantes, se ajusten totalmente a la legalidad. El INE se ha salido por completo de su papel, porque en los últimos encuentros, ha sido nombrado por algunos equipos y a ellos responde. Cuando nosotros, el pueblo, los llamamos a cuentas, no somos la porra, como equivocada y despectivamente señala el diputado Romero Hicks: somos el patrón y el que en últimas, decide que ya no nos gusta el desaseo en el desempeño de ese árbitro que se ha parcializado y no respeta las tareas para las que se configuró.
Así que la lección es: La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.
Y en ese derecho a modificar la forma de gobierno, también se incluye el cambio que queremos que los órganos que participan en él, sean modificados, por así convenir a nuestros intereses democráticos y soberanos.
¿Nos tocará ver, acaso, el fin de este dinosaurio que se niega a admitir que está muerto?, porque así como pasó con la reforma en materia eléctrica y negarse a votar a favor, les resultó en el rechazo de millones de personas que antes votaban por el PRI, fuera como fuera, y cuando llegaron a pedir el voto comprando la voluntad con tinacos o despensas, ya no les resultó como antes y perdieron los estados que aún gobernaban.
Esta votación será contundente. Hoy ríen al pasar frente a las cámaras de los compañeros que cubren la fuente y les preguntan cómo votarán sobre esta reforma y suponen que las mentiras con que se han engañado para justificar su negativa, son óptimas, y creen que están ganando como si se tratara de un juego de vencidas; imaginan que negarse a la reforma electoral evitará que se hagan cambios profundos en la materia, pero lo que no calculan es que los cambios profundos están dándose directamente en la mentalidad del pueblo, que ya no tolera esta clase de burlas de quienes dicen ser los representantes populares.
Están preparando el plan b, que ciertamente no tendrá el poder de cambiar la forma en que se elegirán a los altos funcionarios del consejo general del ine; que modificará un poco los presupuestos que se les otorguen, pero que definitivamente será un paso hacia adelante hacia el empoderamiento real de un pueblo que está preparándose desde hace mucho tiempo en este relevo político y generacional que exige la Cuarta Transformación.
Habrá que ver quienes se atreven a presumir que, por ser plurinominales no les importa que el pueblo los juzgue por sus pésimas actuaciones, pero estará en nuestras manos la decisión final: votar por quienes están demostrando trabajar a favor de la dignidad y el respeto al pueblo que desde siempre fue vulnerado por esos que se burlan del juramento que ellos prefieren cuando han tomado protesta del cargo y que habrán de respondernos ahora que demandemos los resultados de sus acciones como tribunos populares.
@cevalloslaura