Cuando hablamos de fifís no nos referimos a clasemedieros aspiracionistas extranjerizados, que se sienten especiales por pedir un latte grande con leche descremada light y chips de chocolate en algún establecimiento de Starbucks, pagándolo con su tarjeta de crédito de saldo limitado.
Nos referimos a los verdaderamente ricos; aquellos a los que el SAT les condonaba impuestos por 500 millones de pesos anuales o más; a los que usan su propio avión privado y tienen sus empresas multinacionales cotizando en las bolsas de valores de Londres o Nueva York. A los que viven donde no se admiten cucarachas, aunque éstas se hayan recibido en universidades privadas.
Esos, los Musks, Los Bezos, los Zuckerberg son los fifís que en este 2022 están comenzando a sufrir las consecuencias de la inflación en el mundo. Si alguno de los wanabis cree que la pasa mal porque el aguacate está caro, habrá que preguntarles a ellos como se sienten cuando pierden miles de millones de dólares a causa de este fenómeno.
Es cierto que a los que menos ganan y menos tienen, son a quienes más afecta la inflación y aunque hay un segmento de ricos a los que les importa muy poco que suba el limón o la tortilla, quienes en realidad no son tan ricos como los fifís, es justamente a estos últimos a los que la inflación les pega fuerte. ¿Quién lo diría?
Cuando las tasas de inflación suben en forma drástica, como está sucediendo actualmente a raíz de los cortes en las cadenas de suministro, derivados de la pandemia y de la guerra en Ucrania, los bancos centrales de los países reaccionan aplicando una medida típica que intenta controlar la demanda encareciendo el costo del crédito, suben las tasas de interés del banco central que le presta a los bancos comerciales y éstos a su vez elevan las tasas de los créditos que otorgan.
Con esta medida, los clientes de los bancos limitan sus contrataciones de créditos, gastan menos y esto desincentiva la demanda de productos y servicios. Cuando eres “wanabe”, si te suben los intereses de tu tarjeta de crédito en forma intempestiva y en grandes proporciones, pues tienes que dejar de comprar tu latte grande con leche descremada light y chips de chocolate en Starbucks, a menos que lo puedas pagar de contado, para no correr el riesgo de que a final del año el banco te embargue la bicicleta con la que te luces en Reforma los domingos.
Pero esta medida de subir las tasas tiene otras consecuencias. Cuando suben las tasas del banco central, también sube el interés que pagan los bonos y certificados emitidos por los gobiernos, como los bonos del tesoro americano o los CETES.
Muchos inversionistas tienen su dinero invertido en acciones o en bonos emitidos por las grandes corporaciones privadas que cotizan en las bolsas de valores, pero estos instrumentos presentan un riesgo mayor al que tienen los bonos emitidos por los gobiernos.
Si suben las tasas del banco central, una buena cantidad de inversionistas prefieren vender sus valores corporativos para poner su dinero en bonos gubernamentales, corriendo así menor riesgo. Cuando los inversionistas venden acciones de las empresas en grandes cantidades, el valor de estas acciones baja y también lo hace el valor de las empresas que las emitieron.
Con las subidas de las tasas de interés solamente en este año, las grandes corporaciones han perdido tanto valor que las fortunas de los fifís han disminuido en proporciones enormes. La de Ellon Musk de Tesla, por ejemplo, perdió 62 mil millones de dólares; la de Jeff Bezos de Amazon disminuyó en 63 mil millones de dólares y la de Zuckerberg de Facebook/Meta cayó al lugar 17 de los fifís más ricos, con un saldo de solo 60 mil millones de dólares, menos de la mitad de lo que tenía a finales de 2021.
Como dijo el poeta italiano nacido en Atenas, Arturo Graf: “La vida es un negocio en el que no se obtiene una ganancia que no vaya acompañada de una pérdida”.