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La iglesia católica como ¿oposición?
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La iglesia católica como ¿oposición?

En la opinión de Elí González
@calacuayoMX

Hemos visto cómo los que antes gozaban de grandes privilegios de gobiernos pasados, están manifestándose en contra de todo lo que hace el actual.

Medios de comunicación que perdieron la beca, columnistas y conductores de Radio y TV que ya no reciben pagos por Infomerciales; partidos políticos que ven raquíticos sus ingresos que antes eran altos a costa de nuestros impuestos etc…

Pero lo que más llama la atención es que ahora, la religión y en especial la Iglesia Católica emprendió una campaña contra el gobierno y dice que está en busca de 12 millones de mexicanos para que lean El Rosario, para detener al dragón que acaba de llegar (AMLO), pero que necesitan 30 millones para derrocarlo.
https://twitter.com/calacuayoMX/status/1201620073443741696?s=20
Afirman también que el hecho de que el presidente Andres Manuel López Obrador haya recibido una “limpia” en una ceremonia indígena, significa que México se consagró a SATANÁS.

¿Creen que la Iglesia Católica con esa cruzaba pretende hacer un partido político católico? La verdad es que no.

La iglesia católica está relacionada directamente con el partido acción nacional (PAN), como siempre lo ha estado.

La iglesia católica es la mano siniestra y un último recurso para golpear al gobierno, creyendo equivocadamente que aún tiene poder sobre la gente y no. Ya no.

Vayamos a los orígenes del PAN

¿Apoyó la Iglesia católica el surgimiento del Partido Acción Nacional? Es evidente que simpatizaba con la posibilidad de que se pudieran criticar la educación socialista y todas las disposiciones legales que obstaculizaban las prácticas religiosas, en principio dirigidas contra todas las diferentes denominaciones religiosas aunque en concreto, por razones estadísticas, la principal afectada era la católica.

Gómez Morin deseaba construir un partido político de oposición, legal, permanente, no personalista, que a la postre enriqueciera, civilizara, las prácticas políticas vigentes en el país.

Desde un principio aclaró que el PAN sería un partido civil, incluso laico, sin definición religiosa alguna. Por la naturaleza de la sociedad mexicana y por los principios que asumía desde su nacimiento.

El PAN sería un partido de católicos pero no un partido católico.

Gómez Morin era un abogado que conocía bien la Constitución de 1917, asistió a los debates del Congreso Constituyente de Querétaro invitado por el director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, Fernando Lizardi y las prohibiciones que imponía a la participación política de las instituciones religiosas.

Gómez Morin nunca pretendió fundar una institución que desde un principio desafiara al Estado o a la normatividad vigente; quería crear una institución respetuosa de la ley. Había sido contrario a la acción bélica de los cristeros (Jean Meyer ha señalado que en todo el voluminoso Archivo de Gómez Morín no hay un solo documento que muestre algún interés o simpatía por ese movimiento armado religiosero).

Tampoco simpatizó con el movimiento sinarquista, pues carecía de procedimientos claros y de objetivos políticos: fue siempre muy crítico del sinarquismo, de sus “falanges, flechas, cruces gamadas, caudillos, juventudes marchando al paso acompasado de la disciplina”; todas sus prácticas y señales le parecían “funestas desviaciones” y “distorsiones y mentiras pavorosas”.

El PAN es un partido de católicos que ahora en su desesperación no le importa los estatutos del partido, ni de la iglesia, ni del estado laico, ni los principios de Gomez Morin.

Y es que la religión siempre ha estado ocupando un notable peso en los conflictos mundiales. Este hecho sucede a un largo período de tiempo en que las religiones parecían no tener relevancia en las relaciones internacionales.

No se trata, sin embargo, de un regreso del fenómeno espiritual sino de la religión como instrumento político. La dimensión instrumental se desarrolla en dos vertientes: como revitalización de identidades y como pretexto para justificar estrategias y hechos de otro modo injustificables.

El historiador y economista libanés Georges Corm lo plantea de una manera contundente: “El retorno de lo religioso es un importante fenómeno político que de religioso sólo tiene el nombre”. De ahí que el papa Francisco tenga razón al afirmar que no hay una guerra de religiones.
 
En la marcha reciente se pudo ver muchas pancartas que condenaban al presidente en nombre de Jesucristo.

Pero seamos optimistas, la religión cada día tiene menos credibilidad.
Por cada universitario que se titula, hay un católico menos.

La oposición hoy no tan solo son los medios de comunicación, ni tan solo los partidos políticos y asociaciones civiles que se servían del erario público. Ahora también lo es la iglesia.

La oposición con todas sus artimañas, sigue y seguirá cayendo.

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