La frágil memoria de los despistados de izquierda
Sabemos, desde que adquirimos conciencia de ello, que el ser humano es una criatura tridimensional, que se mueve en otra dimensión distinta: el tiempo.
Tres dimensiones físicas y una temporal constituyen lo que denominamos existencia.
El peso de esa cuarta dimensión es absoluto. Vivimos en un presente que deja tras sí el pasado irrecuperable y espera la llegada de un futuro incierto.
El presente tiene un peso superior a ese futuro imposible de predecir y a un pasado que nos deja experiencia, enseñanza, sufrimiento y satisfacciones, pero que ha pasado a ser etapa superada.
El único respaldo a los hechos que alguna vez fueron presente y que nos dejan algunas señales en cuerpo y en la mente, es la memoria.
Pero la memoria, como se ha dicho repetidamente, es frágil, engañosa e imprecisa.
La llamamos en ocasiones y acude en retazos, con imágenes que pueden corresponder en parte a la realidad del momento recuperado, pero aderezadas con otros datos nacidos de la imaginación y de nuestros deseos particulares.
La memoria tiene ese inconveniente. No es fiel ciento por ciento y tiene una inclinación particular para esconderse o engañarse, si el presente que vivimos así lo demanda.
Así les ocurre a muchos en determinados momentos. La fidelidad al pasado se pierde, se altera, o definitivamente se borra.
¿Por qué de todo esto?
Tiene que ver con la estrategia actual de la derecha mexicana, para reclutar incautos entre las filas de quienes se identifican de una manera u otra, con la Cuarta Transformación.
El apoyo al presidente López Obrador es en este momento bastante significativo. Aproximadamente un ochenta por ciento de los mexicanos apoyan su mandato.
Con unas elecciones intermedias no muy lejanas, es entendible que la clase conservadora se muestre preocupada, e intente recuperar un poco del terreno perdido, a base de lo que sea.
Pero los reaccionarios del país no pueden intentar algo significativo, si antes no consiguen deteriorar en algo, el apoyo que la sociedad brinda al presidente.
Por eso las campañas sucias, la mentira, el engaño “atrapabobos” y la descalificación sin fundamento.
Por ello la falsa alarma ante hechos que si bien son lamentables, no se aproximan ni remotamente, al ambiente de violencia y salvajismo que vivimos en el pasado.
La posición de la derecha mexicana en este momento, defendiendo al movimiento feminista y manifestando un enojo extremo ante la muerte de seres humanos inocentes, como sucede con el caso de la niña Fátima, tiene un motivo oscuro e infame.
Se trata de despertar, mediante una campaña orquestada y pagada por quienes son los padres de la violencia en nuestro país, una inquietud ciudadana que les reditúe, en un año, beneficios electorales.
Apelan a la debilidad de la memoria del mexicano.
Apuestan al olvido, usando tragedias del presente como estandartes.
Hace no muchos años, los mexicanos vivimos tiempos en que las masacres colectivas sucedidas durante los gobiernos priistas y panistas, estaban a la orden del día.
Para muchos, la debilidad de la memoria les hace olvidar situaciones sufridas por miles de mexicanos. Es una violencia que vienen desde antes del 68, pasando después por históricos momentos como el “Halconazo” del 71, Aguas Bancas, Acteal, San Fernando, Tlatlaya, Apatzingán, Nochixtlán, entre muchos otros.
Está además el caso de los 43 normalistas desaparecidos en el 2014.
Toda esta memoria criminal, debería ser un foco rojo de alerta para los mexicanos.
Hay un rasgo común en estos asesinatos grupales. La mano de los gobiernos conservadores de entonces, estuvo detrás de cada uno de ellos.
¿Ya lo olvidamos?
Manifestación social que alterara el orden instituido por los gobiernos neoliberales, era enfrentada siempre por las fuerzas de seguridad, con brutalidad y salvajismo. Los derechos humanos poco importaron durante el periodo neoliberal. Ahí sí podríamos hablar hoy en día, de verdaderos represores.
La memoria frágil se manifiesta también en aquellos que caen en la telaraña conservadora y pasan por alto las altas cifras relativas al número de asesinatos, feminicidios, muerte de menores, delitos del fuero común y federal, que vivimos los mexicanos durante los gobiernos conservadores.
¿Se nos olvida que esos gobiernos maquillaban dichas cifras y que aún con esto, la cantidad de muertos y delitos cometidos resultaban alarmantes?
Hoy las cosas comienzan a ser diferentes. Estamos viviendo un cambio en el país, donde el respeto a la vida humana está por encima de cualquier otra situación o problema.
Nadie está diciendo que se han solucionado los problemas de seguridad en el país. Pero es una mentira el decir que las cosas continúan igual de mal o peor que cuando gobernaban los políticos emanados del PRI y del PAN.
¿Alguien ha presenció una matanza durante el primer año de gobierno de López Obrador?
¿Puede decir un manifestante que se le ha reprimido con brutalidad, por el hecho de reclamar un derecho, o defender una causa?
¿Se maquillan cifras para engañar a los ciudadanos con información falsa?
Es un hecho comprobable para todos, que la Guardia Nacional hace mayor presencia en los Estados del país, día a día.
Las cuentas bancarias congeladas y confiscadas a la delincuencia, alcanzan un número importante.
Se está trabajando a diario para reducir gradualmente la violencia en todo el país.
Sin embargo, la derecha mexicana promueve en los medios de comunicación tradicionales, tan afectos a difundir notas desinformativas, que el gobierno de la Cuarta Transformación, es uno de los más violentos en la historia moderna de México.
La mentira repetida miles de veces, en ocasiones se convierten en verdad para las mentes de memoria frágil.
El incremento en los niveles de violencia, iba en ascenso imparable. Este gobierno ha frenado ese incremento. No lo ha disminuido porque el problema no puede ser atacado con artes mágicas. No es cuestión de recitar un conjuro, para que los malos espíritus desaparezcan.
Se requiere trabajo. Mucho trabajo y sobre todo voluntad política. Cosa que le sobra a la actual administración.
Por último, habría que recordar a los olvidadizos del pasado reciente, que hasta este momento, según la constitución y otras leyes que aplican en esta materia, la seguridad pública es responsabilidad de los gobiernos municipales y locales, que tienen autonomía respecto al gobierno federal.
¿Por qué se olvida eso y se culpa de toda la violencia en el país, al gobierno de la Cuarta Transformación?
¿Ya olvidamos también el significado de “Estado Libre y Soberano” y “Municipio Libre”?
Las mente que olvidan y que dócilmente aceptan las mentiras que tejen hoy los corruptos del pasado, trabajan abiertamente en favor de los intereses conservadores.
Hay cambios evidentes en el país. Pero para estimarlos en su justo valor, es necesario compararlos con la situación que vivíamos hace poco tiempo.
Hay y habrá aún delitos que debamos lamentar todos. Eso es inevitable en el presente que vivimos.
Pero lo que debería servirnos de punto de comparación entre lo que fue durante el neoliberalismo y lo que es hoy con la Cuarta Transformación, son los datos permanentes que recibimos a diario, sobre las medidas sociales y de seguridad pública, que trabaja a diario el gobierno del cambio.
Desterrar corrupción e impunidad en las altas esferas del gobierno, ha sido el paso fundamental para enfrentar los demás retos que debemos resolver.
La violencia no puede terminar en cuestión de días, o meses. Pero se trabaja intensamente para que disminuya en el mediano plazo.
Es el compromiso de un gobierno diferente.
Recordemos como actuaban los gobernantes del pasado y sobre eso, hagamos el comparativo real de lo que pasa hoy.
Recordemos. No seamos títeres dóciles de la derecha reaccionaria.
Malthus Gamba